- Ni siquiera sé si sientes esto.

Acercas una pequeña florecilla blanca a mi brazo. La pasas por mi piel.

- ¿No te tocó?
- No, solo con la flor.
- Fue perfecto.

Sonrío.
Coge el pétalo y comienza a acariciarme con ella la cara, el cuello…

Me pongo tras ella. Cojo su jersey y lo saco por sus brazos.

Me quito la camiseta.

Desabrocho mi sujetador y lo dejo caer al suelo.

Me tumbo enfrente.

Acaricia mis pechos con la flor.

La flor…

Baja por mi vientre.

Desciende.

Los pétalos van diseminándose por mi torso desnudo. Mil sensaciones descubiertas en ese mismo instante.

Ningún contacto entre las dos.

Sonrío. Sonrío. Sonrío.

Y tú, sonríes junto a mí. Me delatas.

Un pétalo blanco, suave y fragante cubre mi ombligo.

Lo miramos. Nuestros ojos se cruzan. Traspasamos esa vergüenza y nos hacemos cómplices.

Soplas sobre el pétalo. Excitación. Río sobre mí misma. Tu aliento cálido me excita aún más.

Llegas a mi ingle, el dulce tacto de la flor se posa en mi sexo.

Increíble.

Te tumbas a mi lado mientras me miras gemir. Mientras sientes como mi ritmo se normaliza y mis labios muestran una sonrisa.

Nos quedamos así, quietos, mirándonos, sin tocarnos.

- Buenas noches, princesa.
- No, aún no te vayas. – dice exasperado. – hablemos de… de… hablemos de pegatinas. ¿Te gustan las pegatinas?