Es la celebración del primer centenario. Santiago, una ciudad donde llegan los primeros adelantos tecnológicos, los inicios de una urbe que hoy concentra casi el 40% de la población de un país al extremo sur de América. Es en este Chile centenario, en una familia más o menos acomodada donde se dan los primeros indicios de un Vicente Huidobro revolucionario que marcará nuestra cultura y sociedad esencialmente con un movimiento vanguardista, el Creacionismo.
“Un poeta debe decir aquellas cosas que sin él nunca serían dichas”
El aspecto que quizás más me admira de la moral de Huidobro es la importancia de la originalidad. Casi obsesivo, porque es un tema que se aprecia en la mayoría de sus escritos, este hombre soberbio, tan confiado de si mismo que es capaz de contestarle a quien lo compare con cualquier influencia, porque si hay algo a lo que él se ha dedicado en vida es a ser innovador y especial.
“Nada has y más difícil que ser loco. ¡Qué cantidad de criterio se necesita para ser loco!” desafiante, nada le importa ser considerado loco, extraño o rupturista, prefiere ser elogiado por ese selecto grupo que lo comprende a tener por admiradores a los tontos que no son capaces de compartir sus ideas, gente que se ha quedado admirando al pasado como si nunca pudiese existir algo mejor que lo que está determinado.
“Un hombre, un verdadero hombre, no tiene principio ni fin. Como Dios. Los perros le ladran porque iba vestido de Excepción” aquí se aprecia que no le interesaba la aceptación del común, de la gente en general. Más le interesa ser excepción en el mundo, y ser elogiado y admirado por eso, por ser tan a su manera, por ser tan especial.
En las constantes críticas a su educación en un colegio jesuita está la intención de los religiosos por imponerles a sus alumnos una determinada moral. Les enseñan que hay escritores buenos o malos según sean sus ideas cercanas o contrarias a la Iglesia, quieren establecer una determinada moral sin dejarles espacio a los alumnos para la ética. Pero Huidobro no tolera más esto y ante la situación de que se le reprende por leer a uno de los “escritores prohibidos” decide dejar sus estudios y aprender de la vida, de la literatura, a ser alguien distinto y seguir sus propias ideas, tener una ética y no dejarse llevar por la moral impuesta. “Has despedazado las leyes de tu corazón para someterte a las leyes de tu tribu”.
Y el mundo moral, porque creo no haberme referido antes a este, esta presente en su obra, en sus escritos. A través de sus poemas, manifiestos narraciones y revistas marca una época que no hubiera sido lo mismo sin Huidobro, un recuerdo de que por sobre todas las cosas el ser humano debe ser él mismo y lo que dicte su corazón y no lo que los demás le impongan, porque al fin y al cabo este admirable poeta prefiere ser considerado tonto por los tontos e inteligente para los inteligentes.
Al leer a Huidobro dan ganas de hacer cosas nunca antes hechas, de correr riesgos, de ser uno mismo y no un modelo o estereotipo. De no limitar nuestra sed de conocimiento en una determinada dirección, ser un poco de todo y que todo sea un poco de yo, así como Vicente Huidobro dice: “La Poesía soy yo”.
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