Su nombre era Kelly, y vaya que se veía hermosa toda cubierta de sangre. Sus ojos desorbitados y esos gritos desesperados eran mi mayor placer. Cuando di el corte final creo que fue su mejor exclamación de sufrimiento y horror.
Kelly me mira ahora, sus ojos llenos de sangre me llaman a ella, pero ya no habla, su magia se perdió, la diversión terminó.
Pero me queda el recuerdo, tengo cada sesión grabada en video, cada vez que siento la escasez de sufrimiento en mi vida, me queda el consuelo de verlos. Creo que Kelly ha sido una de las sesiones más espectaculares. Cada vez que gritaba auxilio, mi piel se erizaba y mi corazón latía con más y más fuerza.
Fueron semanas pensando, imaginando, sintiendo ese angelical rostro junto a mí, cortar cada pedazo de ella, soñar como la sangre recorrería sus pechos perfectos, su hermosa cintura y ver como su inocente rostro se desfiguraría al son del horror. ¡Y mi sueño se hizo realidad!
Aun queda algo, falta ver el sufrimiento de su familia; a pesar que no se siente el éxtasis que se vive al tener el dolor al lado tuyo, gozar cada segundo porque eres tú quien la aterra; de todas formas es placentero ver el lamento de sus seres queridos. Observar cada lágrima derramada, cada grito descontrolado por la que era su hija perfecta, y el arrepentimiento de nunca haberle dicho cuanto la querían.
Ahora deben odiarme, pero ellos no comprenden lo bien que se siente. Dicen que soy un enfermo, pero bajo mi perspectiva, ellos lo son. No ven la ternura que hay en un par de ojos que miran con terror suplicando que te detengas, la belleza de un grito lastimero y doloroso, pero sobre todo, la maravilla divina de entregar a aquella persona a los brazos de Dios, liberarla del sufrimiento y enviarla a su única salvación… la muerte.
Igual que siempre, cuando terminaba cada sesión había que devolver el cuerpo a su familia para que la lloraran, extrañaran y valoraran, para luego soportar verme titulado un “Asesino”, un mero y simple asesino. No soy uno de esos, ellos matan por venganza, por ira, por dinero, o por cualquier sentimiento de bajeza humana. Una ama de casa promedio puede convertirse en una vil asesina al enterarse que su marido la engañaba, o un ambicioso empresario puede mandar a asesinar para limpiarse su camino. Bajeza y debilidad humana de por medio, eso es un simple asesino.
Era hora de hacer lo de siempre, tomar el cuerpo y llevarlo a algún estanque cercano. Kelly está fría, ya no siente ni grita como lo hacía, me deprime verla tan apagada, necesito que sufra como lo hacía hace algunos minutos atrás.
-¡Suéltame maldito animal! – gritaba ella, quien estaba atada de pies y manos a una silla metálica, con su pelo rubio suelto y su hermoso rostro completamente ensangrentado.
- Linda… siga gritando – dije, mientras tomaba sus manos y las cortaba suavemente con un cuchillo frío y metálico.
Ese es el placer que siente un ser como yo, ¡Grita más!, ¡Grita maldita! ¡Quiero sentir tu miedo junto a mi, ver tu mirada pavorosa y lastimera, la sangre salir por tus poros, tu vómito al verte completamente descuartizada, tiritando como nunca en tu vida habías siquiera pensado hacerlo!. ¡Quiero sentir ese horror que se expele, se respira y da vida a mi vida! Kelly estaba completamente destrozada, ver sus dedos en el suelo, tomar su pelo cubierto completamente de sangre, y sentir esa agobiada respiración me excitaba, ¡Éste es el real sufrimiento, no ese que dicen sentir los seres humanos corrientes al apretarse un mísero dedo en la puerta!.
-¡Este es el verdadero dolor niñita! ¿Te gusta? – pregunté, mientras afilaba el cuchillo de oro con el cual suelo dar el golpe final.
- Enfermo – balbuceó la mujer, mientras escupía sangre y respiraba agónica.
Ella no sabe lo que es ser un enfermo. Enfermos son los humanos promedio que califican a su salvador como un asesino, que tienen sus vidas un asco y fingen felicidad eterna, que construyen sus vidas en base al cinismo y la traición ¡Esos son enfermos!
Yo sólo hago lo que me gusta hacer, ¡y lo disfruto al máximo!
El cuerpo de Kelly se comenzaba a poner rígido, me costaba cada vez más cargarlo. No quedaba muy lejos la camioneta donde la llevaría, pero debía apurarme, como esta maldita sociedad no deja realizarme como persona tenía que realizar la sesión antes que detectaran que no llegaba a su hogar. Una vez que sucedía eso, llamaban a los ineficientes de la policía para buscar al “Asesino enfermo”. Los dos términos que más detesto en este mundo los utilizaban estos inferiores… ¡No soy un asesino, y los enfermos son ellos!
Tiré a la camioneta el cuerpo duro de la muchacha y la bolsa donde estaban todos los cortes que había realizado con tanta dedicación. Esta era la parte aburrida del trabajo. Si no me uno a esto, me atrapan y me matan, tal cual como la ama de casa asesinaba a su marido por traidor, a mi me matan sin voz ni voto por criminal. ¡Esa no es una buena forma de morir! No tengo miedo al sufrimiento, no temo del dolor, es parte normal de la vida, y como buen gozador disfruto cada sentimiento, cada emoción hasta el fondo. ¡No sería justo que estos inferiores me quiten mi placer!
¡No es posible! ¡La policía viene tras mío! ¿¡Qué hice mal!?
¡No voy a caer en la bajeza de sentir miedo! No puedo sentir miedo porque no soy como ellos, soy mucho más que eso, soy su salvación, soy un hombre de bien… ¿He dicho hombre?
¡No soy un hombre, no ese nivel!
¿Pero si estoy sintiendo miedo en este momento?, tirito como nunca lo había pensado hacer en mi vida… ¡Kelly tiritaba como nunca en su vida y ahora yo hago exactamente lo mismo! Por favor, eres demasiado superior como para que esta gente te haga sentir temor, pero lo siento. No son ellos, soy yo… ¡Tengo miedo de perder la razón de mi vida! ¡Quiero seguir sintiendo esa excitación de ver con mis ojos el sufrimiento ajeno!, como sus patéticas vidas cobran un real sentido al verse al borde de la muerte. El ver en el reflejo de sus miradas como pasan esos recuerdos de la niñez, como ven a su madre, su padre, a sus amigos que nunca valoraron, a los cuales nunca les dijeron cuanto les importaba. El ver mi vida en sus ojos…
Amo verlos sufrir tal cual como sufrí yo.
- Papá, mamá – dijo el hombre, mientras conducía con lágrimas en los ojos – Los amo, los extraño y los necesito, creo que llegó la hora de reencontrarnos.
El hombre frenó bruscamente y bajó de auto. El auto de policía venía a toda velocidad.
- Tú serás mi última sesión. Cargarás en tu conciencia mi muerte… ¡Mátame maldito ser inferior! – gritó el hombre completamente desquiciado, segundos antes que el carro policial destrozara su cuerpo tal cual como él lo hacía con sus víctimas.
Su cadáver quedó completamente desfigurado tirado a un lado de la calle, y de su destrozado rostro sólo se mantenía una sola cosa… su sonrisa. |