Lucas, perdoname por cambiarle el nombre
"Ojos Públicos " no me gustaba.



Hoy soñé que moría. En mi sueño estabas vos. Pero desperté y olvidé muchas cosas. Entre las más importantes era como sucedía. No puedo tampoco, por más que intento, recordar que hacías ahí. Sí me acuerdo de esa escalera. Tenebrosa. Descendía en una semi curva al ¿infierno? El aire estaba denso y el codo de la escalera se perdía en una penumbra oscura. Como si alguna de las dos manos de algún ángel enfurecido la hubiera dibujado en blanco y negro sin escatimar el negro.
Si recuerdo también haber soñado dentro del sueño que soñaba con demonios debajo del último escalón del descenso. ¿Lo cual implica que bajamos agarrados de la mano?
Cien noches o dos. No hay registro del tiempo. Es tan misteriosa la calma y tan dolorosa la muerte que no sirven de nada los segundos que demoramos en emborrachar las ganas. Por eso supongo que me detuve en esa esquina y no me importaron los hechizos que rebotaban en mi espalda mientras la tuya se recostaba contra el borde curvo de la pared del codo de la escalera de mi sueño. Y no hubo seguramente escalofrío intenso ni grito desesperante que pudiera sacarme de tu boca ni de tu lengua y hacerme detener los latidos. Creo. Digo creo porque no recuerdo si en realidad nunca bajaste conmigo de la mano ni nos detuvimos en esa esquina a besarnos y simplemente vos eras el demonio que esperaba al final de la escalera y yo me dejé llevar a vos, ingenuo.

O viceversa y yo me había convertido en tu mejor error. En la trilogía de tu vida. Y bajaste a mí comiéndote los escalones desesperada deteniendo impulsos por reflejarte en mi ojo suicida-lagrimoso-lastimado. Pero no.
Ahora lo recuerdo.
Hoy soñé que moría. En mi sueño estabas vos. Pero no desperté.
No era un sueño.
Era real.
Y no desperté.

Lucas Cohen