-Avisame cuando estes lista_ dijo Leo
- Sí, me quito las braguitas y tomo el paraguas y lo hago girar - así te gusta.
Leo me persigue con su lapidaria sabiduría, su bonhomía de hablar políglota, su engalanado cerebro privilegiado, de tantas profesiones adquiridas.
Yo voy sumisa, a su encuentro, ni bien recibo mensaje en mi celular. Mis feromonas desatadas, mis glándulas supodríparas segregando mas de lo habitual. La excelencia de mis latidos, acelerándose a medida que se acerca la hora.
Oh!, me pondré el Very irresisitible de Givenchy, que no menguará para nada el aroma que exudan mis axilas.
-¿que me pongo?
Abro el placard, remera roja escotada con soutien push up, una tanga roja de finas líneas entrecruzadas atrás en mi trasero. El forastero en mi imaginación no tiene límites. Las fantasias mas impúdicas parafraseando lo frenético. El y yo entrealazándonos, la cadencia, el ritmo, el movimiento y el éxtasis.
Labios contra labios, labios contra oidos, contra ombligos, contra lo cóncavo y lo convexo. Huellas dactilares, húmedas, rociandolo todo con salobre sabor. Revelación de los cuerpos acoplados, sudorosos y (la ese me susurra sibilinamente en mi oido) libidinosamente embarcados en espumas turbulentas verdiazuladas.
Todo es una película en mi mente con acercamientos alejamientos y desplazamientos, claroscuros y sombras chinescas.
Me exaspera la expectativa del encuentro intimo, calido, afectuoso.
Mientras trabajamos juntos ( es mi jefe) nuestras complicidades no tienen límite ni resuello. Viajamos en taxi y su mano roza calidamente mi entrepierna palpitante y no puedo disimular mi inmenso rubor. El taxista espía por el espejito retrovisor, atento y discreto.
Mis zapatos me elevan del suelo, así como los pensamientos me elevan al elixir del amor.
Ya son las 11. Subo el ascensor hasta el 5to piso. Leo me abre la puerta.
_Hola, me dice aplicandome un sonoro beso _
_Te presento a Caro, mi esposa_
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