El pez grande se come al chico
Hoy les traigo un tema puntilloso. Un tema tratado desde el humanismo que me caracteriza y entendido como parte de este proceso de crecimiento integral y comunitario dentro del espacio que compartimos.
Si bien es cierto, desde hace mucho tiempo he sido abanderada de lo que se conoció como la “Ley del Más Fuerte”, creyendo que entre más fuerte me mostrara al mundo más difícil sería que pudieran eliminarme. Pero si de algo puedo estar orgullosa no es de esa fuerza aparente que demuestro (una más de tantas máscaras), sino de la capacidad de auto evaluarme y replantearme.
Acontecimientos de los últimos tres meses en mi vida personal me llevaron a tratar de comprenderme a mi misma y, a través de ello, comprender un poco más de la condición humana que siempre ha sido la batuta de mis inquietudes. Por esta razón hoy retomé un tema que dejé hace casi 8 años en el limbo, para que ustedes lo mastiquen e intercambien sus comentarios enriqueciéndonos.
Darwinismo social
El Darwinismo Social es una escuela sociológica de fines del siglo XIX que extendió las ideas del naturalista inglés Charles Darwin sobre la evolución de las especies por medio de la selección natural a la evolución social de la humanidad, confundiendo la biología con la sociología. La absolutización de la tesis sobre la lucha por la existencia y su extensión a la vida social conduce a la negación de otra tendencia del desarrollo de la naturaleza: la solidaridad dentro de la especie y la ayuda mutua. El darwinismo social se entrelaza con la escuela antropológica racial, estimulando la agresividad en la conducta del ser humano, transformándolo de hermano en enemigo y rival de sus semejantes. El darwinismo social es un caso típico de antihumanismo, ya que divide artificialmente al género humano, azuzando a unos contra otros, justificando las guerras fratricidas y la opresión.
Sin embargo, teniendo en cuenta de dónde parte esta escuela, es necesario comprender que la conciencia, en su camino evolutivo, debe cumplir con el precepto de proliferar, adaptándose e imponiéndose sobre las conciencias débiles.
Con frecuencia nos encontramos con personas llenas de temores a lo diferente, expresados en varios “ismos”.
Por ejemplo, el Hombre racional que odia a los hombres de razas diferentes posee una conciencia humana débil puesto que dedica parte de su actividad consciente al dictado obsoleto de sus genes. El hombre que obra enteramente de acuerdo al dictado de sus genes posee una conciencia extremadamente débil. Esta obediencia génica compite contra la conciencia humana por imponerse en los medios que la cultura humana brinda como campo de batalla. Así de simple.
Y es que el sentido común nos hace ver qué tan simple ha sido este proceso adaptativo del ser humano y su conciencia. Porque no es la más fuerte la que extermina pueblos, ésa es - sin duda - la más temerosa y débil. Porque bien sabe que podría ser exterminado en cualquier momento y no tiene la conciencia de su propia trascendencia, por tanto teme profundamente a su desaparición. Entonces, el Darwinismo Social fue mal entendido completamente en sus comienzos durante el siglo XIX. Se entendió como una justificación al miedo. Por que es solo el miedo el que lleva al hombre a destruir al hombre mismo.
Uno de los principales científicos evolucionistas de nuestra época, el paleontólogo norteamericano Stephen Jay Gould, acepta esa verdad al decir que después de aparecer "El Origen de las Especies" en 1859, "principalmente, bajo la bandera de la ciencia, se argumentaría a favor de la esclavitud, el colonialismo, las diferencias raciales y la lucha de clases".
El profesor de historia Jacques Barzun evalúa en su libro "Darwin, Marx, Wagner" las causas culturales, científicas y sociológicas de la terrible quiebra moral del mundo moderno. Es llamativo lo que dice Barzun allí en cuanto a la influencia de las ideas darwinistas:
"... entre 1870 y 1914 en todos los países europeos hubo una facción militarista que demandaba armamento, una facción individualista que demandaba una competencia despiadada, una facción imperialista que demandaba manos libres sobre los pueblos retrasados, una facción socialista que demandaba la conquista del poder y una facción racista que demandaba la purga interna de lo "extraño". Cuando el llamado a la gloria y a la voracidad fracasaba, e incluso antes, se invocaba a Spencer y a Darwin, lo que era, por decirlo así, la ciencia encarnada… El decurso de la vida era biológico, era sociológico, era darwiniano".
Pero yo soy una simple ignorante de temas como este. Yo simplemente vivo y siento y pienso.
Pienso, no tanto en las grandes guerras y masacres, pienso más en pequeñas comunidades como esta. Pienso en que no tengo miedo. Ni siquiera al miedo de los hombres que puedan ser parte de ella. No temo a mi exterminio porque sé que ya trascendí. Que las huellas que he dejado no permitirán que desaparezca. Y, mientras exista un solo ser humano que recuerde mi paso por las diferentes comunidades a las que he pertenecido (familia, compañeros de colegio, empresas, circulo de amigos, etc.), no desapareceré.
El pez grande se come al chico. Pero sin los peces chicos no existirían los grandes. Soy un pez chico y espero que todos seamos peces chicos mientras podamos.
Bibliografía:
1.- Anton Pannekoek, Marxism and Darwinism, Traducido por Nathan Weiser, Chicago, Charles H. Kerr and Company, 1912,
2.- Theodore D. Hall, The Scientific Background of the Nazi "Race Purification" Program
3.- Francis Darwin, The Life and Letters of Charles Darwin, D. Appleton and Co., 1896, vol. 2, p. 294.
4.- Stephen Jay Gould, The Mismeasure of Man, W. W. Norton and Company, New York, 1981, p. 72.
5.- Jacques Barzun, Darwin, Marx, Wagner, Garden City, N. Y.: Doubleday, 1958, pp. 94-95, citado en Henry M. Morris, The Long War Against God, Baker Book House, 1989, p. 70.
Carmen Elvira Posada Rivera
Cali, septiembre de 2006
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