Sé que no puedo vivir sin alimento pero tampoco sin palabras. He estado expuesta a una hambruna la semana pasada, sí, ya sé que las palabras
abundan pero no todas tienen valor nutritivo. Me gustan las que esconden sorpresas, crujientes, sabrosas, de esas que te hacen relamerte de sólo pensar en ellas, ummmmm!!!
El hambre viene cuando te vuelves caprichosa y encima no sólo quieres palabras jugosas, sino con denominación de origen. Por querer tanto, al final te quedas con un inmenso silencio. Un hueco en el estomago imposible de saciar ¡Es que no se puede ser tan exigente!