Soy la que se desviste frente al espejo y ve “La maja desnuda” reflejada; la joven que hace footing con tacatá.
Soy la matrona cariñosa en el nacimiento de la muerte; la que cava el agujero
en el entierro de la funeraria.
Soy la cucharilla intentando disolver el Cola-Cao en la leche fría; las preguntas viperinas que envenenan mi conciencia.
Soy la música para los sordos, el color para los ciegos y el corazón de quienes no desean sentir.
Soy el formol donde se conservan los recuerdos que escuecen mis entrañas;
el eco que repite las palabras afiladas que flagelan mi interior.
La heroína huyendo de su sombra, las pupilas del cordero de los ojos degollados, la vegetariana hambrienta mordisqueando el hueso, la sin-techo con dinero en los bolsillos y la vela apagada antes de pedir un deseo.
Esa soy yo.
El gato aferrado a la cornisa con las patas colgando. El gato de maullido afónico, agonizante y tembloroso: “Soy el único con una sola vida, el primero que no caerá de pie. Si la nada es todo, y yo no soy nadie, por qué yo nunca seré todos vosotros, por que moriré sin sentir lo mismo que tú, y tú, y tú...”