–No tenía hermanos ni hermanas. Mi única hija. Supongo que eso hace las cosas un poco más fáciles.
Ray caminaba con la cabeza descubierta y agachada, las manos hundidas en los bolsillos del abrigo. Se estremeció. El aire nocturno de Roma era cortante, el invierno se avecinaba. Ray pensó que las cosas no eran más fáciles por el hecho de que Peggy fuera hija única. Ciertamente no parecían más fáciles para Coleman. La calle por donde caminaban estaba oscura. Ray alzó la cabeza en busca de algún rótulo con el nombre de la calle y no lo encontró.
–¿Sabes adónde vamos? –preguntó.
–Allá abajo habrá taxis –contestó Coleman, señalando con la cabeza.
La calzada se inclinaba hacia abajo. El sonido de sus pisadas se hacía más agudo cuando los zapatos resbalaban un poco. Ray apenas daba más de un paso por cada dos que daba Coleman. Coleman era bajo y tenía una forma de andar rápida y brusca, balanceándose. De vez en cuando el humo del cigarro, amargo y negro, que sujetaba entre los dientes llegaba a las fosas nasales de Ray.
continuara---
Texto agregado el 01-09-2006, y leído por 214
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