PRÖLOGO
El norte de Chile con su desierto, es tan místico, tan surrealista, de tantos increíbles contrastes como lo que les voy a relatar. Y en realidad no sé cuanto de realidad y de fantasía hay en este relato, nació como una camanchaca; así de pronto, durante el transcurso de una noche fría; como la que inicia este cuento, a cientos de kilómetros de donde realmente ocurrió... si es que en realidad ocurrió.
Espero al menos que los entretenga.
Capítulo I
¿QUIÉN ME APAGÓ LA LUZ?
Uno de esos fines de semana largos, que tan generosamente nos provee nuestro calendario nacional, organicé con unos compañeros de Universidad, una expedición al Valle de la Luna en el Desierto de Atacama; Como todo lo apresurado, nada salió según lo planeado, no recuerdo bien el cómo embarcamos al bus que nos dejaría en Calama, para luego internarnos en el desierto en busca del destino de fin de semana. Infalible en todo relato, (y este no será la excepción)... perdimos el mini-bus a San Pedro de Atacama, y el próximo no salía hasta la mañana siguiente; eso no servía, ya que para aprovechar bien el tiempo deberíamos estar allí esa misma tarde. Solución: caminar y “hacer dedo”, (de una u otra manera alguna de las tantas camionetas de las empresas mineras o de prospecciones geológicas de la zona pasaría por el camino), eso nunca falla.
...y falló, Mister Murphy nunca perdona. Sudorosos y prácticamente achicharrados por el desierto y su sol eterno, nos sentamos al lado del camino a descansar... a pensar nuestras opciones, (como si fueran muchas), y esperar, esperar y esperar. Desanimados mis compañeros decidieron retornar a Antofagasta; y yo, con un inesperado arranque de súper aventurero, (no podía dejar mi ego machista así como así), decidí acometer esta empresa yo solo, como para demostrarles (¿o demostrarme?) que siempre termino lo que comienzo; en realidad hasta el día de hoy aún no tengo completo raciocinio de cómo llegó a terminar, pero recuerdo algo de cómo ocurrió.
...Anochecía y el desierto me deleitaba con su angustioso y ensordecedor silencio; una sinfonía de colores orquestadas por los cerros distantes y el azaroso calor de media tarde, cambió bruscamente por el estricto frío mortecino de la noche que se cernía, implacable, negra, inexorable. (En el Desierto de Atacama las temperaturas llegan a oscilar entre 28º C y 38º C en el día y 0º C y -5º C por la noche).
Camino con fuerza, no para lograr mi destino más rápido, sino para que mi temperatura corporal soporte las afiladas arremetidas del gélido nocturno en esta oscuridad que ahora es infinita, ¿en qué momento se hizo de noche?. Para colmo de males, es una noche sin luna; y una noche así en el desierto, es lo mismo que tratar de recorrer Calcuta sin ayuda de un guía, (fácilmente puedes llegar a ninguna parte), y créanme esa noche no llegué a ninguna parte, por lo que acampé justo donde mi espíritu aventurero sufrió su mayor colapso; es decir, en cualquier parte. No pude dormir mucho, el silencio me ahogaba el alma, gestando un sin fin de imágenes en mi mente. Hastiado al fin, decidí levantarme y caminar hasta llegar a San Pedro, a como fuera lugar, necesitaba tomar algo caliente y una buena ducha tibia.
¡ME PERDÍ!
Estoy en medio de la nada, acabo de mirar mi compás para ver a qué dirección voy, y este indica sur suroeste; pero aún así, no logro ver las luces de San Pedro, aún es temprano; son cerca de las 10 PM. y la electricidad funciona hasta la medianoche, (por eso sé que me perdí). Trato de calmarme y animarme para concentrarme y salir de esta; aparte que la noche está más oscura que nunca, no veo nada a menos de cinco metros, creo; el resto es sólo negro, negro... ¿quién me apagó la luz?
Capítulo II
Y LUEGO TE DAS DE CABEZAZOS
Son las tres de la mañana, me he fumado unos ocho cigarrillos (bendito vicio que nos acompaña), desde que me di cuenta que estoy perdido en este desierto, que es el más árido del mundo. Yo y mis ínfulas aventureras, (debo ser muy egocéntrico para convencerme a mí mismo de haber seguido con este viaje); pero es tarde, heme aquí acurrucado en el saco de dormir y pensando que mis amigos deben estar pasándolo chancho en alguna de las discotecas de Calama o Antofagasta; (¡era que no!)
¿Por qué las cosas son así siempre?,
Cada vez que estás hasta el cuello lejos de todo lugar civilizado, te da por acordarte de las comodidades que ésta tiene (en especial el refrigerador y el control remoto de la TV), de lo bien que podrías estar en ese momento, en algún carrete con la polola de turno (para los universitarios la cosa es así; por si se han olvidado de lo que hacían cuando jóvenes); para luego rematar la caña con un rico perol de mariscos... y obvio, después del cual uno debía desquitárselo con alguien. (¿O no se acuerdan los cínicos?).
El cuento es que estando aquí en la mitad de la nada, bueno del desierto, (pero decir de la nada es más dramático); mi mente se aferraba a la idea de la civilización que me era tan esquiva y lejana, como un paliativo para calmar los nervios, algo así como producirse una auto dosis de válium, que a esta altura ya estaba necesitando una sobredosis; por que han de saber que en la soledad uno se pone como quisquilloso con lo que ocurre alrededor de uno, como que te comienzas a perseguir solo y se te pone la carne de gallina, te entra el julepe y...
¡Y te cagai de miedo!
Las situaciones extremas crean temple, dicen... te hacen más hombre, dicen; dicen tantas tonteras que no han vivido por sí mismos; que en estos momentos me dan ganas de... (cálmate loco, cálmate)
Lo mejor que hice fue pegarme un par de tragos de ron, (ni tonto para dejarles a ellos la petaca; si yo soy, pero después del medio día se me pasa), como para el frío y el miedo, y entre tanto ponerle para el valor y el frío, para los que no vinieron y que recularon, por los que murieron con la caña... en fin, había que ponerle para pasar este rato, (que parece que me quedé dormido) digo parece, porque en realidad tengo medio turbio el momento...
Capítulo III
¿QUIÉN ANDA POR AHÍ?
...y el viento ruge y brama fuerte en estas despobladas planicies, reclamando sus territorios invadidos por osados (o inexpertos) aventureros; como que acongoja el corazón y el alma de quien lo escucha y... ¡ZAZ!,
ahí va de nuevo mi imaginación; comienzo a elucubrar todo tipo de fantasías en mi mente como para no sentirme tan solo, tan desprotegido, tan indefenso ante los elementos, tan...
y el sonido del viento me arrulla, me conforta y alienta como la suave voz de una madre que murmura historias de hadas a su hijo temeroso. ¡Y pongo mucho oído a lo que susurra, sí!, Está susurrándome algo; (ya debo estar medio delirando, supongo), pero entiendo clarito; vamos, no te detengas, necesito tus sonidos
para no perder la confianza, cordura, esperanza, y mi atormentada psiquis en estos oscuros momentos.
¿Quién anda por ahí?
Houuuush!, Houuuush!... canta el viento; me relata una Hawary (cuento) sobre un guerrero ancestral, que como yo, se encontró en una ocasión sólo en el desierto... si, Kuskaya era su nombre; era un joven Ánkkas Ñawi (de ojos azulinos), un Apullí (autoridad, el jefe), Inca que vivía en el interior de estas tierras, en un Pukará (fortaleza Incaica construida a modo de ciudadela en terrazas), rodeado de cultivos gracias a las napas subterráneas que allí afloraban.
Y las lluvias no llegaron; ese año la cosecha fue menor que la anterior y Kuskaya preocupado por la situación y la promesa hecha, deja poco a poco de ser la misma persona; consumido por la Llaki (Tristeza), ensimismado en encontrar una solución, ya no le prestaba el mismo cuidado a su ganado de Llamas y Alpacas, ni a su propia terraza de cultivo.
Preocupados por esta actitud, los pobladores, amigos y familiares, quienes querían mucho a su Hawary; acuden al Quipucamayo para pedir su ayuda, ya que de seguir así, en poco tiempo perderían a su jefe y con ello la cosecha y el ganado. Ante tan emotivo ruego, el Quipucamayo decide revelar las malas noticias; creando alarma e incertidumbre en el Pukará, una nube siniestra de inseguridad y desorden sumió a los pobres Quechuas del poblado. Se enviaron Chasquis (Mensajeros Incas que recorrían los caminos del Inca llevando las noticias), a todos los Suyos (Suyos: denominación de los cuatro territorios que componían el dominio Inca, cada uno correspondiente a un punto cardinal), pidiendo ayuda. De nada sirvieron las Ahnanas (Ritos o ceremonias), realizadas a Kamakk (el Creador), ni la orden de Haray (abrir hoyos para obtener agua).
Capítulo IV
EL CAMINO
Irremediablemente el agua cuidadosamente reservada en cueros se iba agotando, las raciones de papas, legumbres y cereales se hacían más escasas; el pueblo comenzaba a sufrir la akaychura (Caquexia: Alteración profunda de la nutrición que lleva irremediablemente a la muerte).
Al Achihyay Ayarmaka (bailar la luz, amanecer), una mañana muy calurosa; Kuskaya reunió a su pueblo para notificarles que su deber era buscar una nueva fuente de agua para ellos; por lo que había determinado partir en busca del vital elemento antes de que fuese muy tarde para ello.
Muy temprano esa mañana, Kuskaya salió de su Puñúna (cama), se colgó un sayo al hombro con las provisiones necesarias para una larga jornada, se plantó frente a su pueblo y comenzó a despedirse así:
Parto Kharú (lejos, distante),
en busca de la quimera del desierto, sin la cual no podemos seguir siendo pueblo; parto pues, con humildad en busca de recursos que nos traerán nuestra vida de vuelta.
Voy, no sé por cuanto tiempo; solo voy por un instante del universo; para regresar con la vitalidad de la tierra en mis manos o finalmente convertirme en otra Muhu (semilla), de la Pacha mama (Madre Tierra).
...salgo como un Mashkhakk (buscador) de nuevos horizontes para nuestro legado.
Vengan, hagamos un Kkashwa, (baile en círculo, el cual se baila asidos por las manos), para mi partida.
Ánchan wañuyta manchkúni, millakúnitakk ancháta kausáyta.
(Siento un temor infinito a la muerte, y un tedio infinito de la vida.)
No bien Kuskaya se había alejado del Pukará, un anciano encomendó un ruego a los vientos, un ruego eterno, que se puede percibir sólo si pones mucha atención en la soledad de la noche desértica.
Llákkik rúna kkhawaykúway, kkán hína llakkmi áni,Llákkik rúna kkhawaykúway, kkán hína llakkmi káni.
(mírame hombre apenado, que soy como tú, uno que sufre de pena).
SENTADO AL BORDE DEL CAMINO
Insolentes y aventureros se escuchan los pasos de kuscaya sobre la ardiente Chuska (Capa calcáreo-salina muy frágil, característica del desierto de Atacama), su deseo de llegar luego, no prestaba oídos a los ruegos de sus fuerzas; pero no por apresurarse, encontraría antes su meta.
Jornadas y jornadas, una tras otras; como la luz da paso a la oscuridad, como el frío al calor, como la vida a la muerte; así, se jugaba cada paso en su epopéyico andar.
Tres lunas llenas vieron pasar el surco de sudor y sangre de Kuskaya; sus provisiones tan cuidadas y bien medidas, abundaban sólo en sus fibrilantes pensamientos; el cuero con agua se convirtió en una momificada mueca burlona, de la sed que momento a momento lo escaldaba; el paso firme, ya sin rumbo, como una especie de fantasma entre las caprichosas rocas del desierto, mantenían firme en su intento al otrora fornido y apuesto guerrero.
Un estentóreo y grave sonido como a respiración, lo hacía recordar esos cuentos que de niño solía escuchar acerca de los Kkarkkar (Cierto espíritu que procede de los brujos y caminan en determinadas circunstancias emitiendo ronquidos), su cuerpo reseco, sus pies ya sin calzas completamente Kkhásti kkháskko (a pecho descubierto); una noche tan oscura como la que ahora me alberga, Kuscaya se acurruca en su propia humanidad; quema algo de Yareta (Arbusto típico de la zona, que sirve muy bien como combustible), para abrigar lo que va quedando de su mortalidad y reconfortar en parte el orgullo lapidado por su inminente fracaso; así, acurrucado, cerca del fuego; un silente sueño lo acoge como huésped, en la eternidad del páramo estelar...
(Si este fuera un relato Griego, lo más probable sería que esta historia terminaría con algún enternecido Dios mitológico del Olimpo que lo habría convertido en una constelación o en alguna estrella para recordar su nombre). Pero este es un relato crudo como la vida; un relato de los vientos, y no aparece ningún Dios a salvarlo, ni menos a llevarlo a su Olimpo como un destacado guerrero, ni menos recordado por quienes le deben el intento; tal cual es nuestra cultura, (olvidamos tan pronto se acaba la función).
Así, sumido en los velos del recordado sueño del vientre materno, en férreo contacto con el suelo que reclama nuestros huesos y la hipócrita modista de la muerte que viene a vestirnos de esqueleto; Kuscaya se entrega, se recuesta boca arriba observando con sus cristalinos ojos el pasar de la Camanchaca (Neblina muy profusa y tupida que suele aparecer en el desierto), que comienza a nublar poco a poco el concierto de estrellas que toca sólo para él en esta noche tan merecida, tan íntima, tan especial... la noche en que le toca desvestir su terraneidad para encumbrar su espíritu y rendir cuentas ante el Kkamak.
-¿cómo es posible que en mis últimos momento en este lado de la vida, aparezca esta impertinente camanchaca y me niegue la última visión de la bóveda estelar?-
Con este pensamiento nuestro jefe y guerrero se sumerge en las aguas de su muerte, envuelto en una mortaja de Camanchaca que irónicamente le refresca y humedece la piel, como preparándolo para el proceso natural de momificación con que el desierto, tan bien protege a sus elegidos.
Junto a esta nubosidad noctambular, Kuskaya creyó ver esbozada una fémina silueta, producto de la dispersión de la luz a través de las finas gotas del rocío nortino; y casi instintivamente, como le enseñaran sus carnes ancestrales, recita un verso aprendido en su retoña niñez...
Cumac Ñusta, Torallay quin,
Puyñuy quita paquir cayán.
Hina mantára, Cuñunun,
Illac pánatac camri Ñusta.
Unuy quita para munqui,
Muy ñimpiri chichi munqui,
Riti munqui.
Pacha Rúrac, Pachacamac,
Viracocha cay hinápac,
Churas unqui,
Camas unqui.
(Hermosa doncella,
éste tu hermano;él tu cantarillo está quebrando
y por esa causa truena y relampaguea,
también con rayos;
tú Real Doncella,tus aguas muy lindas,
nos darás lloviendo.
También a la vez, granizar nos haz
nevarás asimismo.
El Hacedor del mundo,
el Dios que le anima, el Gran Viracocha,
para ese oficio te coloca y te da el alma)
Y de la misma manera en que un ánima Llánthu llánthu ukhumanta lloksimun (sale entre las sombras), asoma la figura de una mujer sin rostro definido, quien en un susurro que sólo kuskaya percibe, le dice:
Ima llákin intusúnki?,
káymi mamaykichis,
kháruy kharuymántan hamuyki,
khán munákukk sonkko lláywan...,
(¿Que tristeza te rodea?
Esta es vuestra madre,
con mi amante corazón,
de gran lejanía, vengo a ti...)
Orkkok ukhúnpinúnukkhákk wiskian... (dentro del cerro óyese el sonido de las aguas...)
Tú, que a pesar de tus padecimientos por el amor a tu pueblo, tenías aún ánimo para Llákin tiyakúskian ñan patapí (sentarte tan contento a la vera del camino), sin expresar una palabra de dolor, desasosiego ni protesta... tú, humilde personaje, que ya no recuerdan en tu pueblo; tú, que fiel a tu palabra empeñada, caminaste lo que tardaría el sol en cien días, tú, el hombre que vino a la muerte en busca de vida, tú, el eterno caminante, que me saludaste como si fuera una princesa.
Hoy vengo a contemplarte como a la luz en la noche y a premiar tu noble esfuerzo sin frutos para el hombre... tú, mi leal personaje; hoy, que por fin descansas en el recinto de Kamakk, haz de ser un valuarte para los que te sigan, para los que perdidos en la soledad de esta tierra sin vientre, tengan un seno que los acoja y alimente de sed.
Es por eso, Kuskaya, el eterno caminante de estas soledades; que ya no caminarás más en busca de la quimera que te llevó al sueño sideral. Yo, la Pachamama; te arrebato de los brazos de Kamakk y te acuno en mi seno por siempre, te instalo en esta tierra yerma como el único Guerrero del Desierto, capaz de vivir y entregar vida en ella.
Esto como ejemplo para quien te vea en estos despoblados parajes, a quienes en su osadía pierdan la esperanza de encontrar un destino y abandonen sus premisas; vean en tí ejemplo de perseverancia e integridad a toda prueba; porque con tu férrea voluntad me honras y con tu fiel esperanza me sustentas; desde ahora, convertido en flora perenne, vigilarás el rumbo de cada ser; de animales y hombres.
Te alimentarás de mi eterna camanchaca y servirás de refugio a tus hermanos más pequeños. Desde hoy serás génesis de vida en el desierto, y los hombres te reconocerán en cada Cacto en honor de tu nombre.
PARA CUANDO ME ACUNEN LOS SUEÑOS
..Abrí los ojos y me sobresalté al ver una cara barbuda preguntándome por mi nombre y si llevaba muchos días sin agua. Creo que balbuceé algo como que solo desde anoche...
Lo cierto es que después de diagnosticarme en el policlínico de San Pedro una severa quemadura por larga exposición al sol y leve deshidratación, era un milagro que no hubiese muerto después de... cinco días en medio del desierto... de no haber sido por aquel geólogo que avisado por radio de mi desaparición denunciada por mis compañeros, y que me encontró tendido boca arriba a los pies de un solitario Cactus, sería otro el final y otra persona la que lo estuviera escribiendo.
Diántres, cinco días!, y para mí fue sólo una noche... (creo)...
...ahora, en mi regreso a la civilización, veo a lo lejos un cactus que me parece conocido..., no puede ser!, debe haber sido sólo un sueño, o todo producto de mi delirio por la deshidratación... aunque no sé por qué, es el único cactus que está rodeado por... una tenue Camanchaca...
Vuelvo a Antofagasta y me dejo llevar por la camioneta que rompe la eterna cordura de estos caminos, dejando detrás de sí una estela de tierra particulada en suspensión, y el recuerdo del sonido del viento que silba como un murmullo en la ventana. ¡el recuerdo del sonido del viento!... y siento de nuevo mi viento... Houuuush!, Houuuush!... y me entrego, me duermo por fin, me duermo abrazando la esperanza que nunca perdí... mientras a lo lejos una voz preguntaba, o comentaba: Puchas que ha hecho calor estos días, no compadrito?...compadrito!
Y yo estoy ya muy lejos como para responder comentarios forzados por el tedio, estoy muy lejos para responder cualquier cosa que venga desde este mundo, soy un habitante del desierto más árido del mundo, lo sobreviví... por eso sé que he ingresado al clan ancestral de los Guerreros del Desierto.
...SI, UNO APRENDE A AMAR ESTE DESIERTO...
...dedicado a todos los que en alguna ocasión, han podido tener el privilegio, de gozar de los favores de la multicolor sinfonía de púrpuras y violetas en un atardecer del Desierto de Atacama...
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