- ¿Qué querés que te diga, Jorge? No sé si hice bien o mal.
- Mirá, Rubén, vos sabés que sos mi mejor amigo. No te voy a juzgar. Lo que importa es cómo te sentís vos ahora.
- Y… yo estoy bien. La verdad es que me gustó, je.
- ¿Hacía rato que no te mandabas una de las tuyas, no?
- Uhhh, ¡¡ya casi no me acordaba cómo se hacía!!
- Jajaaa. ¡Qué hijo de puta!
- Es que en serio, Jorge, uno va olvidando todas las sensaciones que vivió de pendejo. Te vas como oxidando, ¿viste?
- Te entiendo, negro.
- Y te juro que no lo hice porque estoy mal con la Luisa. Nada que ver. Si estamos re bien.
- Aparte tu mujer es una mina bárbara. Te bancó todas las cagadas que te mandaste de guacho.
- Sí. Tiene un aguante…
- Bueno, che, contame cómo fue todo.
- El sábado me escapé. Le dije a la jabru que me iba al club a jugar a las cartas y a mirar el partido de Racing. Me puse la campera negra.
- ¿La de cuero?
- Sí. La que me regaló el gordo Villar.
- Me acuerdo. La que tiene la cruz de Motorhead en el bolsillo.
- ¡Exacto! ¡Qué memoria que tenés! Bah, siempre fuiste así.
- Bueno, dale. Seguí.
- Bueno. Empecé a caminar por la costanera. No andaba nadie. Hacía un frío bastante cojudo. Dos o tres parejitas se estaban matando en los autos, pero por la calle no se veía un alma. Entonces subí por Rivadavia como para volver más tarde. Justo que estoy subiendo, la veo. Venía caminando, solita, con los brazos cruzados en el pecho por el ofri.
- ¿Cómo era?
- Linda. Morochita. Veintialgo.
- ¿Y?
- Justo venía por mi vereda. Me hice el boludo, carpeteé que no viniera nadie y cuando se me cruzó la manoteé de un brazo y la aplasté contra la pared de la facultad. No pataleó. Se quedó quietita mientras la estrangulaba.
- ¿La dejaste ahí?
- No. La tiré al lado del alambrado de la cancha de rugby.
- Ni te gastaste en cortarla un poco.
- No, no daba. Aparte estaba medio cagado. La falta de práctica, ¿viste?
- Y, sí. ¿Qué hiciste después?
- Me fui tranquilito para casa. Por el camino le pregunté a unos pibes como había salido la academia por si la Luisa me preguntaba. Lo que estuvo bueno fue que la minita tenía una cadenita de oro. Fina, delicada. Se ve que la familia o el novio son gente de guita.
- ¿Se la afanaste?
- Pasa que me viene bien para la nena. Ahora en febrero cumple los quince.
- ¡¡15 años cumple Lourdes!!
- Sí, boludo. ¿Cuántos querés que cumpla? Si es del 92.
- ¡¡Pero qué viejos nos estamos poniendo, loco!!
- Y… vos no te das cuenta, pero el tiempo pasa.
- Ajá.
- Dame un pucho, che.
- Tomá.
- No, dejá. Te queda uno solo.
- Agarrá, agarrá. Yo ahora voy y compro.
|