Un día estaba el hada verde del bosque jugando con un par de unicornios a las escondidas cuando vio a cinco niñitos haciendo una ronda tomados de las manos. El hada no veía muy a menudo a los humanos ya que el bosque en el que vivía la traviesa hadita estaba bastante lejos de la comarca más cercana, aún así de vez en cuando grupos de niños se acercaban al bosque a jugar. Cuando los niños hacían esto el hada se escondía con los unicornios, los duendes y otros de los animales que vivían en el bosque encantado. Pero esta vez ella y uno de los unicornios más traviesos decidieron ir a jugar con los niños.
Cuando el unicornio y la hadita llegaron al lugar donde habían estado jugando a la ronda los niños, no los encontraron ya que estos habían decidido jugar a las escondidas. El hada fue montada en el unicornio a llamar a los otros por que pensó que los niños ya se habían marchado pero en el camino se encontró con el más pequeño de todos. El niño estaba escondido detrás de un árbol y cuando el hada lo vio dio un grito de susto por que, por muy traviesa que fuera no estaba muy decidida a que la vieran. El niño por su parte no gritó, pero estaba muy asombrado e ver a una hada tan linda, ya que solo había oído hablar de ellas, pero jamás las había visto, y nunca se las imaginó tan hermosas. Cuando la vio le pidió que se mostrara a todos sus amigos, gritó y todos los demás niños llegaron corriendo.
Al darse cuenta de que la hermosa mujer que los miraba era un hada decidieron quedarse para siempre en el bosque pero pasada una semana el hadita se dio cuenta de que sus papás los debían extrañar , por esta razón esa misma noche los recostó a en sus camas, pero para que nunca se olvidaran de ella a cada uno le dejó una ramita de árbol y un pelo de unicornio en sus respectivos veladores.
Desde ese día los cinco niñitos visitaban todas las noches el bosque encantado y al amanecer despertaban acostados en sus camas y si miraban su velador allí continuaba la ramita de árbol y el pelo de unicornio. Pero como todo humano los niños crecieron y cada día que visitaban el bosque estaban más grandes hasta que se convirtieron en adultos. A pesar de ello nunca dejaron de ir al bosque y cuando murieron sus almas fueron a vivir a este lugar, saltaron, cantaron y jugaron por toda la eternidad y todavía si uno va al bosque que se encuentra alejado de todo, hasta de la más pequeña comarca puede oír sus risas.