Yo como iba a saberlo ?, no recuerdo si ya era una costumbre o me presenté de improviso al regreso de la universidad, no recuerdo si sabia que Manuel no estaría ahí, que había salido de viaje a San Luis Potosí a entregar unos pedidos, ó llegue buscándote para cualquier cosa, después de todo la amistad no pretexta una visita. Si recuerdo cuando me preguntaste si tenía hambre y yo tuve hambre. En ese tiempo yo trabajaba en el ministerio y estudiaba por las tardes, así que no era raro que me la pasara de largo sin comer, recuerdo que comencé a leer en voz alta algo de Ana Frank, sobre la consabida dualidad moral de la autora del diario, tema sobre el que trabaje esa tarde en clase. Tu solo volteabas a verme desde la cocina fingiendo atención. Ya de tiempo atrás habías aprendido a tolerarme durante aquellas veladas llenas de humo de cigarro y ron en que te concretabas a escuchar como de lejos mientras fingías limpiar la mesa y vaciar los ceniceros. Recuerdo que notaba esa mirada cómplice, la misma que se cruzara con la mía mientras jadeabas buscando una posición más cómoda en el interior del datsun. Mientras yo en la parte trasera trataba de concentrarme en mi pareja sin conseguirlo del todo. Recuerdo los mismos ojos de año nuevo cuando compartimos la única cama disponible y de nuevo nuestras miradas se encontraron un instante antes sin que nuestras parejas lo notaran. Recuerdo que todo se fue volviendo íntimo, nos sobraban palabras y gente, fuimos buscando y encontrando espacios donde nuestros cuerpos se rozaran casualmente. Nuestras manos fueron la avanzada, siempre los son, se buscaban debajo de la mesa y se encontraban en la pequeña cocina o en el coche, luego, con estudiado ademán dibujar tu cara, tus cejas y pestañas de negro, disimular las sombras y como con pincel tus labios de rojo, fingir que se corría (nunca fallaba) y detener el dedo en tus labios que se entreabrían para disimular un beso y abrir las puertas. De modo que no fue nada extraordinario que aquella tarde yo estuviera ahí, comiendo de tu plato mientras te sentabas frente a mí con tu mirada desnuda de culpas y tu infalible pantalón de mezclilla rojo. Como carajos iba yo ha saberlo, si la tarde se hizo noche y la noche madrugada entre versos de Sabines, nuestros cuerpos desnudos y una copa de vino convirtiendo madrugada en amanecer. Como iba yo a saber que mientras bañaba tu cuerpo a besos y a besos bañabas mi piel, nos sorprendería el día y Manuel, mujer contra mujer.
© Francisco Valencia
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