He aquí un gran descubrimiento que revolucionará la humanidad entera: ¡Golpear el monitor cuando el sistema se bloquea no funciona en absoluto! No crean que no he experimentado lo suficiente: Pueden dar fe mis adorados ratones de laboratorio: El reloj despertador, ese cretino hereje, ha tenido su merecido, y sigue sonando sin compasión alguna a horas tan poco santas con su ronca carcajada burlona que me mira y me señala desde el tocador de enfrente. El teléfono que repica y no contestan, la ventana que decidió nunca más volver a cerrar… los recuerdos que se atosigan en mi cabeza y los golpeo diariamente contra los extramuros de lo presente y lo pasado. No hay remedio… debo decirlo, golpear, acusar, luchar, no funciona en absoluto.
Aquí voy de nuevo… las teclas del ordenador parecen haberse confabulado contra la redacción de mi informe y se empeñan en poner bloques de cemento… no funciona.
¡Por fin! Las instrucciones de pantalla… en inglés. El problema es que solamente aprendí a decir algo como ¿What your name? Y parece que a mi ordenador no le interesa saber mi nombre. ¿Qué hacer? Tregua… tregua. Voy por un café. Respiro y espero. Voy de nuevo. Bloques de cemento en cada letra… en cada palabra. Aquí va mi defensa: Nací en los gloriosos días del bolígrafo y el papel.
Por la ventana, la lluvia se muestra con una fluidez fácil y desmañada, los hombres corren desalados a los pórticos y el viento mece con furia las hojas de los árboles. Allá afuera. Acá adentro, bloques de cemento son las teclas, bloques de cemento los recuerdos que se acomodan a toda fuerza entre mi cabeza y mi rutina. Bloques de cemento son mis maneras torpes de presenciar cual forastero espectador los nuevos caprichos y maneras de la humanidad.
Heme aquí, aquí apretado entre el ayer y el hoy, luchando con el ordenador, luchando con los días nuevos, luchando con una nueva vida que se aferra con pasión arcaica a un día de ayer que no volverá…. Heme aquí, encerrado… de pie en el umbral, con la mirada fija en el abismo del presente que se encara, se frota las manos y me sonríe sardónicamente como el que más… sabiéndome anacrónico, pobre y desmañado… sabiéndome ajeno… sabiéndome encerrado, como en un cuento….
Pero silencio. Quieto acá. Manos arriba. No se diga ésta, autobiografía. No es un cuento, cansado estoy del “érase una vez…” en el que nací y que me arroja ahora, desterrado, a la magia deslumbrante del hoy enfuturado. Presento ante ustedes, joven concurrencia, mentes ávidas y sabias, el gran descubrimiento que revolucionará a la humanidad… golpear el monitor cuando el sistema se bloquea no funciona en absoluto…
No leerán más argumentos. El sistema ha vuelto a bloquearse y no puedo terminar mi importante informe.
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