Le vi alejarse lento
Regocijando cada segundo
Lacerando mí pecho abierto
Cada vez más arrepentido
El celaje se peleaba
Entre mis manos trituradas
Extrañando su contacto
Condensándome cual río
¡Uno azul! Como tu sangre,
Que bosqueja tu camino

No supliques, ¡mejor un alarde!
No dilapides tus rasgos de terracota
Que tu encanto se volverá impalpable
Sometiéndose al reflejo
De los surcos de mis mejillas
De los azotes de mi piel
De la traición de mis andanzas
De la dicha de mi hiel.

No supliques, ¡no te queda!
¿Me veo hermosa de azul?
¡Coceré mis yagas con tus venas!
Tragaré tu orgullo con desdén
Tu mirada gélida de muerto
De azul, ¡azul de muerto!
¡De cobalto calcinado!
Tan bello y desesperado.

¡Príncipe feliz!
Que bellas son sus manos
Tan vacías, tan sin ser,
Tan expertas, tan bandidas
Como tus ojos, como tus frases,
Como tu risa, como mi ahogo…

¡Deja tus manos en mi cuello!
Así como tú sabes,
Y no sabré si es desconsuelo
O paz lo que me invade,
¡Tú solo espera! ¡Amado mío!
Que falta poco para el letargo,
De tu río azul que nos arrastra
[Hasta que nos carguen otras manos...]