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Estaba preocupado y no sabía que hacer. Era muy tarde y la oscuridad de la noche se hacia notar demasiado en los parajes desolados del campo.
No había luna en el cielo. Más bien ya no, pues el manto de nubes negras cargadas de lágrimas provenientes del sur me privaban de su confortante luz.
_ ¿Cómo había llegado hasta ahí buscando a un perro? – me pregunté. Mas eso ya no tenía importancia; debía prestar atención al lugar en el que me encontraba pues me parecía que jamás había estado allí.
En un intento por buscar una pronta solución a mi problema comencé a observar detenidamente el lugar. Lucía en verdad alejado de cualquier pueblo cercano y con ninguna señal de civilización en kilómetros. Ni siquiera veía la luz distintiva de la granja de los Jonhson, la más grande del condado. Recuerdo que cuando era niño, de noche había ido a acampar con mi padre y, aún así, estando como a diez millas del lugar, podía ver los inmensos focos neblineros con los que iluminaban su fundo.
Pero ahora, todo lo que rodeaba mis 360 grados era planicie y soledad. Todo, salvo una arboleda o algo así como un pequeño bosque hacia el sur. Era lo único diferente que podían percibir mis ojos.
Súbitamente mis pensamientos fueron interrumpidos por las primeras gotas de lluvia… que tras, cinco segundos más tarde, se transformarían en la más fuerte mojada que había visto en mi vida.
Tenía que pensar rápido si no quería quedar empapado. Lo único que vislumbré claramente en medio del racimo de ideas que se me vino a la cabeza fue correr hacía los árboles que, si bien parecían lejanos, era lo más cerca que tenía y además me protegerían un poco del diluvio.


Una vez allí me percate de las condiciones en las que había llegado. La Ropa estaba completamente adherida a mi, algo así como las mallas de una bailarina de ballet pero, en este caso, no eran elásticos los que afiataban la tela a mi cuerpo, si no mucha agua.
Como los altos árboles cubrían en su gran mayoría la tempestad desatada y no hacía frío en absoluto decidí quitarme la ropa por completo, para no contraer un resfrío que perjudicara mis planes de fin de semana. Al mismo tiempo busqué el encendedor Malboro que mi abuelo me regaló en navidad y fabriqué con el y un poco de hierba seca una escuálida pero reconfortante fogata.
Luego de colgar la ropa en unas ramas cercanas, comencé a razonar acerca de la distancia recorrida en aquella frenética carrera hasta aquí.

_ Deben haber sido por lo menos 700 metros –murmuré. Por eso quedé tan mojado.

Muchos recuerdos vinieron a mi mente en ese momento, como aquel día en que me regalaron Sombra (el perro que busco) y todos los instantes que vivimos juntos como amigos de diferentes especies.
Perdido en mis reflexiones no me percaté que a lo lejos se oían ladridos y gemidos. Cundo por fin salí de mi transe, decidí vestirme con la ropa húmeda y dirigirme en medio del bosque en busca de lo que, se suponía, era mi mascota.
Tomé mi chaqueta, pantalones y botas. Levanté una rama gruesa en forma de antorcha y emprendí la caminata.

_ Sombra!!!... Sombra!!!...pss…pss…pss…pss…pss. Venga perrito lindo… venga con Johan…pss…pss…pss…pss!!! –repetía incesantemente, pero los ladridos no se acercaban, al contrario, se apartaban cada vez más.



No sé cuanto tiempo habré buscado a sombra esa noche. La verdad no recuerdo.
Cansado de tanta caminata infructífera me senté en una piedra y comencé a planear mi regreso a casa. Miré hacia la salida de aquel bosque y me di cuenta de que todavía llovía a caudales… pero… afuera… SOLO AFUERA!!!???
Tanta había sido mi ansia en la búsqueda que no me di cuenta de que estaba lloviendo aún pero no me estaba mojando. En forma inmediata miré hacia el cielo y un objeto inmenso sobrevolaba justo el diámetro del bosque. M e arrojé al suelo sin saber que hacer y en forma casi automática apagué el fuego de la antorcha.
Me quedé ahí en silencio observando. Observando… observando.
Por fin una luz iluminó parte del terreno y se vieron unas extrañas figuras descender. Se movían lenta y pausadamente. Sus ojos eran rojos fulminantes, como dos bolas de fuego incesantes. Uno de los seres escucho un ave cantar y al mismo tiempo emitió un chillido tan potente que el animal calló de forma estrepitosa a tierra. Al ver esto traté de huir del lugar, mas a levantarme uno de ellos me vio y gritó fuertemente.
Caí al suelo… inconsciente.


La alarma de la televisión me despertó a las 6:30 en punto. Me di cuenta de que estaba sudado y mi cuello mojado por culpa de una gotera que había caído sobre mí durante la noche.

_ Debe haber sido un mal sueño –pensé, mas, cuando quise levantarme, no pude. Mis piernas estaban dormidas y sentía un fuerte dolor en mi abdomen.
Levante mi camisa preocupado… una extraña marca junto a mi ombligo estaba allí.
No quise pensar… estaba todo claro.

Texto agregado el 06-09-2006, y leído por 112 visitantes. (0 votos)


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