TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / canelodos / CUENTOUR

[C:232453]

CUEN-TOUR
(UNA APROXIMACIÓN AL GÉNERO MAGISTRALMENTE PRÁCTICADO POR EL MAESTRO OVICH)

Cuatro noches han pasado desde el día en que triste y un poco abochornado, recibí la noticia de su boda, Melina se llama, cuando la conocí, no pude evitar alguna comparación con la célebre historia de Mesanina, un poco quizás el nombre y un poco más su condición altiva, atenta siempre a un desprecio imprevisto.
El anuncio al fondo de un tarro de porcelana que Melina me había regalado con motivo de mi cumpleaños, se hizo evidente con la noticia, resaltaba el nombre de la fábrica, y el número que seguramente indicaba una serie de miles exactamente iguales. Absurdamente la leyenda que adornaba el tarro sentenciaba “ERES UNO ENTRE MIL”. Melina era una mujer hiperactiva, en el transcurso de la semana asistía a la Universidad, el fin de semana trabajaba en una nevería, hacía tantas cosas que parecía que el cuerpecito pequeño y delgado no era capaz de tanto. Una noche de verano llegue a recogerla a las nieves más tarde de lo acordado, estuvo molesta durante días, arrojó a la basura un gran copo de nieve de chocolate que había guardado para mí, cuando me comento el suceso, pregunte si llevaba cereza, contestó que sí, que lastima. Algo había en los labios de Melina que llegó a asustarme, tenían el sabor de una dulce nieve que se derrite.

Melina nació el 24 de Junio de 1977, yo el mismo día pero del 78, la tarde en que lo supo me dijo con cierta alegría –juguemos a que nos enamoramos y actuemos como tontos- yo acepte y así lo hicimos, sobre todo lo último. Melina era una mujer morena de cabello rizado y muy negro, odiaba y acostumbraba repetirlo, el sombrero y las botas que yo vestía, entendió después, según creo, que en el norte del país aquel atuendo evocaba la hombría y el honor: cuando reflexioné sobre aquel hecho tan evidente que ella ignoraba, me di cuenta que veníamos de pasados extraños y desiguales.

En los años del descubrimiento pueril de los ya antiguos problemas sociales, que se iniciaban en la educación media superior y superior, nos conocimos, al principio parecían no interesarle las alusiones insistentes en relación a la concentración de la riqueza, la ambición de los intereses particulares de los encumbrados en la política, que se exponían en la Facultad de Derecho; parecía un comportamiento ilusorio del lenguaje de aquella Universidad esencialmente socialista; luego se convirtieron en un elemento común, que nadie parecía entender como una realidad propia. Al paso del tiempo, Melina se atrevía a pronunciar radicales ideas sobre la justicia social, el arte y la cultura; libros frenéticos, a veces artificialmente, comprendían un todo en su conversación. Exacerbaba hasta el agotamiento un prolongado discurso del término de vida natural y de su utilidad, luego las expresiones de alguna perdida de su compromiso y relaciones con la sociedad, la ubicaba otra vez en su nivel; correspondía perfectamente así, a su alusión de imposibilidad, bastantemente alejada de la dicción académica, que constituía el verdadero objeto de su estancia en la idealista Universidad. Pocas veces sentí que causarán un impacto en su expresión las palabras amor, familia, popularidad, salud, su naturaleza era distinta predominantemente idealista: salvo algunos casos locales de injusticia que desequilibraban su concepción universal de la intermediación social y tolerable; la carencia de fuerza y capacidad de los hombres que daban forma a la sociedad que la rodeaba, no percibía la Ciudad como una parte de su vida. Abundaba con poca eficacia en terrenos y en ámbitos monopolizados por intelectuales reconocidos, su medida de las cosas actualizaba en su interior un hermoso desafío moral, un impulso fundamental, para mí, especialmente cierto.
Una tarde contemplando el espejo, queriendo conocerme, como tú me conoces, escuche un tin-tineo, y supe que eras tú que caminabas por ahí, me confesó; -es extraño- le conteste, -por que a medida que me aproximaba a la calle de tu casa, aumentaba un olor a tierra mojada-. Muchas veces he dicho que la he olvidado, ahora recuerdo que no es así; otra cosa que tampoco he olvidado, es la tarde en que me dijo –juro que me hubiera enamorado de tí, si no lo estuviera yá, de alguien mas-, -sí- le conteste, -si hoy no fuera lunes, seguramente sería domingo- me sentí aliviado de sus confesiones.

Melina estuvo comprometida siempre, aún años antes que la conociera, no podría exigirle absolutamente nada, fue talvez un tropiezo, un desliz de mujer liberal, que deseaba saber como quiere un ranchero, inculto, arrebatado y silvestre; llegué a amarla y a sentir tristezas de esas que son esperanzadoras, ¡todo fue inútil! Podrán decir muchos, yo se que no es así.

Dí inicio a éste relato que trata sobre un pueblo, que pronto habrán de conocer, hablando de una mujer; pero tiene una lógica fundamental, Melina es de aquellas mujeres que con su existencia ennoblecen el mundo, su entorno y su pasado y de las que permiten descubrir a los hombres que las han conocido, de donde vienen y lo que son en realidad.

Sus ojos eran negros y turbia su mirada, pero en mis recuerdos de ella, adoptaban un color gris, como el de las hojas secas que esconden una espina venenosa. De cuando en cuando, sonreía al verme callado e interrumpía mi silencio para dar una definición de la distribución del poder en la sociedad, del liderazgo revolucionario, de la amplia victoria de la economía antisocial, sobre la siempre pospuesta ideología anti-autoritaria de la juventud renovadora; amaba la identidad creativa de los escritores, que según su percepción, reivindicaban la sensibilidad del pueblo marginado, eran la única alternativa legítima para interrelacionar la actividad intelectual y artística, y descubrir el cambio social como fin común, decía; -ser reconocido por tu forma de pensar y opinar sobre la justicia de los infortunados-. Quiero darles a todos algo que los haga feliz de algún modo: como cambiar la naturaleza de un animal de monte, llegué a conectarme con un fin de vida extraordinariamente dispar a mi más utópico anhelo, a mi más inalcanzable visión; me vi sorprendido y extrañado, al descubrir lo que a un hombre le puede pasar cuando va por ahí sin rumbo, de una aventura a otra. Conocí seres comprometidos a compartirse con la humanidad, todo cuanto pudiera anhelar saber del odio y la negligencia, de gente buena y feliz, de gente que no sabían quien era yo, que era yo; ¿Por qué? quería conocer a gente buena, ¡o mala!, lugares lejanos, qué buscaba, quería saber quien era Melina, quien era yo a su lado.


Lo que a continuación les digo, será igual de nuevo sólo en mi presencia y en mis palabras, pero servirá de algo, cuando estén de visita en mi pueblo, e identifiquen algo que va pasando.

Cuando conocí el lugar donde Melina había vivido su infancia. Me di cuenta que no se parecía a la imagen que yo tenía de la niñez. Un sábado que no había a donde ir, Melina me invito a visitar a sus abuelos, vivían en un barrio de la ciudad, quizás el más antiguo, resultaba más pintoresco que funcional, estaba construido por vagones de tren en desuso. En uno de aquellos vagones de madera, Melina había vivido hacía mucho tiempo, cuando era niña; talvez por esa razón era tan feliz, la casa se asemejaba a una de juguete, rodeada de una magia angelical, parecía un palacio remoto, que no conocían los demonios. El ambiente de aquel barrio era húmedo y de árboles que parecían haber crecido más de lo normal, aquel vagón era el último, de la calle última, de aquel barrio de ferrocarrileros, aquel cuadro que vía frente a la puerta de su casa daba la impresión de un bosque impenetrable donde alguien se esconde, una breve grama marcaba el final de la calle. En la puerta de su casa nacía también un angosto camino de hierba seca que se confundía en una calle más amplia; recordé una cueva abandonada que guardaba el secreto y la huellas de un animal desconocido, que volvía por las noches a dormir; si la tierra fuera el mar, ese sería el lugar perfecto para buscar una perla.

Siempre tuve una ventaja sobre Melina; que al final de cuentas me sirvió para protegerme del miedo, ella no conoció nunca mis caminos, ni el lugar donde yo me escondía, de los demonios cuando no la conocía y después de su recuerdo.

Les iré contando de ese lugar, de mi cueva, de ese pueblo que es par mí, mi principio y mi destino.

En aquellas épocas de la Universidad, cuando aún convivía con ella, el tiempo marchaba a la misma velocidad en que la amaba, a la velocidad que se desplaza la suerte, empecé a creer en lo que me había dicho, que las cosas no están donde las vemos. La ciudad donde nos conocimos y donde éramos forasteros los dos, no era una fortaleza de luces y concreto, como parecía, era un lago en calma donde la luna se refleja; el lago al pie de la montaña donde nos besamos la primera vez, no era un mar pequeño donde mora el agua de las lluvias, era una puerta que se abre donde empieza un precipicio.

En el amor los hombres estamos desorientados, por que somos como el vagabundo triste que ha muerto cruzando un desierto, a donde lo ha llevado un perseguidor abúlico que no podría vencer y de donde no pudo volver para entregarse, quizás metafóricamente, eso sea el amor.

Cuando te encuentras atrapado en esa fantasía de verlo todo bello, de desearlo todo cuanto tenga que ver con la mujer que amas, empiezas por amar tu propio pasado; reflexionas sobre tus miedos: ¿de que huye el hombre? de lo que teme, ¿de que teme el hombre?, que exista otro igual que él, menos feliz y más agradecido, que lo ayude a llegar a donde iba, que lo haga recordar el lugar donde a echado raíces, para reemplazarlo después.

Alguien describe la omnipotencia de un hombre enamorado, sobre las sombras de su pasado, sobre su vida entera y sobre sus voces interiores, que a veces son música.

Aquella descripción olvidada encaja ahora, en éste estado mío de ver las cosas fantásticas a través del amor.

Esa descripción tal vez sea de mi mismo, puede permitirme una pregunta ¿Por qué ha venido este hombre, donde nada hay?, dice, para cantarle sin distracciones, y lo hace mejor por que no es bienvenido, algo le sucede que ha reído donde no hay nada nuevo, eso es suficiente, para que lo acusen de un delito quizá de haber callado de pronto, pero esto no lo obliga claro, a volver su cueva, talvez sí, a pensar en ella, así son los de mi pueblo, buscando siempre un lugar donde guardar sus recuerdos, seguramente en el pantanal donde surge la noche.

Yo también soy de ese pueblo y Melina ha sido el estupefaciente que me ha traído de vuelta a él, bienvenidos a Sonora, alguien los ha traicionado, descuiden, es aquí donde las madres rezan, se puede decir que están en casa; me dicen algunos; no andes por ahí hablando sólo, miserable desequilibrado, que es los que quieres demostrar y quizás sea, aquella verdad que he descubierto, que yo tampoco señores, estoy donde me ven deambulando, donde han dicho.

Ahora que vuelvo en el pensamiento a este pueblo, he recordado el olor del jabón con que me bañaba en casa de mi abuela, pienso en mi juventud, en mi madre, son tan claras como si no hubieran sucedido, se acordaran ellas quien soy Francisco Nieblas, no estoy en mi día normal aburrido, pesimista, fatídico, vuelvo a ser niño, vuelvo a caer en esta trampa, de saber que hay tantas cosas allá, que me recuerdan como era. Siento ganas de volver a ver los viejos álbumes que hace mucho tiempo tiramos.

Como podrán vivir los hombres en ese pueblo, me pregunto, como un extraño que nada conoce de este pedazo de tierra donde viven hombres tristes, y sé que sobreviven, esperando un tiempo de lluvias que he creído recordar, viven esperando la nube que se transpone cada año, en el horizonte austral donde el mar y el cielo se unen. Yo he nacido en este lugar desolado que en ocasiones visitan los vientos y he salido buscando lo que aquí no existe: este pueblo no es un pedazo de tierra donde habitan hombres tristes como he dicho, es un desierto de noches frías, la playa de su orilla, no es un lobo que lo acecha, es una montaña que lo cuida, su noche la sombra de miles de ángeles desnudos sospechosamente abrazados. Vivir aquí no es una necesidad de permanecer, es una obsesión por dejar de existir lo más despacio posible, a la par del tiempo, es invocar el perdón de un silencio que nos ha condenado, y descubrir al fin, que la historia aquí no avanza; retrocede.

Responde a eso lo que buscan en este relato, les digo queridos espectadores mentales; que lo que les iré contando, es sólo el eco de lo que he vivido, y continúo, este pueblo es la prueba que al hombre no se le puede odiar, por que ha visto reflejado en sus vidas, que Dios existe como este pueblo, dormido he invisible, donde no ha nacido hombre importante, ni rico, donde nadie ha nacido preso; nadie se opone a sus pesadillas aquí, las buscan con gusto, por algún tipo de barbarie que se resisten a olvidar.

Aquí he soñado que existe una mujer a la que he amado y que no he debido conocer, es tiempo que todos lo sepan por que me ha sucedido. Aquí los niños conocen las letras, pero olvidan pronto que unos tienen y otros no, desconocen la propiedad y la deuda, pero saben escucharse en las esquinas, no saben lo que otros hombres han pensado, ni las mascaras que visten, no saben como yo, que las cosas no están donde las vemos, pero gracias a ese espejismo viven.

Leopold, morador de este pueblo, no escuchaba, no hablaba, no veía, era objeto de burlas, pero es el único que supo siempre, que el tropel de caballos sedientos que en las noches llegaba, no eran animales salvajes que morían con el tiempo; eran torbellinos infinitos que cruzan la llanura y que van tropezando.

Este pueblo ha nacido sin miedo, porque es fácil sonreír en él, cuando llega alguien de lejos, sigue imaginando que éste pueblo está donde lo vio y que nada ha cambiado, se olvidan las cosas malas y se magnifican las felicidades, por que alguien optimista regresa trayendo el pasado. Un aventurero desconocido ha realizado un acto de violencia y ha desaparecido el árbol donde se ha colgado, en su lugar se puede ver un hormiguero.

Familias han perdido la razón aquí, pero se niegan a aceptarlo por que así es la felicidad, nos engaña y nos conforta, por que extiende sobre las almas un manto de divinidad una fe incrédula. Los hombres son como niños, no han aprendido a cumplir sus promesas, las mujeres como las flores, adorno y también perfume, deseo irrealizado y martirio, han sido bañadas con suaves brisas marinas las mujeres de este pueblo.

En las madrugadas de invierno, se puede ver la brisa que torna, es fácil confundirla con el humo de la hornilla, por que son pasajeros los dos y por que no encuentran superficie digna donde posar su vuelo. Un día amanece un fuego encendido en cada casa y se sabe que es para festejar el día de la Cruz, se ilumina la cima de su cerro, y la visitan todos con el ánimo de la purificación. Hay costumbres que escapan a los límites de este pueblo, y en lugares lejanos los festejan sus nativos. Las equipatas de su cielo en diciembre, han perdido identidad y hace tiempo que no se les puede ver, aunque algunas veces han interrumpido la fiesta de su Virgen, el doce de diciembre. Dicen que el frío de la costa no es igual que el de montaña, y es reconocido ese decir por lo moradores de este pueblo, por que el frío de enero en este lugar, no se alivia cobijándose, algunos han encontrado un remedio para este mal, bebiendo.

Es este pueblo de aquellos que por las noches es acechado por animales nocturnos del monte, nadie se atreve a asegurar que no hay un náhuatl por ahí, Coyotes también hay, y lo rondan, pero no se puede determinar un número aproximado por que son Coyotes de antes, a medida que el sol se esconde se escuchan sus aullidos, conservan esa extraña forma de atemorizar, hasta el ejemplar más pequeño y desvalido, émite un sonoro ruido que se escucha lejos y que nadie se atreve a dudar que es de una jauría feroz y hambrienta, algunas parejas esperan este anuncio para acompañar sus amores, por que gracias a eso se sabe que ha anochecido. Estas son las cosas que algunos añoran en la ciudad, otros muchos no saben que la hay, por eso no creen en la magia.

En sus inicios se pensó cultivar árboles frutales, nunca prosperaron, y no es que la tierra sea mala, es que es celosa ésta tierra, no se deja invadir por intrusos, quizás por un par de Eucaliptos y por algún tamarindo deshojado y sin vainas. Alcanzo a recordar un guayabo enano que amaneció florido en el patio de mi casa, al lado del lavadero, recuerdo también, el Guamúchil de las conchitas y el Álamo de los columpios.

Creó que en mi niñez el tiempo era más bondadoso, todo eso ha desaparecido, nos esta ganando la intemperie, por que los hombres en este pueblo, ya no son tan necios como antes los eran.

Por allá en noviembre, se pueden ver por sus calles luces que se encienden y se apagan con el viento, entonces se escucha un murmullo, es una peregrinación que lleva una imagen que pide posada, son optimistas en ese pueblo, han confundido la Virgen María, con la Virgen de Guadalupe y les cantan indistintamente por que son encarnizados de la fe. Rezan al santo de la lluvia y los llevan a los lugares donde se ha negado a llover para adorarlo, a veces llueve, y nace en esos sitios manzanilla y calabazas silvestres.

Aquí no se hacen reclamos de desventura, por eso vuelven las mujeres para ser amadas, aquí, donde los suspiros se dispersan y se contagian, se ven más bellas caminando en sus calles.

Nunca ha habido tragedias, ¿Cómo? Si no existe motivo, la vida nos sonríe a pesar de los errores, por que hay algunos vicios que no conocemos.

Me pregunto, como el extranjero que soy al lado de ustedes, ¿bajo que alianzas secretas se esconde la verdadera identidad que hace felices a éstos hombres?, tal vez la incógnita ignorancia nuestra, que su condición silvestre les impide revelarnos.

Yo sé, que no es la necesidad lo que los ha aislado, ni la presión desenfrenada de la que los hombres son objeto cuando saben demasiado, es la pasión de vivir a solas donde las cosas tienen alma, donde los misterios son fáciles, donde son parte de lo oculto, el miedo no fuerza aún a la conveniencia, ni controla la vida aquí, por que se extingue con el llanto, el odio no es nunca demasiado, por que no conoce límites que el perdón no alcance, la obscenidad no los limita a proseguir con su vida, forma parte de su exclusiva naturaleza sin porvenir, su eterno éxito es vivir y vivir en paz, han envejecido para permanecer juntos y la misericordia los acompaña, no saben que tanto se aman, por que no es poético su hablar, ni fúnebre.

Los invito a conocer mi pueblo y aceptan bajo alguna condición, les pido que nada lleven consigo, quizá el hambre de costumbre, les doy un consejo, anoten en su libreta el momento inmediato de sus transformaciones y cuando salgan de aquí, no intenten decir a nadie la solemnidad que entorpece la extraña visión, de que nada vive aquí, sólo el infinito recuerdo de mi niñez, que ha sido amenazado por su presencia.

Ahora que hemos llegado se ha ocultado la belleza de sus días, ante la llegada de un sonido externo, ante la mirada mía, a la que también a negado su pasado de un modo sutil, el de mis propias transformaciones. Tienen ustedes la obsesión de que existe siempre una razón para dudar, y lo entiendo, pero de nada les servirá aquí ese compromiso, su visita será más fácil sin antifaces.

Es más fácil matar a alguien que perdonar su ofensa, en este pueblo, por eso nos mantendremos callados, mientras intentamos descubrir que tan benévola es la oscuridad que atenúa su sencillez, que tan benévola es esa oscuridad, que intensifica su verdadera desnudez. Es inquietante la forma en que me miran puedo pensar que no comparten la misma impresión de su profunda revelación, están intentando alejarse de la manera más oculta, me siento obligado con ustedes, sólo en esta ocasión me atrevería a formularles un resumen final, un hombre no puede vivir con sus secretos, corre el riesgo de ser muerto por ellos.

Un privilegio que tengo ensombrece su visión y garantiza mi compañía durante el viaje, significa más calidad en su versión. Tendremos la oportunidad de una luz, cuando el embrujo de este pueblo no pueda permanecer ausente, es gradual la invasión que nos rodea y que poco a poco nos envuelve, alguien insiste en vernos desde la penumbra, alguien que terminara por convencerse de que somos parte ya de esta presencia, de ésta obsesión que empieza a familiarizarse con nosotros, ahora podemos envejecer con la elegancia de los monstruos, que se ocultan orgullosos.

Por primera vez quiero contarles un cuento, bienvenidos a Sonora, enciendan un cigarrillo mientras bajamos la colina, entonces, verán una virgen que cuida a los que han muerto aquí, todos vivieron en el pueblo y no han dejado nada para ustedes, sólo éste pequeño panteón, que yo les he invitado conocer.

Hubo un hombre, Leopold, el que no habla, era un barón, ya no vive aquí, pero sé que nada le ha pasado, deberían ver su casa nada tiene suyo.


Les obsequió un trazo de las calles de este pueblo, las pueden ver desde la cruz del cerro, ni Melina las conoce, no sabría apreciarlas, ¿alguna vez vendrá? No lo sé, cuando la acompañé a la estación, le extraño mi comportamiento, ya había experimentado algo así, parecía más inquieta, quería hablar conmigo, es peligrosa, pronunció una maldición, ya es inútil que una maldición caiga sobre mi, hoy se ha derramado ceniza en mi ropa, talvez tiene un nuevo amor, y como no, sí se ha dedicado a humillar al que la ha desposado, seguro estoy que lo sabe, que ser tan agradecido, la mujer que lo ha creado me simpatiza, ¿Por qué no puede ser como un ser humano?.

Todos sabemos que hay un cactus a mitad del camino y que lo parte, por que se ha deslizado su semilla por la pendiente del cerro, es aquí donde las cosas están donde quieren. Sin embargo, no es tan fuerte el paisaje de su arribo, por aquí también es México, es absurdo y opuesto este pueblo, mariolas y cactus lo adornan, una que huele y otra que amarga. En su cielo se ven pájaros cenizos que no cantan, y que se han mudado aquí por que han conocido su madrugada, todos los caminos de este pueblo se hicieron caminando, ya no hay tantas historias como antes, por que más hombres han dejado de conocerlas y huyen de éste pueblo que creen sin pasado, yo vuelvo por que sin el no soy, hoy los he conducido aquí extraños, para que digan lo que ven donde mi pueblo está, para que digan que hay en realidad, donde yo veo este pueblo.

Hay algo raro que deben saber de mí, tengo un fraternal gusto por la víspera donde le gózo se permuta y se ennoblece.

No teman que al final nada puedan plasmar por escrito, esperen estamos llegando a la calle primera, es salvaje y espontánea la música de ésta calle y es indescifrable su don por la fugacidad de sus notas, aquí se nos revela una pasión que nos espera, quizá puedan sentir la expresividad que nos afrenta, cierren sus ojos y cuando los ábran sabrán que la ansiedad nace donde ésta calle se confunde con otras, que recorreremos volviendo. Otro recuerdo que no les interesaría me vuelve a la mente, el de una lejana espera que no ha concluido, es el recuerdo de mi padre que viene por esta calle cargando un pesado equipaje, una felicidad más que se ha truncado, para dar paso al goce de una nueva esperanza. Por esta calle regresan los perdidos y son recibidos como héroes por que han sabido volver, nosotros que esperamos algo, debemos fijar la vista en su horizonte. Los caballos se desbocan por esta calle, por que siente su libertad, la intermitente magia que desvanece su yugo. Nadie ésta obligado a continuar, pero algo esconde esta calle que nos incita a no detenernos, será la promesa de una libertad más profunda a la que esta dirección nos conduce.

Un dulce olor a miel llega del monte al atardecer, un olor si origen cierto que se apresta a recibirnos, es el olor de las binoramas floridas; otro olor más humano nos confunde, talvez el olor del pan que ésta en el horno, del café amargo, del queso que en la brisa se refresca, de una tortilla de trigo, de un buñuelo bañado en miel, el olor de un tamal de carne en una olla de vapor, el de un menudo con cebolla y con cilantro, de un ponche con ron, talvez sea el de un trozo de carne tierna que se expone a las brazas, es mi madre que sabe que he vuelto con unos amigos extraños.

Hemos llegado a la puerta de mi casa, aquí pasaremos la noche y descubrirán la rudeza de sus pieles, alguien vendrá por la mañana a conocerlos antes que la brisa los haya despertado, y esperara para ofrecerles un regalo, talvez un cocido de espinazo, una carne machaca, cangrejos al vapor, caracoles de concha rosa, quizá un filete de pescado, nada se llevaran de este pueblo que puedan presumir, sólo lo inusitado de su hospitalidad.

Ya oscurece, continuaremos por la noche, estoy imposibilitado de enseñarles todo, por que es difícil transponer todos los espejos en un día, seguiremos sin dormir entonces, hasta donde el tiempo nos alcance, otra extraña visión se ha fortalecido en mi mente ahora que hemos cenado y que cantamos al lado de una hoguera, algo que es temporal, una pasión que asusta, la armonía de la luna cuando se ha precipitado la noche media, es la visión de la existencia; cuando el insomnio no nos ha agotado, somos parte de una invulnerabilidad que nos permite una locura, estamos en contacto con un desenfreno que nos divierte, dudamos que Dios existe y renegamos de él, una afrenta demasiado delirante para tomarla en serio, una nube oscura protege el destello nocturno de su sigilosa armonía, y es éste el punto exacto del tiempo, donde no sabemos definir el placer de la vida, sómos invadidos por los apremios del suicida, es tan inmensa la necesidad de vivir ante este gózo, que nos entregamos a la voluntad de cualquier Dios y cualquier tempestad, a la voluntad de cualquier demonio, con poder suficiente de destrucción o perdón, es el instinto infinito de la esclavitud a cambio de la vida, volteamos la vista arriba y algo nos aborda, es la enloquecida herencia de suponer, que en ese cielo se esconde un rostro y a él nos rendimos. (todo se nos ha perdonado aquí, la herejía y la afrenta).

No existe una forma correcta de ser humano en este pueblo, el género es irrelevante, la suerte se inclina en uno y otro sentido, la naturaleza entorpecida o su libre convivir con la rudeza de sus hombres, conocemos poco de esa contradicción, por que todo es natural aquí, es una forma de decir, que estamos envejeciendo sin morir.


En el mundo externo que ustedes conocen, se apetece la formalidad de existir evolucionando a conveniencia, en el esplendor de la juventud, pero sin negar lo conocido, la experiencia; en este pueblo amamos la edad que tenemos, que necesidades tan simples que nunca alcanzaremos. Allá, afuera, no queremos morir del cuerpo, pero aceptamos una reencarnación cuando el tiempo nos ha abatido, envidiamos el talento de otros por que somos demasiado adultos para avergonzarnos, fortalecemos eso que rechazamos, pedimos demasiado reconocimiento, estamos más aturdidos de lo que pensamos.

Ahora que estamos viendo la Luna, confiamos en lo tímido de su alumbrar, entonces nos damos cuenta, que envejecemos por que no sabemos que seguimos siendo niños. Debajo de éste Cielo, en este pedazo de tierra, no hay tal juventud, sómos niños u hombres, con imprudencias o credibilidad, sómos víctimas de un talento maestro que se sobrepone a la edad, a la experiencia, al tiempo, de una nueva forma de Dios.

Algún reclamo espontáneo surge, salpicado de una imprudente posibilidad de soberbia, sólo sucede esto cuando los días son temperamentales, hasta eso es producto del privilegio que ahora gozan de estar en Totoliboqui. Nos tranquilizaremos y volveremos a cantar, sólo quería decirles algo de esta noche atormentada por las apariencias. Cuando se haya desprendido el minutero de los doce, veremos de forma diferente, ese asqueado escrutinio con que los hombres miran el cielo, aquí estamos lejanos de esa culpa, y el cielo se ve como en realidad es, un vacío que no se resiste a su belleza.

Tendremos tiempo de desvelarnos otras muchas noches, no podemos permitirnos perder ésta espléndida oportunidad, de arrojarnos en este cielo que esta más cerca que cualquiera. En la puerta precisa de su universo, no han bajado seres de otro mundo, sólo extraños fanfarrones que no entienden la placidez que este cielo nos abre, aquí donde lo que no es tierra es cielo, aquí donde no es difícil ser diferente.

Ha amanecido otra vez, volteen la vista a su alrededor, y verán que algo tiene de material este pueblo, pero sus construcciones y su grandeza, son principalmente de visiones, de desbordante irrealidad, y es fantasiosa igualmente la explicación de cómo converge la ignorancia, el placer, la felicidad y el más perfecto desdén por la identidad propia, en esta pequeña mancha del universo.

Si han aprendido a ver, y si hubiere algo por aquí que yo no veo, me lo digan les pido, y cuestiónenme sobre mi insensibilidad, siempre ayuda eso a saber la magnitud de esa lealtad que me une a este pueblo, talvez les diga que he elegido otro momento para decirlo, y los aliente a guardar silencio, después de ésto, sabré que se han contaminado también como yo, y que han terminado por saber, que somos el monstruo que nos ataca.

Después de esta confidencia suya, quedaré convencido que ahora saben ustedes también, que las cosas no están donde las vemos, pero que es tan pulcra su armonía, que no podemos negar la posibilidad que existan, en otro lugar a donde no hemos ido.


No es que quiera imponer al mundo la silueta de éste pueblo, no podría aunque lo quisiera, por que no tiene nada que merezca una línea, por que nadie puede grabar forma álguna, de esta verdadera tempestad de recuerdos, de este paseo por mi niñez que a nadie sorprendería, un viejo que ha muerto en este lugar me dijo un día, -jamás le des la espalda al privilegio de haber nacido aquí, en el patitas de pollo-


Un día de tu vida despiertas, y no quieres saber que tan lejos estas de este pueblo, en verdad nunca lo sabrás, por que uno no esta donde todos lo ven, permanece siempre al lado de las cosas que ama, yo, en este momento, estoy en la casa de mis padres, estoy en las calles de mi pueblo y estoy también, al lado de Melina, donde quiera que se encuentre; cierro los ojos lentamente y me siento escuchando su respiración.








Texto agregado el 27-08-2006, y leído por 194 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
25-11-2009 Lo leí me gusto,parecería que conozco esa historia, como conoci otras tuyas que se quedarón latentes en mi laptop. Suerte Canelo!! mesanina
01-11-2006 vaya soy una haragana o al menos mis neuronas lo son... se me hizo dificil seguir el texto, pero vaya es un muy buen texto, lamentablemente (para mi) soy muy amiga de los diálogos pues parecen presentarme al personaje en toda su singularidad... Saludos cuentero, festejo tus letras. negrafotocromatica
14-10-2006 Revise el contenido del paréntesis subtitular: no es bueno vincularse a gente de sombra errática. Volveré y seré comentario. Un saludo Una reverencia ovich
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]