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Los estigmas de mi cuerpo no tienen ninguna relación con aquellos que aureolaron la despedida del hombre más difundido en la cultura occidental. Los míos son tortuosos en grado sumo, pero peripatéticos en su esencia. Antes que clavos hendiendo mi cruda piel, son las punzantes picaduras provocadas por los desagradables sabañones. Una de mis manos pende de una cruz simbólica que erigieron el frío y la mala circulación de mi sangre. Son estigmas onerosos, de pecados más bien veniales, huellas cárdenas que provocan la conmiseración de las almas gentiles que me recetan variadas medicinas, cual de todas más radical en su naturaleza, pero cada una de ellas conducentes a liberarme de esta particular pasión que no tiene detrás doctrina alguna que la justifique.
Unas llagas muy desagradables invaden la piel avara de mi mano derecha. Se extienden amenazantes como hordas salvajes y se quedan allí mientras la temporada cálida refulge en los cielos y la temperatura se torna mucho más festiva. Ellas actúan de manera reactiva y no como represalia por alguna prédica mía que indique un corazón comprometido con causas humanitarias. Acá no hay resurrección alguna, sino el ataque frontal con cremas humectantes que van liberándome poco a poco de este singular martirio.
Mi piel tiene la particularidad de ser atacada sin piedad por los elementos; no son clavos ejemplarizadores, repito, sino granos, furúnculos y densas áreas rojizas y hasta una invasión blanquecina en la zona cervical. Son estigmas que agreden por agredir, no me obligan a desdecirme de nada ni a asumir que no soy hijo de deidad alguna, aunque bien recibido habría sido contar en mi parentela con algún dermatólogo que tomará cartas y pomadas en este asunto.
Condenado soy a vivir con mi piel fustigada por erosiones y coloraciones extrañas. A veces pienso que debe existir algún vínculo con Michael Jackson, el apantrucado representante de las huestes estrafalarias. Claro, yo no camino hacia atrás y poca familiaridad tengo con el pop, aunque a decir verdad, vivo mi propio thriller con estos particulares y odiados estigmas…
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Texto agregado el 04-09-2006, y leído por 320
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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04-09-2006 |
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Pero realmente es un estigma tener que soportar toda clase de agresiones en la piel y no de los milagrosos precisamente. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena |
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04-09-2006 |
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Fe de erratas. Sí,ya sé, otra vez el jodido teclado..que le vamos a hacer, o mi impaciencia..
¿ Solución ? Y te lo digo porque conozco a uno que sufrió neurodermitis durante quince años hasta que se liberó de las ataduras que lo enterraban de por vida, y aún no estaba muerto ni mucho menos. Y se acabó el rascarse.
churruka |
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04-09-2006 |
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¿ Solución? z te lo digo prque conozco uno que sufrió neurodermitis quince aöos hasta quese libero de las ataduras que lo enterraban en vida..Y se acabo el rascare churruka |
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