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Un presentador: Gracias por los halagos
Halagar y sentirse halagado por un segundo eterno o en la vida efímera. Sentir la sensación de haber encontrado una razón para que se fijen en nuestro hablar, en nuestro decir, quizá en nuestro pensar y por qué no en nuestro ser. Ofrecer y recibir esa muestra de afecto y admiración, adular o deleitar, palabras simples que agigantan al pequeño corazón. Nos deleitamos con la crítica y nos sonrojamos con el halago más simple que genera una vaga sonrisa en nuestro rostro, que luego se borra dejando un brillo cristalino en nuestras pupilas, que vuelven a buscar respuesta similar en aquella persona que nos observa, que desde cerca nos mira. Ilusión, fama y cansancio, pasajeros de un tren que aún no se ha detenido y que entre el viento y sin demás testigos, ha dejado su huella imborrable en el tiempo con halagos y palabras que no buscan alivio.
Y luego una multitud de pocas personas concentra su silencio y sus miradas en alguien que les habla, en quien les cuenta lo cree, aquel que les trasmite lo que siente y que no busca palabras de aliento pero tampoco las evade, porque cuando expresa siente y cuando se calla la tristeza poco a poco lo invade. Halagado me siento con el solo hecho de que reconozcan mi defecto más visible, pues al menos, alabado o criticado, alguien se ha fijado por un momento en mí y ha estado de este mismo lado.
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Texto agregado el 05-09-2006, y leído por 337
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