I
El Pensamiento cuando se encuentra listo vuela, como el ave que nace libre, sobre mesetas, montañas y valles; lo hace como si no necesitara aprender a surcar el cielo; pareciera no requierir aprehender lo que ya está a su interior, sólo sacarlo al mundo externo con sus dotes naturales que lo hacen diferente. Pensar es como una planta, cuyo germen se ilumina y brota cuando la luz lo toca; nace en una y en todas partes al mismo tiempo, despeja las sombras y construye su mundo a semejanza de lo más bello que en su camino ha contemplado. Al mecerse sobre los límites de la realidad, parece como si lo sostuviera el viento, y al igual que el águila, planea, auxiliado por los lugares que recorre, sin embargo, no puede ser el aire que lo mantiene en las alturas, más bien debe ser un elemento mayormente etéreo, invisible, pero transparente para la mirada del espíritu que mientras se mantiene en tierra, contempla desde lo alto, un mundo nuevo, diferente y maravilloso que sólo el pensamiento podría comunicar. Las cavilaciones lo llaman, puesto que él no vive aquí, habita lejos; nadie ha sabido jamás dónde, sólo los mitos y las leyendas registran el momento en que desaparece, que se esfuma a la visión de la mente. Cuando el alma se siente melancólica o enamorada, alcanza un modo de ser que llama y atrae la presencia del vigilante de los cielos, quien eleva al apesadumbrado sobre aplomada existencia, como si el padre arrullara en brazos a su hijo, tratándolo de animar y llevándolo a visitar tierras más allá de este cielo; es como si el Pensamiento fuera nuestro guía, nuestro protector, quien nos conecta con la convicción, con la esperanza, con todo lo mejor.
II
La noche parece extender su cobija para cubrir con su negro cuerpo los rincones de la soledad, que se pegan como insectos sobre el alboroto y el bullicio de prisioneros que intentan fugarse de las cavernas de la melancolía nocturna. Una serie de condominios matan el aliento de la libertad; la embriaguez da la cara, dionisios enferma, se interna y arrebata las entrañas de los participantes, locos que aúllan para encubrir el diálogo intenso entre la penumbra con la esquizofrenia de la existencia humana. Las ráfagas de aire violento, vigilan la prisión, rugen con violencia intimidando cualquier corazón débil, chocan entre ellos, se desvanecen, sin embargo vuelven a surgir potentes; como fieras ciegas cuidan las mazmorras donde los prisioneros bailan con las sombras, que les hablan al oído, los seducen y los llevan al éxtasis del deseo. La noche se repite, siempre con la misma dosis de seducción; vampiros al amparo de las tinieblas salen y satisfacen su hambre, encubiertos y mostrando lo que la gente quiere ver, la vestimenta, el rostro, los ojos y la convicción de la esperanza. La sed demoníaca se incrementa; hay voces que corren y permanecen en el inconsciente de los convictos, las que los hipnotizan, los amansan y arrullan, para después robarles un poco de su sangre. Religión y política se unen para clavar los colmillos, profundamente, con tiempo, pues los esclavos alucinan en otro mundo, son limosneros de la noche, quienes nunca encuentran lo que buscan, pues se les esconde, nadie quiere decírselos, son como los irracionales lobos que buscan una presa en la noche, no obstante no se dan cuenta que existen vampiros invisibles que los seducen y despojan del elixir de la vida. Pero qué importa, ser parásito de la sangre es mejor que perecer encadenado en las mazmorras del inconsciente; han perdido la esperanza, no escuchan ni ven; ya no creen en esas utopías; liberados de prejuicios queman sus fauces y enrojecen los ojos que ya no sirven para nada; los rezos están extintos; la transformación está lista, la noche penetra, no sólo en los rincones, sino en la mente, la que ha dejado de llamar al Pensamiento, que se ha olvidado de ellos.
III
En el interior de un departamento, una niña delgada, con finos rasgos mira al horizonte, atravesando cristales transparentes, nota la violencia externa; su imagen en el vidrio denota una profunda tristeza en sus pupilas; se abre el tiempo, se descubre para el interior de sus ojos que buscan la verdad. ¿Qué es la verdad? Se pregunta… ¿en qué féretro reposa, si descansa ahí? ¿Qué es esto que se presenta a sus ojos? La oscuridad se ha adueñado de las almas, corre el vicio y la pesadumbre como humo negruzco que empaña la visión. El tiempo no se había dado cuenta que ésta fémina de silueta simple y alegre le había descubierto, su sueño se vio interrumpido, ella había penetrado a su interior, le había robado su secreto, lo había violado, y la furia empezó a conquistar el corazón de Cronos, quien nuevamente cerró la puerta abierta, y mandó un aire siniestro para que entrara por la ventana de la ladrona mientras dormía –la disidencia debe perecer para que no exista revolución-. decía para sus adentros el amo del reloj.
IV
Ella dormía apacible, con rostro limpio y cuerpo sutil, bajo las sábanas, parecía doncella indefensa en brazos de Morfeo, aspirando el suave aroma del mundo onírico; una sombra emergió y se incorporó a sus pies, la contempló por unos instantes, sólo permaneció inmóvil, ninguna luz la proyectaba, era como si tuviera vida propia, se deslizaba con audacia y sigilo, pero también con sutileza, con maestría; no eran pasos, sino más bien deslizamientos francos y ágiles con objeto de evitar la luz. La silueta se escurrió bajo el cobertor, descubrió el desnudo y sensual cuerpo de Imeón, cuyas formas recatadas se aferraban a la cama, únicamente las prominentes partes emergían del abismo para alcanzar ser alumbradas por la luz somera; parecía un cúmulo de rincones oscuros, cuyos vértices mejoraban en mucho su aspecto. La sombra se unió y confundió con los pliegues de la suave figura cuando ésta se movió, plegó una rodilla y dejó al descubierto su feminidad y pequeños pero duros senos, firmes como si el sueño saliera de su escondite y se integrara a la realidad. El silencio se paseaba por el más recóndito espacio, apagando cualquier indicio de duda, de sobresalto; el suspenso cobraba vida, había algo que tenía que concluir y esto no tardó en llegar, pues el Tiempo descendió sigiloso, con apetito sexual y acopló su miembro dentro de la suave envoltura de la mortal, derramando su simiente; ésta sintió una sutil sensación, no una tortura, sino más bien un placer maravilloso que le proporcionó una sonrisa cálida en los labios; su cara se transformó, pues una nueva fase de ternura fluía. El sueño había cobrado vida, ella lo esperaba, quizá todo había sido una sublime fantasía, no obstante quedo huella, el residuo afloró, ella parió al hijo de Cronos. El resultado fue tan inesperado que el hecho no se podría concebir como hijo de la fortuna; a menos de que hubiera sido planeado, no por ella, sino por el Pensamiento que escuchó los ruegos de la inocente criatura, quien desesperada, pedía quitar la corrupción humana.
El Pensamiento es sabio, pues conocía que el padre muere un poco en el hijo, y que este último debía ser quien desapareciera al malvado tiempo pasado. El corrupto inmortal daba paso a un nuevo tiempo, surgido del vientre de una mortal, Imeón, quien entregó su vida para que la bondad apareciera como luz matutina en este mundo; la fe nuevamente conquistaba los corazones abatidos de una humanidad que a paso lento se transformaba. La fémina mortal se convirtió desde ese entonces en el puente que conecta la noche con el día, le llaman aurora matutina, es la que trae paz y armonía al nuevo día, se mezcla con el aire que respiran los enamorados y demuestra embelezo en cada mujer, cuando en la noche, después de una ardiente velada, éstas quedan preñadas….
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