La metafísica pierde vigencia en cuanto es sincrónica con una metafísica distinta de ella referente al mismo objeto. Al ser la metafísica una filosofía que crea principios concebibles tan solo de una forma especulativa, éstos son imposibles de demostrar, incluso son estos mismos principios los axiomas que son usados para demostrar el resto de las filosofías (físicas). Supuestamente, estos principios son intuitivamente evidentes o auténticos a priori, sin embargo esta característica no se cumple en el cien por ciento de los casos, lo que puede producir discrepancias irreconciliables. En forma práctica lo recién expuesto significa que en una discusión en la que son principios metafísicos los debatidos, no solo carecerá de solución sino también de argumentos. Por ejemplo: Si un ateo discutiera con un cristiano la existencia de Dios, entonces el postulado del primero sería “Dios no existe” por el contrario el del segundo sería “Dios sí existe”. ¿Cómo puede uno rebatir la teoría del otro? Ése es el problema, ninguno puede probar su punto de vista, aunque no por eso son incorrectos, ya que tampoco se puede probar lo contrario. Dilemas como el anterior hay muchos, sin embargo su verdadera importancia no radica en ellos mismos, sino cuando se basan ideologías enteras con bases distintas y luego se contraponen.
La discusión sobre la Ley de Divorcio ha producido gran controversia en nuestro país. Según la Constitución Chilena actualmente vigente: la familia es el núcleo fundamental de la sociedad, agregando luego que es el deber del Estado resguardar la seguridad nacional, dar protección a la población y a la familia, propender al fortalecimiento de ésta. (Art.1 Inciso 2) De este principio constitucional se derivan una serie de características propias del Derecho de Familia, como establecer que las normas reguladoras de este derecho son de orden público, y como tales, imperativas e inderogables. Esto implica que el matrimonio se rige por leyes impuestas por el estado y que no pueden ser quebrantadas por las personas que lo contraen, ni siquiera por común acuerdo. Es por esto que un hombre y una mujer pueden casarse por iniciativa propia, pero para que su matrimonio sea válido, deben cumplir con las normas establecidas. La ley, además, otorga ciertas funciones a la familia que la convierten en el núcleo de la sociedad: una función biológica o reproductiva, educativa, económica y solidaria. Basándose en todo lo anterior los políticos que estén a favor o en contra de la Ley de Divorcio deben demostrar cómo esta ley perjudica o favorece a la familia, ya que es esa la labor del estado.
Se da como razón para el divorcio la urgencia de favorecer la familia, dando la oportunidad de construir una nueva familia a quien ha fracasado en la primera, permitiéndole un nuevo matrimonio. Pero la realidad es que la aprobación del divorcio destruye la familia, dice el Arzobispo de la Santísima Concepción. Para justificar su ultima afirmación, este importante representante de la religión cristiana en nuestro país da una serie de argumentos, los cuales se pueden separar en dos categorías: aquellos de orden objetivo y aquellos de orden subjetivo. En la primera clasificación podemos nombrar muy pocos: aumenta la pobreza de los divorciados, sobre todo de la mujer y los niños, aumentan los hijos nacidos fuera del matrimonio y también las consecuencias económicas son graves, los hijos de matrimonios divorciados manifiestan tasas mayores de problemas sicológicos, bajo rendimiento escolar y deserción, que se extiende a la educación superior, drogadicción y criminalidad. Por otro lado, los argumentos subjetivos son: cantidad de divorcios aumentan notablemente, baja el interés de los jóvenes por casarse y aumentan las convivencias, es un signo de que una sociedad opta por una cultura en la que prevalezca la libertad entendida como un rechazo de cualquier compromiso, en ella se apoyan otras leyes incorrectas como la despenalización del aborto, igualdad de “género”, matrimonio de homosexuales, derecho al hijo a nacer con cualquier método de fecundación, eutanasia, etc. Es propio dividir así sus argumentos para poder llegar al fondo de la controversia. Aquellos considerados objetivos representan un aporte a la discusión, sin embargo aquellos subjetivos no hacen más que confundirla. Esta afirmación se basa justamente en la capacidad que se tiene para probar todas esas acusaciones, por ejemplo: “aumenta la pobreza de los divorciados”; si se toma en cuenta la experiencia vivida por los países en donde se ha legalizado el divorcio se puede probar que esa situación es real, además si se considera a la “pobreza algo negativo” como un axioma aceptado en forma general llegamos a la conclusión que si es una consecuencia negativa de la aprobación de la ley de divorcio. Al contrario si intentamos desarrollar el mismo proceso con un argumento considerado subjetivo, por ejemplo: “aumenta la cantidad de divorcios”, si se vuelve a tomar en cuenta el proceso desarrollado por las naciones que ya aprobaron la ley se puede comprobar que es una situación real, el problema ocurre cuando se considera al “aumento en la cantidad de divorcios algo “negativo” como un axioma aceptado en forma general. ¿Por qué es malo el divorcio? Si repetimos el procedimiento para cada una de las afirmaciones de esta misma categoría llegaríamos a preguntas similares: ¿Por qué es malo el aborto? ¿Por qué es malo el matrimonio entre homosexuales?
¿Por qué es malo el divorcio? Al buscar respuesta a esta pregunta, que representa toda la controversia respecto de la aprobación de la ley que lo legaliza, volvemos al inicio de esta crítica, al problema inicial: el sincronismo entre metafísicas distintas. ¿Se debe continuar con un matrimonio que hace sufrir a ambas partes que lo componen? Si consideramos la existencia de Dios, y verdaderos sus mandamientos, como base de cualquier otra filosofía, entonces sí es posible llegar a una conclusión. La disolución del sagrado vínculo es imposible, por lo tanto se debe continuar con él, pese a la relación entre sus partes y definitivamente es malo. Quien ose quebrantar esta norma comete un pecado, y por lo tanto arriesga su pase a la vida eterna en el paraíso. Por otro lado, si tomamos en cuenta las bases filosóficas de un ateo, o sea: la no existencia de Dios y por consiguiente lo importante de hacer la vida terrenal algo placentero, podríamos llegar a la conclusión contraria. Si ambas partes están de acuerdo, se debe disolver el contrato de matrimonio para que ambos puedan emprender la búsqueda de otra familia que los complazca. ¿Cuál de ambas soluciones es válida? Ninguna, o bien, ambas. Es imposible defender cualquiera de las dos posturas ya que se basan en principios abstractos que tampoco son demostrables.
En conclusión, luego de todo el análisis recién expuesto, puedo decir que muchos problemas que actualmente se debaten no pueden ser resueltos debido al tipo de argumentos en los que se basa la discusión. En el caso específico de la creación de leyes que afectan a una población heterogénea que puede no compartir los mismos principios básicos es aún más importante que se cuide esta idea, por lo que se deben respaldar con argumentos que por lo menos resulten objetivos para la gran mayoría. En el caso que la controversia aún no pueda ser resuelta se debe recurrir a la democracia, en donde se consideran correctos los principios metafísicos que comparte tan sólo el 50.1% de la población, aunque nunca se debe obviar la libertad de credo y pensamiento de la minoría restante.
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