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Miguel espera sentado en la cocina. Fuma un cigarrillo, observando el cielo azul, atónito. La ventana está abierta para que la peste a enfermo salga rápido. El doctor le dijo que llegaba en quince minutos; ya ha pasado media hora y nada. Los gemidos animales de su abuelo son cada vez más largos e insoportables; poco ayudó cerrar la puerta de la recámara, donde yace el viejo.

"Pinche viejo", pensó Miguel, lleno de rencor.

Odia a su abuelo. Lo soportó porque fue más cómodo vivir a sus cuestas trabajando de sol a sol en el campo, que ir al norte a buscarse la suerte. El abuelo, don Juventino, con sus noventa años, salía aún a trabajar, aprovechando la ocasión para gritarle a Miguel los acostumbrados ¡QUIERO VER ESA CAMISETA SUDADA, PINCHE HUEVÓN! ¡MUEVE ESE CULO NIETO, TE PARECES A LA PUTA DE TU MADRE! ¡NIETO PENDEJO!

Miguel se hacía el desentendido, pero más de una vez pensó en matarlo con el machete cortacaña. A veces pensaba en el suicidio, para distraerse de la faena, pero al terminar el día se iba al billar y lo olvidaba todo.

Recordaba a su madre, la mujer que murió callada mientras limpiaba los frijoles; parecía que se había quedado dormida. Se alegró por su doña Lupe, porque allá a donde fuera a dar sería mejor que aguantar los maltratos del maldito viejo Juventino, que la golpeaba al menor descuido y le tocaba el culo con malicia.

Ahora yace el viejo en su cama, asfixiándose...

“Cómo tarda en morir el pinche viejo”

Encendió el segundo cigarrillo. Vio el humo blanco y recordó la maleta de su abuelo.

Esa maleta, la misteriosa.

En el pueblo todos hablaban de la maleta de don Juventino, en voz baja, para que no los fueran a escuchar. El viejo siempre anduvo armado con su pistola de seis tiros, la misma que cargó desde la época de la guerra de los cristeros y no dudaba en usarla sin aviso.

- ¡Esta pistola conoce sangre cristiana, cabrones!, gritaba el viejo cuando estaba borracho y agresivo.

Don Juventino siempre cargó esa maleta consigo, todo el día, desde tiempos que ya nadie recuerda. Una maleta café, de cuero desgastado y dos cerraduras metálicas. La traía encadenada, cerrada con dos candados enormes. Nunca la dejó sola, ni cuando iba al baño. A donde las putas la llevaba consigo y no la soltaba a la hora de ponerse al día con el sexo femenino.

Esa maleta fue siempre un misterio y el anhelo secreto de Miguel. Alguna vez, cuando Miguel era niño, el viejo olvidó la maleta en la recámara. Su madre y él, hipnotizados por la curiosidad, entraron de puntas e intentaron abrir la maleta con un desarmador. En eso estaban cuando escucharon el clic de la legendaria pistola.

¡Se me salen ahora o los mato a tiros, perros!

Desde ese día no intentaron más abrir la maleta, porque sabían que el viejo los mataría sin aviso.

En el pueblo cada quien se imaginaba el contenido.

“Esa maleta tiene el oro que le robaron a la catedral cuando los cristeros.”

“Ahí lleva guardado los huesos de sus padres.”

“No, ahí lleva los huesos de sus enemigos.”

“Ahí lleva la herencia para su nieto.”

“Tierra de Jerusalén”

“Los restos de los tres reyes magos”

“Lleva las flores secas que Juan Diego le ofreció a la virgen”

“No lleva nada, es sólo para hacerse el misterioso. Viejo cabrón.”

Todos querían esa maleta, pero nadie se atrevió ni siquiera a tocarla. Corría el rumor, que en el pasado el viejo había ejecutado a cinco tipos de la ciudad por tropezarse uno de ellos con la maleta cuando entraban a la cantina. Al instante sacó la legendaria seis tiros y ejecutó a cada uno sin chistar. Miguel nunca creyó la historia, pero la tomó en cuenta.

Ahora se está muriendo don Juventino, solo.

El viejo muere y Miguel espera. El doctor no ha llegado y lo más seguro es que no va a llegar, porque todos quieren que se muera ya el viejo maldito.

Los últimos alaridos del viejo salen de la recámara.

¡Miguel, nieeeeeto hijoooo de la chingaaaaada, tu madre eraaaaaa una putaaaaaaa y tu eres una miiiieerrr….!

Silencio.

Esperó unos veinte minutos. Cuando estuvo seguro que nada se movía en la recámara, entró. En la cama yace el viejo, con los ojos abiertos como dos pelotas y las córneas de huevo cocido. En la mano derecha tiene la pistola, lista para disparar.

“Pinche viejo, para eso quería que entrara a verlo, pa´ matarme”

Se acerca. Con todo el rencor guardado durante años, le mete tremendo puñetazo en el rostro. Luego aparta la pistola, no fuera a ser lo que no debía ser.

Busca la maleta. Allí está, debajo de la cama. La coloca sobre el vientre del difunto. Con la pistola rompe las cerraduras a tiros.

Las manos le tiemblan. El momento deseado ha llegado y no tiene miedo, no, miedo no, terror es lo que siente.

Cuenta hasta tres y abre la maleta.

Observa el contenido, largo tiempo, hasta que oscurece.

¡Pinche viejo!

Texto agregado el 08-09-2006, y leído por 465 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
14-09-2006 Bien, bien, bien. Últimamente te has pulido. Te dejo 5 estrellas misteriosas guardadas en una maleta. sol32
08-09-2006 yo se a quien se lo dedicas.. juas juas juas.. ahi te van otras cuantas putas estrellas... madrobyo
08-09-2006 Buenísimo...Me cautivo...¿ Qué tenía la maleta?...Que se lo imagine el lector...o continúala.... churruka
08-09-2006 que tenia la maleta??? Fachita
 
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