Una cortina espesa de lluvia caía tras los cristales. Mientras, yo, al otro lado de la ventana de mi habitación no dejaba de darle vueltas a lo que había ocurrido esa misma tarde.

Estaba acurrucada encima de mi cama cuando sonó el teléfono. Me froté la cara con la mano. Carraspeé. Y descolgué el auricular. Era Ana.

Aún no sabía nada. Debía decírselo.

- Ana, ¿Cómo estas? – dije fingiendo entusiasmo.

- Bueno, bien, ¿y tu? Tu voz suena… no sé, ¿estás bien?

- No muy bien… Ha pasado algo que… - tengo que parar porque no sé si voy a tener fuerzas para acabar la frase. - Estuve con Jose y… - me cuesta contarlo pero al final lo logro.

- No dejo de pensar en cómo ocurrió – me pongo a llorar. No puedo más. – Le incité a hacerlo.

- Le dijiste NO y no significa NO.

- ¿Quieres ir a la policía?

- No quiero pensar en ello. No quiero hablar de eso.

- Si quieres puedo hablar por ti. Acompañarte.


Recordaba la conversación que había mantenido unos segundos antes cuando Jose la llamó para pedirle disculpas. La repasaba en mi mente una y otra vez…

- ¿Qué quieres?

- ¿Que qué quiero? Me siento agobiada, rastrera, importunada y violada en tan solo varias horas que te conozco…

- Fuiste tú quien empezaste a besarme…

- ¿Qué? ¿Cómo puedes decir eso?