Conoció a Marcelo en la universidad tenían algunos ramos y amigos en común, no pasó mucho tiempo para que se enamoraran. Al terminar sus respectivas carreras, se casaron. No conoció más hombre que a él pero no le importaba, ya llevaban diez años de matrimonio, con momentos buenos y malos, pero felices.
Martina trabajaba en una empresa pequeña, que ella misma creó con una amiga.Todo era normal en su vida, hasta que llegó Rodrigo. Era un joven muy atractivo e inteligente, tenía experiencia y se notaba que era el tipo de persona que necesitaban para cambiar la imagen de su empresa.
Trabajaron codo a codo durante varios meses, los suficientes para compartir y conocerse más; era más joven que ella, pero no tanto como para no entenderse y disfrutar la compañía del otro.
Durante todos estos meses Martina llegaba a su casa tarde y Marcelo ya dormía, por lo que la relación estaba detenida en el tiempo él la entendía por lo que no reprochaba nada, la esperaría hasta volviera su trabajo a la normalidad.
Rodrigo comenzó comentándole a Martina lo bien que le quedaba la ropa, o su perfume que se acercaba a olerlo sin disimular, o su peinado, o cualquier cosa que pudiese sonar a cumplido. Martina se sentía incomoda, un día llegó a la oficina y encontró encima de su escritorio una caja de bombones con una tarjeta, la citaba a un bar cercano; para ella él no le era indiferente, pero nunca se le había pasado por la mente ser infiel. Llamó a Rodrigo y le explicó de la manera más distante que pudo, que ella era una mujer casada que no estaba en sus planes ser infiel, que tenía hijos y un matrimonio excelente, solo era un tiempo difícil, que podía confundirse pero sabía que sus sentimientos no habían cambiado, y que amaba a su marido. Le agradeció la invitación pero lo rechazó y le pidió que nunca más tocara el tema.
Cuando las cosas volvieron a la normalidad y Martina tuvo más tiempo Marcelo le propuso arrancarse a la playa por el fin de semana, ella aceptó dudosa. No sabía si esto la ayudaría a aclarar sus sentimientos, y si así era, le daba miedo lo que pudiera descubrir; Rodrigo continuaba invitándola y ella rechazándolo, pero le agradaba su insistencia.
Rodrigo escuchó que Martina le comentaba a su secretaria que se iría a la playa con Marcelo el fin de semana; Rodrigo decidió que era su última oportunidad, la citaría nuevamente, pero esta vez no sería tan simple rechazarlo.
Entro a la oficina de Martina rápidamente cerró la puerta, caminó con paso seguro hasta ella, la acercó a su cuerpo y la besó, ella lo apartó aturdida por la situación, no supo que decir lo miró a los ojos, tenía tantas ideas que no sabía que sentir.
Rodrigo le dijo:
- Puedes seguir huyendo o darte la oportunidad de saber por lo menos lo que estas rechazando, te espero hoy en el bar de enfrente, si no llegas no te molestare más y tendremos una relación de colegas solamente y en cuanto termine mi trabajo con ustedes desapareceré de tu vida. Piénsalo bien.
Salió rápidamente, Martina se sentó, todavía sin entender que había pasado y con una confusa sensación en su interior, sus labios eran tan distintos a los de Marcelo, logró confundirla más y decidió que Rodrigo tenía razón, debía ir y demostrarse que no sería infiel por que amaba a su marido y no por que era lo correcto.
Llegó más temprano a casa, para poder hablar con Marcelo y inventarle una excusa convincente para poder llegar después a la playa. Le dijo que debía asistir a una reunión y se iría luego.
Marcelo se había dado cuenta que algo estaba pasando con su esposa, la notaba hace tiempo distante, algo la alejaba de él cada día más. Ordenó las cosas de los niños y las suyas, se despidió de su esposa apasionadamente, quería recordarle quién era su esposo y cuanto la amaba; ella se subió a su auto y se fue, se sentía traicionando a la madre y esposa que hasta hoy había sido, pero ya no podía dar pie atrás si quería continuar con su vida de verdad.
Al llegar al bar sintió deseos de huir, de no averiguar más y quedarse tranquila en su vida conocida, nunca había sido cobarde y esta no sería la primera vez, se estaba jugando una carta peligrosa pero sabía que debía jugarla.
Entró en el bar, Rodrigo estaba sentado en la barra tomando una cerveza al verla, no pudo evitar sonreír se acercó le dio un beso en la mejilla, la condujo a una mesa y se sentaron, ella trataba de disimular su nerviosismo, le dijo:
- Tan educado que estás ahora, después de esta tarde me parece extraño que estés tan tímido.
- Perdona, pero debía hacer algo drástico sino no vendrías, y eso era peor que portarme como un idiota.
Hablaron durante un par de horas, eran muy parecidos disfrutaban de las mismas cosas y tenían ideas parecidas en el trabajo. Trataron de esquivar el porque estaban ahí, pero los dos sabían que tenían que aclarar su situación por el bien de ambos.
En un momento en que se quedaron callados, Martina le dijo:
- Eres un tipo genial, de verdad, te admiro mucho y creo que hubiese sido maravilloso haberte conocido antes, tal vez, quien sabe... pero, de verdad amo a mi marido, el estar contigo aquí me recordó lo que tengo en casa, el amigo, compañero y esposo que tuve la suerte de encontrar; puede ser que no me entiendas, pero no necesito a nadie más. Deseo que algún día puedas encontrar como yo, alguien que te ame tanto.
Tomó su cartera, besó a Rodrigo en la frente y se fue. Pasó por una florería compró doce rosas rojas y una tarjeta que escribió en el auto.
Llegó de noche a la playa, Marcelo estaba sentado en la terraza de la casa esperando que llegara Martina, los niños ya estaban dormidos. Martina guardó silenciosamente el auto, entró a la casa con las rosas en las manos, dejó su bolso, se sacó los zapatos y se acercó lentamente a Marcelo. Estaba sentado en la terraza, absorto escuchando el sonido del mar; ella se sentó a su lado tapándose la cara con el ramo de flores, lo saludo alegremente. Marcelo tomó las flores y leyó la tarjeta que decía:
“Gracias”
Marcelo respiró profundamente, la miró reconociendo en ella a su esposa y sintiendo que la amaba más que antes, se tomaron de las manos se quedaron en silencio escuchando el mar. Luego de un silencio, Marcelo le dijo:
- Ahora sé cuanto me amas, gracias por quedarte conmigo, mi amor.
Martina lo abrazó y supo que ya no tenía más que hablar, él sabía todo. Por fin se sintió aliviada.
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