8.000 años atrás:
El planeta estaba seco, totalmente seco. Carecía completamente de recursos naturales, las formas de vida estaban casi extintas. Tan solo quedaban algunos pequeños espacios de tierra estéril, árida…muerta. Ya no había vuelta atrás, no había manera de salvar al planeta, y tan solo quedaba una opción: sucumbir ante el virus.
Había comenzado lentamente, con una paciencia inconcebible. Pero esa era su virtud, la paciencia. Un virus paciente y asesino, que había comenzado su trabajo 8.500 años atrás, y lánguidamente había devorado todo a su paso. Engañando a las formas de vidas habitantes del lugar, les había echo creer un cuento de evolución y grandeza, creciendo día a día con su ayuda, ocupando lentamente cada espacio del planeta, secándolo, destruyéndolo, quitándole la vida.
Nadie se oponía a su desarrollo, pues se suponía que este fatídico virus era positivo para los habitantes del lugar, los cuales ciertamente no lo consideraban como tal sino como una bendición, una creación de ellos mismos. Orgullosos en lo más profundo de su alma, estos seres erigían inmensos pedazos de virus y los mostraban con orgullo, jactándose de ser los creadores, los dueños, los genios que contribuían al desarrollo de su vasta sociedad.
Sin darse cuenta del grave error que cometían, favorecían a la destrucción de su planeta y al desarrollo de su engañoso destructor, el cual crecía lentamente alimentándose de el, succionando su jugo de vida, sus recursos naturales, la vida misma del hogar de los pobres seres engañados y prontos a desaparecer.
El día que estos pobres seres (tan solo algunos), se dieron cuenta del terrible engaño al cual habían sido sometidos, fue muy tarde. El virus los había destruido, había marchitado completamente el planeta, y tan solo quedaban algunos habitantes con vida. Los pobres perdieron instantáneamente las esperanzas, pues que esperanzas podían tener, si ya no había tierra la cual labrar o cultivar, no había ríos o lagos de los cuales beber… no había planeta el cual restaurar….
Cuando ya no quedó ni un ser vivo en el planeta, el virus comenzó a hablar con sus partes, en su extraño idioma, en su incomprensible forma de comunicación;
-“Creo que ya es hora de irnos, este lugar ya no tiene alimentos para ofrecernos, ya no podremos replicarnos…debemos buscar otro huésped joven, lleno de vida, que nos ofrezca miles de años más de existencia…”-
Enseguida con sus inexplicables dones, detectaron un planeta muy joven, lleno de vida y fulgor, el cual le proporcionaría lo necesario para poder replicar su material genético y poder seguir subsistiendo.
Y así, este virus llamado “ciudad”, se dirigió a un nuevo planeta: el tercero más cercano al sol, con un hermoso satélite color plateado, y abundante agua y tierra. Lentamente se esparciría por todo el lugar engañando a sus habitantes, haciéndoles creer un cuento de evolución y grandeza, logrando que los pobres seres engañados los ayuden a replicarse, construyendo chozas, casas, edificios, rascacielos, autopistas, shoppings... Y enceguecidos por su creación, morirán remisamente sin darse cuenta, que el virus “ciudad” sera quien los destruya.
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