Carta a un amante.
Querido mío debo confesarte que te amo desde las sobras, aquellas a las que te confiné desde hace tiempo y que te convirtieron en susurro azul. Amor, soy Verdugo y Amante, dicen que tu tristeza tiene cien cabezas, pero mis manos filosas no son capaces de cortar ninguna, la abulia y apatía no son más que arañazos en tu espalda indolente, la cálida Piedra que sostiene el mundo.
Amado mío, haz de la Eternidad tu enemigo y del Siempre nuestro amparo. Que tu caricia me despierte de este sopor inmenso, quita el hielo de mis ojos. Traspasa mi ser con un beso, que tu boca sean ojos para que se inunden de mi y así no me extrañes en tu partida.
La Luna será reflejo en mis ojos, para que te acompañe por siempre y no me busques como sombra. No deambules más querida Alma en pena, entrégate al sueño profundo que he construido para ti, deja que te cubra como manto claro. Despeja tu mente, que no te turben las sensaciones cotidianas, porque no son más que la ilusión creada por una mala interprete.
La Noche te cobija Amado mío, pero ya no más como bruma, ahora eres sol, déjate brillar por esta noche, que te espero en el lecho, como Madre y Amante. Entreguémonos a la humedad, a los besos y al Mar.
Mi cuerpo marino te espera, y tú que eres Río vienes a mí profanando la Tierra. El sacro peregrino me espera y yo siempre tan fría y salada. Que mis mares se trasformen en sudor y no en lágrimas, sudor de esfuerzo y espera, el tuyo.
No dejes que salga de mí el malvado, porque se aferra a mis carnes y nos quita el aliento. Tú me has dicho que el Viento es caprichoso e inestable, que los caprichos no sean parte de esta condena.
Corre Querido, que la noche no espera. Amado mío, que la Luna te guíe de lejos porque yo vivo en tinieblas, pero recuerda Ángel mío, que este corazón dormido no calla. Tú lo sabes bien, Amor, el Sol siempre busca a la Luna.
Ahora vete Amor, porque ambos sabemos que no es bueno esperar tanto para reencontrarse con el sueño. Te envío mis besos húmedos, llévalos contigo prendados en el pecho, porqué sabes Querido mío, tu pecho es el que me hace saber quien eres, aunque gires como la Tierra o te vistas de Sol, tu pecho me llama como Pájaro, y a ese trinar sólo puedo responder con mi canto de Violín.
Bello Sol, no te detengo más, pero vuelve a mi pronto, que mi corazón se encoge si tu no estás. Corramos pronto para nuestro encuentro Querido, porqué habrá que esperar tanto para volverme a cantar.
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