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Inicio / Cuenteros Locales / lanegravernaci / El tío Daniel (I)

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“¿Están durmiendo las nenas?” escuchó que preguntaba la abuela a su mamá en la puerta de la pieza.
El cuarto donde dormían las nenas y Sandra, su mamá, daba a la vereda, lo que permitía que los gritos del tío Daniel se escucharan con total claridad. La oscuridad de la piecita se veía interrumpida por las rayas paralelas de luz de la calle, que entraban por las rendijas de la persiana rota.
Florencia se hizo la dormida cuando la mujer entró para asegurarse de que no hayan escuchado a Daniel golpear y patear la puerta. Pero, ¿Cómo no escucharlo? Hacía un rato ya que estaba rogando que lo dejaran entrar, como hacía siempre que volvía en esas condiciones a la casa donde convivían todos.
Florencia era chica, pero no como las mellizas que eran bebés. Ella ya entendía todo. Por qué la abuela no quería que su tío entrara a la casa descontrolado y buscando alguna excusa para enojarse. Por qué los cubiertos en la cocina estaban en un cajón bajo llave. Sabía que en un rato la abuela amenazaría con llamar a la policía y que Daniel le prometería siempre al día siguiente que no lo iba a volver a hacer más.
Las bebas empezaron a llorar con fuerza y su mamá, en un intento de calmarlas, movía la cuna nerviosa con la mirada fija en las rendijas de la persiana. Había dejado la puerta entreabierta por la cual entraba la luz del cuarto contiguo. Viendo a su mamá parcialmente iluminada, Florencia pudo ver que le temblaban las piernas.
Pero afuera el fornido hombre se exasperaba y amenazaba con romper la puerta de una patada. Los gritos se habían vuelto alaridos de voz ronca e irreconocible y cada vez que se escuchaban Florencia, todavía en la cama, se apretaba las piernas fuertemente contra el pecho.
Entre los gritos, se escuchaban los ladridos de los perros de los vecinos y por entre las rendijas de la persiana maltrecha se veían las luces de las casas de enfrente, mala señal. La nena había aprendido que cuando esto sucedía, su abuela lo dejaba entrar por miedo a que llamen a la policía, ya que las veces que se lo habían llevado a pasar la noche en la comisaría había vuelto más enojado todavía.
Ahora se escuchaba que, en la vereda, Daniel golpeaba una botella de vidrio contra la puerta y alternaba amenazas con llanto y algunas frases incoherentes de súplica de perdón. La abuela también lloraba y con la respiración agitada le repetía que se fuera y que por favor las dejara en paz.

Texto agregado el 04-09-2006, y leído por 84 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
18-10-2006 sos (vos) la voz de los que no tienen voz lucana
18-10-2006 Drama que sigue ocurriendo en losteatros de tantos hogares y que deja secuelas de por vida en todos los habitantes de la casa, especialmente en los màs pequeños.Muy bien narrado. doctora
 
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