Me han hablado la euforia y el conformismo.
Se me han acercado los monarcas del purgatorio
y las musas del ocaso.

A convenientes términos he llegado
con las esporas danzantes de la ciencia
y los doctos piratas del arte.

Más aún, cuando me encuentro solo en medio de los pantanos,
he logrado simpatizar con las zanguijuelas
que me ofrecen un destino tanto o menos incierto
que el de las luces multicolores de la ciudad.

Un respiro, tres desmayos,
diecisiete amores extraviados
en un alud sin fin.

No son las alfombras que me llevan lejos
- donde quiero ir -
ni los ociosos muchachos que ivernan en la esquina
y que estimo epidérmicamente.

No son tampoco esos reflejos olvidados
que batallan contra el tiempo
y desaniman a los jugadores de antaño.

Quizás tampoco sea Ella,
ni el suspiro que aclama su parábola sexual.

Es, o bien no, la roca
atravesándosele al álamo que logró escapar de la tierra
y que ahora pide auxilio al no poder seguir avanzando.

La sien
de la risa derramada
no oculta la respuesta,

ni tampoco su vuelo oxidado
ni el viaje sin turbulencias.

¡Vámonos todos de acá!
¡Todos!
Es primera y última vez que lo diré.

Afuera hace frío, abríguense y rueden
hacia la costa que nos espera
excitada por nuestra visita
y que acelera sin mirar hacia adelante.

Así me gusta.
Así nos gusta,
me consta.

Por ahora, todo está bien,
eventualmente mal.

Talvez a la par del escenario rodante
nos convirtamos (me convierta)
en un reptil sediento de sangre y agua

y sol y vida.-