Se alejó de mí mientras dormía,
cuando no sentía,
cuando aún callaba.
Se llevó en el bolsillo su risa,
y aquellos ojos de luna,
se lo llevó todo
mientras podía
cuando todo le pertenecía,
mientras yo era suya.
Y me dejó sólo sus heridas,
aquellas que ni dolían
junto con las mías,
las que se sentían.
Y me retorció con sus palabras,
y me ahogó entre sus recuerdos
y me quedé esperando,
perdida en las tinieblas
abandonada entre las sombras.
Y ahora siempre es de noche
sin aquellos ojos de luna.
Y a veces lloro
entre silencios propios y ahorcados.
Y a veces sueño
cuando aún le tenía.
Y pienso…
si me quiso...
por qué éste dolor,
por qué me arrancó
despacito la piel
para hacerse un disfraz?
Hubiera sido mejor no haber sentido su amor,
que no hubiera probado mi sal,
que no me hubiese alcanzado dentro,
porque me siento incapaz
de olvidar lo que sentí,
esos dedos que acariciaban
hoy son recuerdos que se clavan;
incapaz de perdonar
su boca ausente alocando mi cabeza,
su voz culpable de mentiras inventadas,
y yo, más culpable por creerle,
por convencerme.
Ahora cambio el dolor por el miedo,
la ira por rencor,
la confianza por el desamor.
Todo se hiela ahora,
en este momento que escribo
y que hago mío,
aquí dentro y no más suyo.
Cambió a su antojo lo que soy,
ni agradezco, ni perdono.
Va renaciendo la mujer que ya no ve,
aquella que fue y se dejó perder,
la que quiso sin saber,
y la que poco a poco
va cambiando esos ojos de luna
por días de sol.
|