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Jinetes alados

(Ejercicio del taller Vertientes, el tema, la invasión a la tierra por parte de seres de otras galaxias)

La vida en “La Montaña del siempreverde” sigue su curso normal, la última plaga que hizo tanto daño es sólo un triste recuerdo.
El verano está en todo su esplendor, lo extraño es que los lugareños han visto una mayor cantidad de picaflores; las colonias de golodrinas, mirlos y zorzales también crecieron y, curiosamente desde el llano venezolano ha llegado una colonia de Turpiales que iluminan la montaña con su plumas doradas, blancas y otras grises. .

Varios rosales, algunas orquídeas, un mango de varios metros de altura, un guayabo, dos mandarinos y un limón son algunos de los árboles y plantas que adornan y dan frescura a la casa de Mario, Tomás mira extasiado el jardín ya que antes de llegar a ese sitio fue habitante del desierto. La menor del trío; morenita y menuda, Sofía Antonia, siempre luchando por ser incorporada a los juegos, Mario apenas la ve, arrisca la nariz, Tomás la acepta pero a regañadientes, pero la protege de los peligros, lo que nunca olvidan es que “es mujer”.

—¡Tomas, Tomás!
—¿Qué querís Mario?
—Tomás ¿Por qué no te subís al mango y comimos fruta?
—¡Sí primito! Yo también quiero mangos.
—Pucha, ustedes pasan con pura hambre y yo tengo que subirme. Más rato me subo.
—¡Bravo primito, yo te doy un besito!

En la casa de Mario, su abuela, mira atenta lo que ocurre entre los tres pequeños, Mario es su alma, pero su amor alcanza a los otros dos. Siente que van creciendo sanos.

—¡Sofi, Mario shist! Miren en la flor.
—¿Qué Tomás?
—No hablen fuerte, miren el picaflor.
—¿Qué es un picaflor, Tomás?
—Sofía, es ese pajarito que está parado en las flores.
—¿Cómo se para Tomás, si no está afirmado en nada?
—Tomás, mira esta niñita no sabe nada, pucha, puro pregunta todo ¿cierto Tomás?
—Si, Mario, no ves que es chiquita, además que la queremos.
—Ya poh, Mario y también tu Sofía, quédense callados que el picaflor me está hablando.
—¡Tomás, mira!
— Si, Tomás mira

Los tres pequeños se han levantado y con los ojos llenos de ansiedad miran al colibrí que se estaciona frente a ellos, este les mira, el batir de sus alas lo mantiene estático. Mila, desde su ventana observa, se sorprende de la quietud de sus tres niños, están como petrificados, sólo sus dedos índices se mueven, indican al pajarillo.
La gueli, se siente intrigada, sin ruido comienza a caminar hacia la salida de la casa.

—Hola niños.
—Hooolaa picaflor - dice Sofía –
—Hola pajarito.
—¿Por qué hablas? los pajaritos no hablan – Tomás busca por el lado lógico

—No soy el colibrí, él es mi amigo que me lleva a donde quiera ir.
—¿Quién eres? Nosotros no vemos a nadie a caballo del picaflor. ¿Cierto Mario? ¿Ves a alguien prima?
—El pajarito tiene una radio ¿Cierto Tomás?
—No sé primita, a lo mejor mi papi está hablando escondido en alguna parte.
—No Tomás, debe ser mi papi.
—Escuchen, estoy en el colibrí, ¿Quieren verme?
—Si, Yo quiero – dice la niña
—Miren, les mostraré quien soy, pero, debe ser un secreto.
—Ya.

El picaflor gira y va hacia a una orquídea azul y luego al mango, de ambos lados bebe, gira su cabeza y baja. Poco a poco comienza a dibujarse una figura pequeñita, no más de cinco centímetros que monta sobre la pequeña ave, en los niños hay incertidumbre.

¿Quién eres? – pregunta Tomás
—Primito, parece muñequita
—¿Cómo te llamas? –consulta Mario
—Niños, les voy a contar, pero no pueden contarle a nadie. Soy de un planeta, llamado “Clorofilium” no es grande, por eso somos de este tamaño, somos muchos, llegamos a la tierra hace años, como podemos ser transparentes no nos ven
—Díganme Almendro que es el nombre que me gusta, allá en Clorofilium tengo otro, pero ustedes no lo entenderán.
—¿Cuál?
—“Truac lu” que significa, “colibrí sonriente”
—Me gusta más Almendro, yo me llamo Tomás, él es mi amigo Mario y ella mi primita Sofía.
—¿Por qué están aquí en la montaña?

—Ah, eso, Un día oyendo en una radio en Clorofilium, alguien decía que había una montaña que se llamaba “Del siempreverde” nos gustó el nombre, allá todo es verde.
—¿Qué comen, donde duermen, como son los niñitos allá, que quieren hacer acá, en que se vinieron?

La gueli, mira extasiada, no sabe lo que ocurre, pero, el que estén tanto tiempo quietos, si nunca los tiene un minuto sentados sin que alguno se levante, además ve que mueven las manos como si hablasen con alguien, pero no entre ellos. Quiere saber, no se atreve ya que nada le dirán. Sonríe y va a buscar unos mangos que cayeron de maduros, corta unas mandarinas, les hará jugo o algún postre para su regreso, llegarán con hambre a casa.

—¿Y todos andan a caballo de los picaflores?
—Si, pero también las golodrinas nos llevan, algunos mirlos y zorzales, esos también me gustan mucho, por que dan saltitos y me hacen cosquillas y me río mucho.
—¿Y que armas tienen ustedes?
—¿Armas, para qué?
—Para defenderse, como no vas a saber que a uno lo atacan los malos y hay que defenderse.
—No, nosotros no usamos armas, hace muchos las destruimos todas, esas cosas sólo matan y no es bueno hacerlo.
—¿Y Power Rangers tienen ustedes?
—¿Que son esos Power?
—Puchas como no vay a saber, son solados que nadie puede matarlos, siempre ganan.
—No Tomás, no tenemos soldados.
—¿Y Chuwacas?
—¿Chu, qué Mario?
—Ese que es campeón de pelear en las estrellas, con cohetes y balas poh.
—No, allá en mi planeta no hay guerras.

—Almendro mira, este es el Mancha, es mascota de Mario, pero nosotros jugamos con él y nos quiere, la Sofía como es más chiquitita se sube y corre a caballo.
—Si Almendro, a mi me gusta andar a caballito en Manchita, le doy besitos para que no me bote.
—A veces nos pega cabezazos y nos caemos al suelo, yo me enojo, lo reto y se va lejos, después vuelve, pero yo me olvido y jugamos, cuando hace frío, yo lo escondo y me lo llevo a mi camita, para que no se enferme. Mi papi lo echa al patio, pero, yo no quiero que me lo lleve el león como al Ricitos. ¿Conoces al Ricitos?
—Si, lo conocí y me apenó lo que le pasó.
—Oye Almendro ¿Tienes hijitos? ¿Cómo se llaman?
—Tengo dos
—¿Una niñita como yo?
—Si, son pequeños, por ello aún no vuelan, uno se llama Cristal (niña) el otro Cururo Alegre, bueno así le decimos acá, en Clorofilium tienen su nombre.

—Ustedes no son malos entonces?
—Nosotros a lo único que aspiramos es a vivir en paz con todos los seres del universo.
—¿En que trabajan? ¿Quién los manda?
—Trabajamos en cuidar el lugar en donde vivimos, no destruimos nada y lo que sirve lo cuidamos, ese es nuestro trabajo, tenemos médicos, ingenieros de viajes, profesores igual que acá.
—No nos paga nadie, no necesitamos plata, Si queremos algo, lo buscamos y ya, yo soy profesor, enseño todo lo de las plantas.
—¿Y los militares y policías?
—Mario, no hay militares, tampoco policías, no tenemos que defendernos de nadie allá en Clorofilium y como no hay ladrones ni dinero, no se requiere quien vigile.
—¿Cuándo voy a conocer a tu Cristal? Yo soy niñita
—Si, ustedes son amiguitos, un día voy a venir con ellos, pero no han de contarle a nadie que me han visto.
— ¿Por qué? Yo quiero conocer a mi amiguita Cristal. ¿Tráela ya?
— Otro día, ahora me voy a ir, o la mamá de ustedes va a venir.
— No le cuenten a nadie, si le cuentan capaz que salgan a buscarnos y a los mayores les gusta tener pajaritos enjaulados, a nosotros nos buscarían solo para meternos en jaulas y vendernos como lo hacen con los canarios.
—Niños me voy, viene la gueli, chao, mañana vengo.

Mila, por lo visto no resistió la curiosidad y se acercó suavemente a “sus” ¿Niños, qué ocurre que están tan calladitos?
—Nada Tía -Tomás responde de inmediato
—Tia Mila, yo le cuento.
—¡Cállate Sofía, si dices algo nunca más te admitimos con nosotros!
—Na, guelita, un amiguito vino del cerro
—¡Callate Mario!
—Si Mario, no le digas a la Mila del Almendro, no vis que él nos dijo que no le contáramos a nadie que están en la montaña.
—¡Puchas! Si es mi abuelita y yo la quiero y ella siempre me da lo que quiero.
—¡Tía, Mili! Sí, era como una muñequita y se llama Almendra ¿Cierto primito? Y tiene hijtos, mi amiguita se llama Cristal y el de los niños Cururo.
—No les voy a bajar mangos ni nada por traicioneros con el Almendro, si él nos dijo, a lo mejor mañana no viene.
—A ver cuéntenme de su amigo, yo cuando era chiquita como ustedes también tuve una amiguita que me visitaba todos los días. Pero, yo los vi conversando con el picaflor.
—Si tía, si nosotros inventamos un juego y el pajarito parece nos entendía, conversábamos con el picaflor, tía.
—Tía tiíta, el Tomás miente. ¿Cierto Mario?
—Si gueli, Tomás miente, nosotros le dijimos al Almendro que no te contaríamos que nos miró.

Mila sonríe, quisiera largar una carcajada, sabe que no debe hacerlo, respeta sus conductas, sus códigos, pero, así los niños le sueltan todo.

—A ver ¿dónde vive su amiguito? Yo no le contaré a nadie de esto.
—Tía, tía, yo le cuento ¿quiere?
—A ver cuéntame Sofía.
—Sofi, no.
—Pucha si mi tiita es buena.

Y los niños le contaron todo a la tía y abuela, ella los escuchó maravillada por todos los detalles, que los clorofilianos estaban viviendo en una cueva en los cerros, que no querían nada, sólo que les dejen vivir tranquilos y que por eso son translúcidos, que comen poco o casi nada, su alimento es un par de gotas de néctar entregada por los picaflores, que en su nave viajan con la velocidad del pensamiento, que sólo se colocan una inyección y se duermen en su asiento, al despertar la nave está en la galaxia en la que pensaron y en el planeta escogido, que no usan ningún tipo de arma y que quieren quedarse en la tierra ya que es el lugar con más verde, y que regresará al otro día.
Y llegó la mañana siguiente y los niños se fueron a sentar al lado de la misma planta, al rato vieron venir a dos picaflores y pararse en el aire, a los segundos comenzaron a emerger cuatro seres iguales, dos adultos y dos miniaturas, los hijos.
—Niños, acá vinimos
—Son lindos ustedes
—Sí, muy lindos
—Tomás, venimos a despedirnos, nos vamos a nuestro planeta, pero, vamos a regresar algún día, cuiden este lugar por que acá vivirán siempre, nosotros éramos como acá, había guerras y morían muchos, por nada.
Allá donde vivimos se está acabando todo, llevamos semillas para plantar.
—Cuídense mucho, vamos a regresar un día.
—Chao Almendro.
—Quiero darte un besito.
Chau, niños

Curiche, Agosto 2006

Texto agregado el 09-09-2006, y leído por 849 visitantes. (23 votos)


Lectores Opinan
04-10-2006 Un cuento infantil y precioso amigo Juan Manuel. Entrañable y de una ternura que nos hace trasportarnos a otras épocas. Un verdadero juguete literario en el que pusiste fantasía y amor. Noguera
25-09-2006 Juan Ma hermosos personajes de las estrellas y los niños tan ciertos... un cuento que valdria la pena alargar con más aventuras. Un abrazo. libelula
23-09-2006 Que más decir que es precioso....para tí mis estrellas... currilla
23-09-2006 Excelente, amigo. Le dejo cinco gotas de clorofila. zepol
23-09-2006 Creo que es indoneo para pasar como un cuento de la fabula infantil, mas por que cuando somos niños imaginamos un sin fin de cosas, amigos imaginarios quiza, moustruos en armarios, dormir con la luz prendida, etc etc (yo hablaba con las hormigas,pero jamas me respondieron jeje). Esta la inocencia por descubrir todo, y es grande la fascinaciòn que se experimenta. Ameno y encantador cuento ••••• esme_ralda
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