¿Pasado? Todo es efímero. Tan irreal como las imágenes tras la niebla. Tan impotente como intentar contener el agua en las manos. Y lo sabemos, pero
seguimos apretando los nudillos con fuerza mientras vemos como los recuerdos se escapan entre los dedos. El agua siempre resbala.

No me gusta vernos en fotos viejas y no reconocernos en ellas. Pero en ese momento tú eras ése. Yo era ésa. Ellos eran esos.

Hoy eres ése, más el chico que sufrió después, más el que se enamoró, castigó, maldijo, cantó, renegó, olvidó, disfrutó... y ahora recuerda con nostalgia lo que antes postergó.
Al igual que cada uno de nosotros, tus amigos. Nosotros, con sumas diferentes, distinto orden de verbos y experiencias. Vivencias que hemos compartido, vivido en la lejanía, contado a través del teléfono o silenciado, porque los gritos nunca tienen la fuerza suficiente para ser el eco que supere la distancia, más aún cuando nos hemos convertido en promesas: “Te llamaré”, “Te escribiré”, “Nos iremos de viaje todos juntos”...
Nunca las promesas sin cumplir son tan bonitas como cuando reflejan una ilusión.
Has tenido mil nombres pero un sólo corazón. Auténtico. El chico que se siente protagonista de cada canción de Los Planetas, La buena vida y ¿recuerdas La habitación roja? “Estaré, como siempre, a tu lado. Como siempre, a pesar de lo que pueda pasar. Como siempre, el final del camino será el comienzo de otro más largo. Creo que ahora estamos preparados para ser mucho mejores”. ¿Lo recuerdas?
Así es la vida, olas que hoy se ahogan en el mar y mañana viven en la orilla.
Así es la vida, un ir y venir ciego en el que no sabemos a dónde vamos.
Esto es así, y siempre será así.

El agua siempre resbala. De mismo modo que tú eres tú, yo soy yo y nuestros amigos siempre serán nuestros amigos.
Eso es lo que siempre nos quedará.
Entonces, ¿por qué echas de menos el pasado si siempre va contigo?