No quiero escribir novelas largas y complicadas,
ni cuentos cortos pero demasiado largos
que intenten resumir mi ruina,
nuestra ruina.

Quiero cantar con los pájaros,
quiero tocar la segunda guitarra,
esa que acompaña al solo magnífico que
sus manos de seda regalan a los oídos,
nuestros oídos.

No deseo resplandecer ante las multitudes
ni devorar un fugaz encuentro carnal con ella,
la de los ojos que brillan al ritmo de su canción,
nuestra canción.

Mi escupo lo tiro al viento,
viento que solapa mi burocrática embiraguez.

Si nos ponemos a pensar,
esto es vida, cada letra eyaculada en el papel virtual,

cada gota de sangre derramada en el vaso pronto a llenarse.
Es el orgasmo diario.
Felicidad casi consumada por mis entrañas
y dibujada en tu sonrisa imposible.

Te amo. Amo escribir. Amo beber.
Amo al hijo que no es mío
ni tuyo ni jamás nuestro.

Ese hijo bastardo es al que amo:
lo amo con todo mi corazón,
puto indescifrable de innumerables errores
y grandes aciertos como articular estas maldiciones
que bendicen al carnicero raudo que cubre mi ser.

Un salud por eso y mucho más,
por sus besos y ojalá,
por su mirada radiante alumbrando mi degeneración
divina.-