Mi verborragia se hace aparente cuando destaca mi elocuencia al decir que, te quiero.
Sólo en ese momento, en que la chispa que nace de la piedra, mi corazón, contra el semblante adamantoso de tu negación, dejan ver el abismo que se opone a mí, mi eterna indecisión. Tus ojos avellanados, abrillantados, escasean de sazón, desabridos al encuentro de pedazos escatimados de mí, de mi ingenua egolatría, auto sodomía.
¿Por qué?, mas bien, ¿para qué?, sufro sin razón alguna, en que hermética hierática es tu mejor belleza en donde puedo ver cuál es tu verdadera faceta de cruda realidad, eres fría, te digo, mas no me rindo, nó, te toco y eres suave pero dura, te canto a tus oídos mas no escuchas, escucho y no hablas, eres sorda, ciega y muda. Ya no hay razón, no hay calma ni cordura alguna que valga, pero corro a ti mi amada enamorada, tu piel marmolada me delata a mis captores, sirenas como canciones los trae de rincones con obscuros uniformes. Me agarran, me quitan de ti, nos separan de nuestra iluminada morada, pasando por esa banda dorada que simula separación. No tienes brazos, ni sensación alguna, no eres mas que una simple escultura pero aun así te amo, a Marte, sólo a él mi eterna admiración, que entró a tu lecho, tu nido, mi hermosa Venus de Milo.
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