Permanecí dos años enteros, en aquella cruel trampa del destino, cobrando corruptamente una pensión que mi madre heredo de su último marido, premeditadamente, consiente del espanto subliminal que le hube ocasionado a la inocencia de mi amada sociedad; comprometido a conciencia desbocada hasta la misma finalización del fraude con el mal cara a cara; embalsamada la tuve, pobre, adelante de los ojos de un vecindario engañado, diariamente la vestía con ropitas limpias, luego la colocaba hablándole como si estuviese viva sobre una silla cualunque. Todo el tiempo que duro este vergonzante idilio económico permaneció en su banco fiel amigo, además con un motorcito en su interior que fabrique para que pareciera que respiraba.
No tengo perdón de nadie, lo se, pero prefiero ni hablar de ello hasta después que yo mismo este muerto. Pero por fortuna abandoné definitivamente justo a tiempo, la estafa perfecta del hijo inservible, para que algun día prescriba, aunque mas no sea, la horrenda imagen que le deposité a la vida misma.
Mamé de la vieja hasta la ultima gota de sangre que derramo al final de su camino, y más, no fue suficiente; soporté indefinidamente en el tiempo personal y en la carne muda dolor diario, desearía poder olvidar cuanto antes.
Ahora me pregunto ¿comenzaré esta nueva etapa de mi destino indeseado, pagando por un fiambre de algún pensionado y querer así vivir gratis como un atorrante todo el dia al aire libre como lo hice con ella? O peor ¿insistiré con lo macabro nuevamente empecinado hasta los tuetanos ahora que estoy ilustrado como el cervantes con esta bajeza extrema, hasta lograr tener un geriátrico de electrizante fantasía como sostén de mi locura que camina? No debería preguntarme donde esta el bien y luego ocultarme en el infierno ocupando un lugar destacado; preguntas que no merecen respuestas acertadas, pero no obstante, mi mente no deja ni un solo instante de pensar cosas tiernas que requieren de un color parecido a una forma celestial y no a este estiércol sobre el que camino huérfano de normalidad. ¿Me tentare nuevamente, por así decirlo, pero peor aun que en la anterior posibilidad, a buscar como sediento de plata de entre los gerontes linyeras para luego inscribirlos en el padrón jubilatorio (suena gracioso pero lo evolutivo) y así poder vivir a lo gigoló cobrando una renta de por vida de sus haberes? ¿Volveré a incurrir en la tentación de querer detener el tiempo con mis manos impiadosas y sacar el jugo a todo?
¿Si un saco roto se suelta de la manada que puede opinar la primavera escondida detrás de la hora?
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