Estoy enredada en la tela que tus manos tejen como una espiral de sueños que se mecen con los labios, en el infinito de este amor inmensurable, en el espejo de la tierra reflejándonos la vida. Mi piel renace con tus ojos que tallan el roce de lo eterno, con el mar de los silencios nadando entre mi alma y el cielo se resigna en un abrazo ilimitado que retiene el sentimiento. Dios no dejo de amarte en cada instante, de volar paralela con tu aliento, con el sol, la vida, el universo atravesado por mis manos. He quedado muda, emocionada, latiendo en el encanto del hechizo, de tu mirada deslizando por mis brazos, de tu boca ronroneando entre mi cuello, del mundo estallando entre los labios. No dejo de amarte, de soñar bajo tus límites, de sentirte hasta el infierno de las lágrimas, de morir y renacer entre tu piel, de morderte mientras entras y sales de mi cuerpo, de gritar el eco del deseo para comenzar nuevamente la batalla. Y la noche nos atrapa entre sus redes temblando de felicidad como un espasmo de estrellas que nos cuida en cada beso. No hay palabras para estatizar el absoluto cuando la vida se esfuma desde el sentimiento.
Ana Cecilia.
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