A qué lugar te diriges caminando
cuando puedes desplegar las alas
que hay bajo tu chaqueta de pana verde.
Quizá es porque comienzas a temer a Céfiro
versado por la leyenda como una tempestad.
Ahora esta brisa tranquila te abre el paso
porfiada del olvido de los hombres.
Porfiada del anuncio de la muerte.
Hoy por razones ajenas es cosa de ángeles
y no de dioses ni de héroes.
No temas a la espada
no la temas porque ya eres libre,
aquella mañana ella te mostró su faz
y tú la besaste apremiando el último aliento
ella se llevó tu dolor
ella te dio alas.
No camines entonces ¡vuela!
El tiempo fue despertando en mí las ansias de alcanzarte
pero que lejos hubo de volar Ícaro
antes de precipitarse al vacío,
antes de tener alas verdaderas.
Quisiera despertar un día y ser el sol
para abrirme paso entre las nubes
y al llegar a tu cara pálida y fría
ruborizarte,
devolverte a la vida.
Quisiera ser un buen alfarero
para moldear cada noche tu cuerpo de barro,
cocerte con un fuego templado por maderas nobles,
vidriar tus ojos azules y barnizar aquella lágrima,
la única que recuerdo de tu rostro.
Quisiera ser un buen alfarero
y jugar un instante a ser tu creador.
Nunca sale la luna
ella está callada esperando aparecer de súbito
esperando maravillar al poeta, al enamorado,
esperando repetir el triunfo de ser la primera que provocó un verso.
Ahora yo miro el cielo estrellado
y te imagino despertando fuego
fuego de estrellas que son puro éter
mirando con desprecio la fugacidad que me consume.
Ahora yo miro el cielo estrellado
y te imagino dentro de mi cuerpo
despertando fuego
fuego de amantes que se agotan
mirando con desprecio la muerte que los acecha
mientras siguen bebiendo de la sangre.
Creíamos ser estrellas
y la sangre se agotó,
cuando al igual que los lobos estábamos ebrios de ella
nos adentramos uno en el otro
y pese a haber alcanzado el triunfo
ella nos arrancó la corona de laurel,
ella nos depuso,
como plebe enloquecida gustosa de espectáculo
desposeída de bienaventurados dioses por su soberbia.