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¿Alguna vez tuvieron un verano inolvidable, de esos tan divertidos y alocados, que quedan grabados en la memoria como invaluables tesoros de nuestra lejana juventud?. Seguro que si, aunque dudo mucho que alguno de ustedes haya tenido un verano tan extraño como el que voy a relatar...
Recuerdo con exactitud el año –a pesar de la senilidad causada por la vejez-, era 1932 y la ida de la primavera acarreaba detrás un caluroso verano con el cual yo iniciaría mi actividad más esperada del año: mis vacaciones en el campo.
Como todos los años, inicie el ritual que tenía por costumbre que consistía en armar mi bolso de viaje, subir a la camioneta de mi padre, recoger a mi amigo de toda la vida “el sordo”-con su poca agradable costumbre de comer semillas de girasol- , y marchar a una nueva aventura veraniega.
Mientras mi padre fumaba en silencio de camino a casa de mi amigo, yo me dedicaba a pensar cuantos veranos juntos y cuan divertidos habían sido, los que pasamos con el sordo en la casa de campo de mi abuelo. El viejo solía llevarnos de caza, nos perdíamos en el campo imaginando que éramos robinsones en busca de algún tesoro perdido, o simplemente disfrutábamos de las historias que nos contaba con tanto cariño mi abuela.
Pero esta vez era diferente. Sabíamos que era diferente. Mi abuela había fallecido producto de un cáncer de mamas jamás tratado, y mi abuelo había quedado solo...muy triste, casi sin ganas de vivir y con una edad que rozaba los 80.
Estábamos tan seguros de que era diferente, que al subir al camión de mi padre, el sordo me miro con una expresión en el rostro, que alternaba entre complicidad y excitación.
El viaje fue tan monótono como los anteriores. Tranquilo. Con poca charla –mi padre era un hombre de pocas palabras- y atendiendo algunos consejos que nos brindaba mi progenitor. Al llegar a la estancia, nos despedimos de el con un fuerte apretón de manos –en esa época los besos entre hombres no existían- y se marcho dedicándonos una mirada que pudimos traducir instantáneamente –“MUCHO CUIDADO CON LO QUE HACEN”-. Parecía como si conociera nuestras intenciones.
-No le hagas caso-, le dije a mi compinche -¿trajiste los cigarrillos?-
-¡ Claro!, 10 atados para un mes... que te parece?-
Perfecto-, respondí casi sin pensarlo.
El camino hasta la casa era largo, había algunos kilómetros desde la entrada de la estancia hasta la casa, así que empezamos a organizar nuestro plan de manera que se ejecutase lo más perfecto posible...
- El viejo esta solo y muy triste, sufre algunas enfermedades del corazón. Por lo tanto no creo que sea muy difícil-.
El sordo dejo escapar una pequeña sonrisa al tiempo que los amarronados ojos le brillaban de excitación.
- A mi padre no le importará, el viejo nunca lo acepto como marido de su hija, mi madre se pondrá un poco triste, pero nada más. Jamás sospecharan nada...
Seguimos un rato en silencio, caminando por el pasto mientras nuestras mentes flotaban en una inmensa marea de fantasías. Al llegar a la puerta de la casa, cruzamos la verja, y cuando me disponía a entrar, mi abuelo me propinó un susto de muerte
- ¡ Hola Cóne! –Así me llamaban desde pequeño- ¿cómo estas?!?-. Y propinándome un abrazo digno de un joven lleno de energías, bufoneo a mi compañero,
- Eh, sordito! Vas a entrar o tenes pensado pasar todo el verano afuera?!?-
El sordo me miraba con los ojos desorbitados por la sorpresa; el viejo enfermo de tristeza y del corazón había mutado en una persona vigorosa y enérgica, ante mi sorpresa y por supuesto la de mi amigo. Estábamos totalmente petrificados viendo como saltaba y reía ese anciano, devenido en adolescente. Enseguida intuyo nuestra sorpresa y dijo casi a los gritos,
-¡ Tranquilos muchachos!, se que esperaban encontrarse con un viejo senil al borde de la muerte, pero gozo de más vigor que ustedes...jejeje!!.. y como son mis favoritos voy a contarles mi secreto: Eh conocido a un amigo, Julián, quien me proporciona diariamente una bebida energizante, que logra que me sienta cada día más joven. Se que suena a mentira, a fábula, pero les juro que es verdad. Ustedes mismos lo están viendo.-, contaba ante nuestra atenta mirada.
- Es un gran amigo, y lo hace solo por nuestra amistad y un poco de comida todos los días... Espero que sea nuestro secreto.-
Era difícil creer esa historia –yo diría imposible- pero no había otra explicación a su repentino perfecto estado anímico y de salud. Pero eso no era lo importante. Sea una historia verdadera o una fábula, sabíamos que ese nuevo amigo de mi abuelo complicaba muchísimo nuestros planes.
Esa noche, el sordo y yo hablamos muy sobre lo sucedido y acerca de nuestro plan, un poco aturdidos por la sorpresa y muy cansados por el viaje. Termino sus últimas semillas de girasol, apagamos las luces, y enseguida estábamos durmiendo.
La mañana siguiente comenzó de forma bastante rara. Mientras bajaba las escaleras dispuesto a desayunar, una bestia peluda se cruzo saltando delante de mí, y a pesar del miedo –o mejor dicho, a causa de el- tome una escoba que estaba a mi lado y corrí a darle un golpe de muerte. Cuando estaba a punto de atizarlo, un grito paralizo todos mis tensionados músculos
-¡Espera!¡ no lo hagas!- grito mi abuelo al tiempo que corría a proteger con un abrazo a la peluda cosa, y antes de que pudiera decir algo el viejo comento
- Este es Julián, el amigo del cual les hablé-.
Comencé a oír unas carcajadas que soltaba el sordo espiando desde la cocina.
Un mono. Si, el amigo de mi abuelo era un simple mono.
A pesar de lo grotesco de la situación, me había alegrado bastante pues el echo de que quien complicaba mi plan era un animal, volvía a facilitar las cosas.
Esa mañana mientras desayunábamos, mi abuelo nos contó una historia, la cual le había sido contada a el por antiguo dueño del mono. Le había dicho que ese mico era especial, pues era un animal sagrado y quien lo matase desaparecería en su forma física, y su alma habitaría el cuerpo del mono. Lo sabía porque su compañero había matado una vez al mono, y ahora habitaba el cuerpo del mismo.
Me detuve un instante a mirar la montaña de cáscaras de girasol que había juntado el sordo, sonreí y pregunte
- ¡Je!, ¿y como sabe tu amigo que su compañero habita el cuerpo del bicho?-. Y con una sonrisa picara el viejo respondió
- Porque el único que sabía el lugar donde se encontraba la bebida energizante, era el...-
Todo parecía un chiste, un cuento repleto de fantasías, y después de meditar agregue;
- Si ese mono era su amigo, ¿por qué te lo regalo, pudiendo quedarse con el secreto de la bebida mágica?-
- Porque fue el mismo quien ordeno a su amigo que mate al mono, por lo tanto en su conciencia, el alma que habita este ser sabe que esta atrapada por su culpa, y se niega a entregarle la bebida, pero este hombre prometió que si yo lo cuidaba como a un hijo, me daría gustoso el elixir... y como verán, cumplió.- Dedico una mirada casi asqueada al sordo que seguía aumentando de tamaño la montaña de cáscaras y continuo,
- Si un día de estos están aburridos y faltos de aventuras, intenten seguir a Julián al lugar de donde trae la bebida, verán que es imposible. Este animal tiene la inteligencia de un ser humano.-
Luego, terminamos de desayunar en silencio.
Esa tarde hicimos un cambio de planes: antes de matar a mi abuelo, debíamos liquidar al maldito mono. Estaba seguro que la mejoría anímica y física de mi abuelo se debía a la compañía del animal, y si hallaba muerto al mico, posiblemente moriría de un infarto, ahorrándonos al sordo y a mi la desagradable tarea de poner veneno en su te, o cambiar sus pastillas por algún raticida potente. Ya teníamos ambos 20 años y nuestra intención no era trabajar y estudiar, sino vivir cómodamente con la plata que mi abuelo tenía escondida en el piso debajo de su cama, y de la cual solo nosotros 2 conocíamos su existencia. Nadie sospecharía de nada. Era el plan perfecto.
Con el correr de los días, empecé a ver que la actitud del mono era tan humana como la nuestra; varias veces intenté seguirlo hacía su excursión al campo en busca de la bebida de la juventud, pero siempre se las arreglaba para escabullirse. Era demasiado inteligente. Nunca se quedaba a solas con nosotros, ni siquiera se nos acercaba lo suficiente como para poder atraparlo y liquidarlo, como si supiera de nuestras intenciones, y cuando estaba con mi abuelo nos regalaba sonrisas burlonas, mostrando sus enormes encías y sus sucios y amarillos dientes.
Debíamos encontrar alguna manera de engañarlo, pues los días se estaban acabando. Le ofrecimos desde comida hasta dinero, pero el solo nos ignoraba y se mantenía lejos. Hasta que un día lo descubrimos.
Esa tarde, el sordo estaba masturbándose –lógico para púberes de nuestra edad- y en un segundo de desconcentración, vio al mono espiando por la ventana, con los ojos como intentando salírseles para afuera y la lengua colgando y babeante de la excitación. Intentaba masturbarse imitándolo, pero sus torpes manos no lo lograban. Trataba de copiar sus movimientos, pero era inútil. El sordo un poco asustado, pero sabiendo que debían usar cualquier artimaña para acercarse al mono, dejo sus tareas manuales y corrió a contarme lo sucedido. Para esa noche ya teníamos un nuevo plan : uno de los 2 ganaría la confianza del mico enseñándole a masturbarse, y cuando este completamente convencido de su amistad, lo asesinaría.
Por supuesto que el fue el agraciado que debía llevar a cabo el plan, pues el dinero era de mi abuelo, y por supuesto también era mi plan.
El sordo procuraba masturbarse todos los días- varias veces al día- y dejaba que el mono lo vea. El animal intentaba desesperadamente copiarlo, pero era demasiado torpe y se le hacía imposible.
Una tarde en la que mi compinche se tocaba y el mico lo observaba, levanto lentamente la mirada, y viéndolo a los ojos le regalo una sonrisa. La bestia estuvo a punto de huir despavorida, pero al ver la amistosa sonrisa del joven, se lo quedo mirando sorprendido. Mi amigo comenzó a darle clases de masturbación al mono, que lo observaba atentamente pero sin resultados favorables.
En el momento en que gano su confianza, el sordo le hablo amablemente y el animal pareció comprenderlo perfectamente. Le dijo que si se quedaba quieto, el mismo lo masturbaría, y así aprendería como hacerlo. Ante mi atenta mirada –yo espiaba toda la escena escondido- descubrí que el mono era más inteligente de lo que yo creía y había entendido todas y cada una de las palabras que mi amigo le había dicho. Lo había esperado quieto en su lugar, y con un poco de susto lo miraba desconfiado. El sordo se acerco con una actitud sospechosamente amistosa y mientras le daba la mano –y la bestia le correspondía con un apretón- le explicaba que el con gusto lo masturbaría, para que pueda aprender de una vez por todas como hacerlo.
Creí que mis ojos se saldrían de sus orbitas al ver lo que vi esa tarde: el mono primero con una actitud nerviosa y tensa, pero luego muy relajado, se estaba dejando masturbar por mi amigo. Sabía que el sordo era ambicioso, pero no creía que pudiera llegar a tanto. El mico chillaba de placer, babeaba y los ojos le giraban como 2 canicas descontroladas, mientras rascaba la tierra con las peludas manos...y en el momento en que llegaba al éxtasis total y parecía que todo concluiría con un bizarro orgasmo, apareció mi abuelo al tiempo que el sordo sacaba un enorme cuchillo de su cintura. Quise gritar, quise correr a detener al sordo en un instante de arrepentimiento, pero la situación me superó, y mientras mi compinche arrancaba trozos de piel y carne con el enorme y filoso cuchillo, mi abuelo moría de un repentino ataque al corazón. Caí al suelo de rodillas, observando anonadado la espantosa escena que tenía frente a mi, y cuando el sordo pareció volver en sí como si repentinamente hubiera salido de un macabro transe, comenzó a vomitar por lo que había echo. Luego corrió internándose en el campo, gritando y sollozando. Esa fue la última vez que vi al sordo.
Esa noche enterré al mono y llame a una ambulancia para que venga por mi abuelo. Estaba tan shockeado por lo ocurrido, que olvide la plata y me fui a casa con mis padres.
Seis meses más tarde, cuando la desaparición de mi amigo fue clasificada como “fuga del hogar de un adolescente rebelde”, volví a la casa de mi abuelo con mi padre a recoger algunas cosas, pues el campo había sido vendido y ya no tenían esperanza de que el sordo apareciera. Y mientras mi padre buscaba algunos objetos de valor sentimental, fui a la habitación que alguna vez fue la de mi difunto abuelo, y mientras tomaba coraje para revisar debajo de su cama y encontrar el ansiado botín, vi algo que jamás podré borrar de mi mente: Sobre la ventana abierta, había un mono negro y peludo, idéntico al que el sordo había matado, mirándome con rabia fijamente a los ojos, y una montaña de cáscaras yacía junto a el, mientras comía gustosamente un puñado de semillas de girasol. Salí corriendo como si hubiese visto al mismísimo Satanás, y nunca más volví a esa casa.
Hoy a los 72 años, encerrado en un asilo para acianos, aun tengo pesadillas con el mono, y a veces sueño que me trae el agua mágica de la juventud.
Puede haber historias de verano inolvidables, de esas divertidas y alocadas, pero dudo mucho que haya otras tan extrañas como esta.

Texto agregado el 02-09-2006, y leído por 1264 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
02-09-2006 Predicador: Muy buen relato de una fantastica aventura. Suspenso y horror. Ese mono da para mas historias. Felicidades. maj
 
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