Nació en una fecha imprecisa, acaso en medio de una nebulosa. Cuando se le preguntaba sobre ello, decía con esa voz suave que le había sido concedida, que había llegado a horcajadas de una estrella. Muchos prefirieron creer eso, pues era la única certeza que lograron arrancarle.

Sus padres fueron dos emigrantes que vinieron a inventar quimeras a estas tierras lejanas y se llenaron de críos para colonizar sus esperanzas.

Ella, desde pequeñita, decidió colocarle nuevos nombres a todo aquello que conmovía sus sueños, de este modo, bordó existencias con minuciosa prodigalidad, inauguró la propia creación de ese universo casi táctil que luego se difuminaba en volutas de humo que descendían transformadas en aromas exóticos para impregnar el alma de sus lectores.

Había heredado los silencios, las risas y los sueños de sus ancestros, su carácter, unido a su figura etérea, le proporcionaban un aura misteriosa y era ella misma, uno más de sus múltiples personajes, un hada fecunda que se solazaba en la vastedad de las praderas.

Eso mismo la impulsó a dibujar anhelos que parecían desvanecerse una y otra vez, por lo que, rehaciéndolos, buscaba una y otra vez aquel firmamento límpido que siempre se enturbiaba a causa de la densidad de la materia, del peso de la realidad, por la sustantividad de esta vida tan desnuda y agreste.

Se unió a diferentes hombres, buscando el timón que la enrumbara a sus ideales, tarea vana, puesto que siempre terminaba encallada en mares de aguas intranquilas. Aún así, no cejaba, se desprendía de todo, lo entregaba todo y se quedaba a la deriva, inventando personajes que sí lograban desatar las cadenas, que sí lograban sonreír, que sí conseguían vislumbrar el destello de la felicidad.

Fuese por que nunca logró ahuyentar los demonios de su cabeza, fuese porque en sus silencios profundos, entablaba diálogos feroces con su propio yo, fuese por esto o por lo otro, un cruel flagelo la dejó tendida en las puertas de la nada y sólo la sapiencia de la medicina la devolvió a esta existencia, ya sin sonrisas y con sus mundos imaginarios horriblemente mutilados.

Desde entonces entabló diálogos con su propia sombra, buscó refugio en desdeñosas soledades, su nombre fue desde entonces Misterio y sólo una mueca fue la que se dibujó en su rostro cuando dos hijos llegaron a entibiarle su corazón. Ellos lograron que merodeara los límites de lo maravilloso, ellos, hermanados en genes y en gestos, decretaron la tregua en una existencia marcada por los interrogantes.

Como la inquietud de su espíritu era un motor poderoso, se comprometió en mil causas, dejando huellas imperecederas. Sus manos prodigiosas enarbolaron los pinceles para robarle colores a la naturaleza y también incursionaron en el teclado de un piano para arrancarle melodías a la aurora.

Después de una larga vida que no pasó en vano, miró en derredor, sonrió con dulzura y cuando la noche comenzaba a reinar sobre la ciudad, su alma se cobijó en las primeras penumbras y se transformó en grácil paloma para volar hacia el infinito.

Ahora, convertida en ceniza fosforescente, contempla la vastedad del universo reflejada en las australes aguas en las que vio navegar sus ilusiones…

Inspirado en la mágica existencia de Pepita Turina.