FINALISTA (17 de Julio):
MENSAJES El primer día de escuela, mi madre quiso saber qué tal me había ido. No le hablé de la lección de Historia Sagrada ni de la pizarra y las tizas de colores; lo que hice fue preguntarle por qué no estaba mi vecino Fernando en la misma clase. Ella me contestó algo sobre las indigestiones que producían el melón con el agua, pero como yo no entendía nada, se impacientó y zanjó el asunto con un :”Además, los niños con los niños y las niñas con las niñas y punto”. Años más tarde, cuando era inseparable de Adelita, vino a soltarme otro rollo sobre las flores y las abejitas. Todo para alejarme de ella, cosa que no consiguió.
FINALISTA del 28 de Agosto:
AVARICIA La tía Eduvigis poseía tres cosas: una pequeña fortuna, un libro de Santa Teresa y una casa de doscientos metros cuadrados en el centro de la ciudad. De niño, yo la visitaba a menudo para conseguir algunas pesetas y la promesa de que heredaría la casa. De mayor, continué visitándola y aceptando los cheques que ella me daba. Pero con la llegada del euro, la tía perdió el control de su dinero. Escribía una cifra que le parecía pequeña y yo no la sacaba de su error. Después de morir, el abogado hizo público el testamento. En él, mi tía había dispuesto que al quedarme yo con el dinero que tenía destinado para el convento, la casa sería para las carmelitas, a las que tanto admiraba.
GANADOR (Y finalista del 17 de Julio):
NOSTALGIA Cuando trajeron al abuelo a casa, dejó de hablar y se quedó varado frente al televisor. A veces, cuando yo volvía del colegio, lo veía con la mirada perdida en la negrura de la pantalla y le preguntaba qué estaba haciendo. Él nunca contestaba así que lo dejaba solo y me iba a mi habitación. Una noche mientras cenábamos, pasaron por televisión la explosión del Challenger. El abuelo dijo: “Valencia”, y una lágrima mojó su piel reseca.
|