Tengo 16
y desde los 11 observé al viejo de alado,
un pintor solitario,
un citadino de esos….acabados,
era aquel perverso sagrado,
de los que nunca cambian,
de los que siempre se mueven.
He visto a esas mujeres sin legañas,
con el cabello atado en el centro del cráneo,
las que llevan tacones altos
y disimulan sus ojeras,
ellas no lloran con las cebollas
he sido partícipe del ultrajo a niños poetas,
a esos muchachos románticos que escriben
en las tardes solitarias,
al borde del mar
para la mujercita con calzones blancos,
yo los he tocado…más de lo debido
…-pobres niños!-
he tenido agujeros en los dedos,
y en las muñecas,
he pensado en la lengua de Bukowski
he mirado con miedo hacia fuera,
he escrito sobre mi misma
y me he olvidado,
me he cortado el pelo para ser atroz,
y me comí las uñas por el incesante cambio del sexo
Suspiré por el perímetro ileso del mundo,
no me cansa saborear el especto del alcohol,
quizá no muera en una pieza con poemas en el suelo,
ni con cigarrillos cubriendo mis senos
y con un perro escuálido lamiendo mi desquicia en la espalda
Podría pintar las calles con sangre,
tirarme en la acera de la calle principal,
subir a un bus y nunca bajar,
cambiar de aspecto y usar lentes
o podría dispararme,
y decir “te amo” a quien sea que quiera mirarme.
pero no sería la mocosa de medias rotas,
con cigarros escondidos en el vestido de una muñeca,
ni con "migrañas oníricas",
Sino sólo materia prima
…y eso me desolaría
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