Tratando de abrir el chaleco, me doy cuenta que es imposible, estoy lanzado al fin, he terminado arrancándome las uñas, quitándolas de raíz, pero este abrazo sin botones me clausura, me anula el movimiento.
Ha pasado bastante tiempo, y yo sigo oculto en estas murallas acolchadas… malditas…blandas, que amortiguan mis improntas, mis furiosos aplausos corporales buscando la salida.
El sueño en esta artificialidad, ha hecho que la luz de los focos me blanquee la pupila, quedando ciego de imaginación en este cubo limitado de paisaje, sin noche ni amanecer.
Marta ya no me visita y hace semanas que no veo a nadie, he olvidado mi rostro, pero lo que es peor aún, ya no reconozco a mis cercanos.
Los he olvidado, ya no existen, todo se fue al demonio, he sido abandonado, ya no vienen enfermeras ni doctores, ni menos esos que me mandaban a dormir con sus piquetes forzados.
Realmente no hay nadie, ahora soy yo y mi reflejo contorneado, soy yo y mi sombra muda, casi blanca en esta habitación, espejo de sus murallas.
Hay una abertura, pero es imposible que sin manos pueda abrirla, ni un primate experimentado lograría levantar esa puertecilla. Yo he tratado de engancharla con mis dientes, pero esta incrustada al suelo…no hay caso.
Lo ultimo que puedo hacer es esperar que la madurez de estas paredes le den el color de verdadera criatura, maldita habitación en ciernes, crece y lánzame a la salida, endurece tus capas, solidifica tu piel, haz que tu cuero disecado dilate la apertura y me deje salir en libertad.
Murallas carnosas viertan su líquido y lubriquen mi caída, que mis brazos no aguantan estas amarras, y mis ojos con membrana no pueden divisar la realidad, murallas denme la oportunidad de mirar mi capullo desde el exterior.
Hablar en soledad me ha vuelto un lector de mis propios cuentos, ¡cárcel! ¡Abre tus rejas que ya no aguanto esta espera!, ya no puedo seguir imaginando los golpes de la actividad, quiero conocer los cuchillos de la vida, y que me dividan el vientre como yo te lo haré al salir, habitación.
Y si no me agrada, espero que te vuelvas mi ataúd.
|