[Abstract: Pensar a occidente, no como occidente, sino com un término que intenta apropiarse de lo que es común y propio de la naturaleza humana. El enfrentamiento de occidente y oriente es producto de que ambos desean lo mismo, y uno de ellos se ha desarrollado mejor, o para decirlo más adecuadamente: su desarrollo para alacanzar tales fines fue más eficiente.
Por debajo de todo enfrentamiento late lo común, que perdurará. Y eso común es precisamente lo que llamamos occidente, aunque tras la victoria de alguno, del que sea, pueda cambiar de nombre y de dueño.]

La igualdad de mentalidad entre occidente y oriente es la verdadera causa de su enfrentamiento. Lo que hoy identificamos con occidente, en nuestro espíritu egocéntrico, no es más que la naturaleza común y real de la subjetividad. El delirio y sueño de la diferencia de las subjetividades que velan nuestro sueño al otro lado del globo es una fasinación de los filósofos, de esta época en la que han puesto al lenguaje en un trono injustificado.
Occidente no ha invadido, no ha avanzado sobre otras tierras. Ha mostrado nada más su desarrollado método, su eficiencia adquirida en hacer lo que toda alma hace. Y tal eficiencia, por serlo mismamente, se extiende, se exporta. Un sultán no abandonará las mejoras en sus regalías por más que vengan en inglés.
En nuestro ombliguismo atinamos nomás a nombrar y adueñar lo que era común y eterno. Por eso, bajo toda capa de enfrentamiento y tensión, podemos afirmar que occidente permanecerá inmutable y eterno*.

*En otras palabras: decir occidente, es apropiarse con una palabra de lo que es común a todo hombre. Lo común permanecerá bajo todo cambio. Y es esto común, expresado en occidente, lo que es eterno.

Todo esto no es necesariamente cierto; en otra ocasión pensaré si el mito y occidente son comunes o enfrentados.