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Naturaleza Muerta - Daniel Mirácolo


© 2003 Daniel Miracolo
© 2003 NovemberZulu AVMS


¿Sabés?
Yo no sé a ciencia cierta si vos sabés. No se. Hace tantos años que no venís por acá que no estoy seguro de que te acuerdes de mí. A veces, cuando los remedios me dejan la cabeza en mis manos, y no flotando por ahí, me acuerdo de cuando me acuerdo de vos. Pero muchas veces no me acuerdo si te recordé o no. Parezco como si tuviera esa enfermedad con nombre de jerarca nazi ahorcado en Nuhremberg, Alzteinheim o algo así. Recuerdo cuando Flora le preguntó a uno de estos internos sobre esa enfermedad. Parece que te olvidas selectivamente de las cosas. Odias el rojo, pero no te acordás de que color es el rojo. Está bueno. Yo soy de Racing, podría olvidarme que soy de la academia cuando pierde y creer que soy del Manchester, ¿no? Eso estaría bien.
Pero vuelvo al punto. Yo no sé si vos sabés que me acuerdo de vos. A veces me parece que ya me he hecho estos cuestionamientos, pero es que no sabes que poca vida social tengo últimamente en mi cabeza. Estas vos (a veces), algunos médicos y enfermeras, una vez incluso vino mi viejo, pero creo que debía estar durmiendo el sueño de los justos porque mi papá murió en el bombardeo de la Plaza de Mayo cuando lo quisieron voltear a Perón. ¿Que aviones eran? Aermacchi? Gloster Meteor.? Recuerdo que Tomás, el hermano mayor de mi viejo sabía de que tipo de avión se trataba, pero la verdad que yo no me acuerdo. Para mi los aviones son como los chinos, mientras que vuelen, me da lo mismo. Nunca viajé en avión, de paso. Íbamos a ir, ¿te acordás? A Colombia. A esa ciudad puerto, ¿Concepción? No, no era concepción. Me sale Concepción por Concepción del Uruguay, pero no es. Barranquilla tampoco. Barranquilla quedaba cerca, pero no. ¡Cartagena! Cartagena de Indias, ahí querías ir. Pero no pudimos. La semana anterior yo estaba con mareos, ¿te acordás? Me decías que estaba embarazado. Y después aparecí acá. Como los magos, ¿no? Ahora me ves, ahora no me ves.
Hay días en que me dan ganas de hacerte sentir mal y hacerte pagar que no estés acá a mi lado. Pero eso es porque estoy solo y me quedé solo. Te entiendo. Es como querer sentir una emoción edificante por una planta de plástico. Yo me siento como uno de esos gomeros de plástico que había en el hall del departamento de Raúl. Con esa falta de imperfección de las plantas naturales. Con ese manojo de tres o cuatro hojas iguales repetidas hasta la desesperación. Pero bueno, ¿que le voy a hacer? Me salió mal, te salió mal, nos salió mal. Te quiero echar la culpa porque no hay nadie mas a quien echar la culpa y vos me venís bien porque fuiste la primera que dejó de venir. Los demás siguieron viniendo por un tiempo, pero como nunca te mencionaron, ni siquiera hablando entre ellos cuando creen que uno no puede escucharlos, me di cuenta que necesitabas no venir. Lo sentí acá, en las tripas. Y bueno. Así son las cosas, es lo que se tiene. No viniste más, y yo me quedé acá.
¿Sabés? No, no sabes. No podés saber tampoco. Pero ya me cansé de esto. Ya me cansé de este aire lleno de mercurocromo y vendas. Me cansé de darme cuenta si es invierno o verano por como las sombras se estiran y no poder sentir frío ni calor. Me cansé de que cada tanto me tengan que dar vuelta como un jamón serrano. Me cansé de cagarme encima y ni siquiera tener la desgracia de poder olerme. Pero más de nada, me cansé de esta falta de certeza de saber si me acordé o no de vos. Porque, ¿sabes que? Me quita todo. Y me deja esta colección de vacíos con los que no soy nada. Y no te encontré en la vida para ser un depositario de tus espacios en blanco. Me hiciste tan feliz y no soy dueño de recordarte bien. Y desde hace demasiada vida no soy dueño de nada. Ni siquiera de esta común melancolía.
Estuve practicando. Si me esfuerzo, si realmente me esfuerzo, puedo contener el aire más de dos minutos. Estoy seguro que si lo sigo intentando, voy a pasar los dos minutos. Y si paso los dos minutos, creo que voy a poder irme de acá. Así, ¡ZAP! Sin escándalos. Sin enfermeras corriendo como gallinas sin cabeza abrazadas a equipos de resucitación y tacones blancos en los pies. Si paso los dos minutos, voy a dejar de ser una vergüenza para vos y una carga para mí. Y ya con eso me doy por contento. Dejar de ser esta naturaleza muerta tendida en una cama.
Ya va un minuto cincuenta.

Texto agregado el 31-08-2006, y leído por 278 visitantes. (0 votos)


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