Me duele Francisco “Paco” Urondo
y esa manera suya de hacer poesía,
de encajarme bien adentro un ideal
mostrándome la injusticia cotidiana.
Extraño a don Germán, el de “Gatito”,
ese viejo Oesterheld del “Eternauta”,
que yo esperaba siempre cada jueves
cuando mi viejo regresaba del trabajo.
Echo de menos al señor Rodolfo Walsh,
a sus novelas policiales y sus denuncias,
contra los impecables y sus chanchullos,
y por aquellos fusilamientos en el basural.
Admito que no puedo olvidarme de Cristina,
esa prima atrevida de mi novia adolescente,
con la que compartimos el juego de la copa,
el té de los sábados, los Beatles y la playa.
Y que también extraño a mi amigo del liceo,
ése que era capitán, pero estudió veterinaria,
muerto a tiros por una piba en una esquina,
que creía que matándolo conseguía libertad.
Me vuelve la imagen de mi amigo Juan,
de ese día que salió de la oficina sin saber,
que lo esperaba la muerte de una esquina,
por esa bomba asesina que no era para él.
Me duele el basural de José Leon Suárez,
el campo El Olimpo y el ataque a La Calera,
la Masacre de Ezeiza y aquel Cordobazo,
la ESMA y los fantasmas que la habitan.
Hasta siento la muerte del Lobo Vandor,
–y es decir mucho–, los curitas Palotinos,
las Monjas Francesas y la de esa Madre,
esa primera mujer de pañuelo en la cabeza.
Me acuerdo de todo –¡vaya si me acuerdo!–,
quizás por eso me duele más la indiferencia
de todo un pueblo que hace de un Mundial,
gesta patriótica y asunto de orgullo nacional,
pero se olvida que algún día esta tierra fue
esperanza de pobres, exiliados, fugitivos,
de todos los hombres de buena voluntad,
que llegaron buscando paz, pan y dignidad.
Me duele tanta muerte, me duele la tortura,
me duelen las bombas y las desapariciones,
los hijos que no conocieron a sus padres,
y las abuelas que aún buscan a sus nietos.
Hay días en que no sé qué me duele más:
si la historia trágica de nuestro pasado,
esa forma nuestra de mirar para otro lado,
o la tragedia que nos destine el porvenir.
Un pueblo que no revisa toda su historia corre el riesgo de quedarse anclado en el pasado, sin atreverse a enfrentar el presente e hipotecando el porvenir, que es más o menos así la forma en que lo dijo José Ortega y Gasset, ese pensador, quiérase o no.
Copyright © julio 2006 by Luis Videla (Simon Paterson) |