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Informe de los eventos

Uno

En la lógica irreparable del deceso, lo que viene a continuación, es pues, la lectura comunicada por el abogado don Segismundo Robles y Orellana, que con sus ojillos de teddy bear inspeccionaba nuestros ojos, para comprobar la congoja que nos envuelve en la ausencia; supongo tiene que convencerse aunque creo que a su edad solo se trata de simple morbo y chismografía.
La cita fue a las 4:30 de la tarde en el despacho, Martita tardó 45 minutos en llegar, eso conllevó a que las mujeres mayores de la casa derramaran lágrimas y se acabaran las cajas de Kleneex.
Fue difícil para toda la familia, escuchar la carta leída con lentitud por don Segismundo, no difícil desde el punto de vista de la angustia y el luto, sino por la exclamación de bostezos continuos y además ver como las estrellas hacían su aparición. Entonces Francisca, hastiada por lo parsimonioso de la lectura, exclamó iracunda que su hijo de seis años leía más rápido; a lo que los demás respondieron con murmullos y asintiendo con la cabeza, pidiendo al señor abogado apurara la lectura del testamento. Así finalizó la carta escrita con anticipación y se pasó a la lectura, de tan ansiadas páginas.


Dos

-14 de julio de 2002- ; Se inició por fin la lectura del testamento, ya todos despiertos y de buen ánimo, agudizaron sus sentidos para que no se les escapase ningún detalle. Entonces don Segismundo prosiguió:

14 de julio de 2002…


A Martita le dejo mi casa de playa en Ancón
A Emiliana y su esposo, el departamento en el condominio Victoria
A Francisca y su hija, la tienda de Comida Naturista…



Tres

Todos se retiraron de la biblioteca, satisfechos con los resultados y apresurados en ir a tomar posesión en el acto. entonces pregunté al abogado:
-¿la señora no ha dejado nada para mí?
-Ah sí… una carta.
-!Una cartucha!... ¿está bromeando?
-No, Señora Irene, una carta de las propias manos de Doña Ángeles
Me entregó un sobre amarillo remitido de puño y letra de Ángeles de la Rivera ─conocía muy bien esa caligrafía, por eso no dude que haya sido reemplazada, ya añoraba tener entre mis dedos el cheque firmado por miles de dólares.


Cuatro

Estallé en ira y decepción, la doña debía pagar mi esfuerzo e ingenio, mi noble trabajo, las múltiples noches en que su incontinencia hacía imposible su cuidado, el sin fin de veces que arreglé su cabeza para evitar los ronquidos que inclusive a ella la despertaban. Hasta el final me sentí redentora de sus dolores, perder mi juventud a su lado no fue en balde.
Ella lo sabía todo, como lo relataba en su carta, se mofaba de mi suerte, conocía mi plan por eso nunca funcionó pues, según ella nunca comió mis potajes, sino que su enfermera ─ahora forrada en fajos verdes─ los cambiaba, se reía que ahora estaba en la calle y sin una moneda en el bolsillo de mi uniforme; eso concluye mi querido Eduardo que nuestro huida con champagne y billetes, se cancelaría.


Cinco

A los tres meses de tu repentina desaparición entré a trabajar, nuevamente a una casa igual de ostentosa, curiosamente escuché a los patrones decir que doña Ángeles murió por negligencia, que los médicos se equivocaron, que los familiares prefirieron dejar de lado el asunto, pues la doña mas temprano que tarde moriría, y que además todos en el fondo querían que eso pasara debido a su fortuna, pero que se sospechaba de su enfermera de hospital cuyo nombre era Graciela Olmo. El mismo nombre que figuraba en tu parte matrimonial que amablemente me enviaste.

Texto agregado el 06-09-2006, y leído por 183 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
15-12-2006 Esta es una buena historia, pero el relato está un poco confuso. Un saludo. galadrielle
 
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