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El corazón más bello del señorito andaluz

Este cuanto empieza como todos los que yo escuchaba de chiquitín.

Era se una vez un señorito, bello de cara y cuerpo, estirao y repelente, estas actitudes las aprendió en un buen colegio ingles, un lugar para los dirigentes de dirigentes, vamos, muy pijos pero muy ricos, pues era hijo de marqueses de gran alcurnia y cuyo linaje se perdía en los tiempo y desde entonces acumulan fortuna a costa de otros.
Una tarde después de dormir la siesta, el señorito decidió salir a ver sus tierras, tan diferentes a las inglesas, /específico tierras/ en ellas había pueblos enteros además de sus campesinos y operarios propios, había montañas, ríos, praderas y toda clase de bichos vivientes.
El señorito se puso la camisa blanca impecable, que su ama le había preparado con todo el cariño del mundo. Sus pantalones de talle alto y su chaquetilla del mismo color oscuro, la faja ancha roja, vamos, una ricura.
Al salir, se dio cuanta que le faltaban dos cosas, una, un pañuelo de seda de la china del bueno, regalo de una amiga del prestigioso colegio y del mismo status que él. Y segundo el sombrero de ala ancha rígido de color negro azabache, salvo la cinta que delimitaba el tubo con el ala, para que no le afectase el sol andaluz a su piel blanca.
La jaca era de pura raza andaluza, pecho ancho y trote suave, de tonos blancos con una mancha negra en la cara que parecía una estrella, criada y enseñada para el paseo seguro del señorito.
En estos dominios y por orden de los señores marqueses, todo se hacia al natural, eran muy ecológicos, todo a pleno sol, el arado a yunta, la siega doblando el tronco, la recogida del olivo a vara y el riego de la tierra con el sudor de los campesinos.
Sentado cómodamente en la silla de montar, hecha especialmente para sus posaderas, se acerco a un grupo de campesinos que platicaban tras haber realizado su tarea y escuchó que hablaban de la belleza del corazón. Sintió curiosidad y paro la jaca y bajo de un salto a tierra, donde a su pesar, manchó las botas de polvo del pueblecito.
Fue recibido como el hijo del amo, pues así es la costumbre en los pueblos que pertenecen a un terrateniente. Le pidieron que se sentase a la mesa con paño de hule a cuadritos azules y blancos.
Dijo que él tenía el corazón más bello, joven y fuerte. Un campesino pidió que lo mostrara y el señorito desabrocho su camisa blanca y saco su corazón del pecho y lo mostró a los asistentes. Su rostro mostraba el orgullo de ser el más bello, su color era homogéneo su latir rítmico y sus formas simétricas a lo esperado. El mayor de los campesino sonrió y saco el suyo de su pecho y se lo mostró.
El señorito lanzó una carcajada tan sonora que hizo tirar el testero de alcayatas vacías de la tía Antonia.
Pero como va a ser el tuyo mas bello si esta deforme, el color es pardo y el latir va a salto.
Como hacen las grandes personas el campesino no se inmuto, solo miro al señorito y le dijo, aquí en el campo se mide la belleza no por la forma sino por la vida vivida. Mira esta parte que sobre sale, se la cambia a mi madre, ella me dio una parte tan grande que no pude ajustarla al mió. Estas cicatrices son perdidas de seres a los que ame y ya no están. Estos huecos son trozos que di y no me devolvieron. Este hueco tan grande se lo di a una mujer y aun sangra después de tantos años. Como ves mi corazón esta lleno de irregularidades pero en cada intercambio di mi corazón a alguien y no espere nada. Quien me dio parte del suyo, cubrió el hueco del que le di. Esto es belleza en el campo.

De los ojos del señorito brotaron lágrimas que resbalaron por sus blancas mejillas y cogió un trozo de su corazón y se lo ofreció al campesino. Este a su vez al ver que el señorito ya no era el mismo arrogante que llegó, se quito una parte del suyo y se la ofreció.
El señorito lo coloco en el hueco de su corazón y dijo que ahora si que su corazón era bello porque tenia la sabiduría de la tierra.
Se quitó el pañuelo de seda y se lo regalo a la tía Antonia mientras esperaba al tío Bartolo.
Puso sobre la rustica mesa con paño de hule a cuadritos azules y blancos todo cuánto tenia para pagar la lección, Otro campesino le dijo que este acto de dar, es signo que el cambiará a bien, pues cuando se ve la luz por mucho que cierres la ventana ya está en ti.
El señorito nunca fue como sus padres y lo aprendió tan cerca de su casa que se preguntó porque lo mandaron tan lejos a aprender.

Dedicados a los cuenter@s que aman la tierra

Texto agregado el 27-08-2006, y leído por 811 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
31-08-2006 Nada tan admirable como la vida de un campesino *5 ambardelatardecer
28-08-2006 Un hermoso cuento. ¿Quien no tiene o tuvo un familiar campesino? 5* astigitana
27-08-2006 Que historia mas hermosa. Que pureza la de esa gente de campo, gente llana, humilde y generosa como fueron mis abuelos. Armaste una historia emotiva y digna de todas las estrellas... un susurro* susurros
27-08-2006 Buena exposición de crueles realidades. Mi padre era campesino y me transmitió el amor a mi tierra, por eso te doy las gracias por tu dedicatoria. 5* RESTORACH
27-08-2006 Mis abuelos fueron campesinos y siempre contaban este tipo de historia sufrida en sus propias carnes. Muy bueno ***** saturnina
 
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