AMNESIA.
Por Luís M. Villegas.
Tal vez sea el fatalismo el signo recurrente de México. Habría que releer a Fuentes y Paz para tratar de encontrar los secretos de nuestra mexicana proclividad al drama, vocación de la cual parece, no nos podemos desligar. La más de las veces culpamos a la buena fe, producto de la ingenuidad cultivada por la conquista española y antes por los dominadores aztecas. Esa eterna niñez en la que nuestros indígenas más puros parecen vivir y que nos han heredado. Hoy, advertimos la existencia de los dos Méxicos, que se muestran como reliquias de nuestra ancestral bipolaridad, que no se reduce a una circunstancia electoral momentánea, pues proviene tal vez de los oscuros rincones genéticos de nuestra posición ante el poder, un asunto de dominados y opresores.
Visitando el diccionario de símbolos de J.C. Cooper, (G.Gili, 2004) nos ofrece la imagen de un mosaico proveniente de Constantinopla, datado en el siglo V, en donde aparece un águila luchando con una serpiente…“ambas, símbolo del conflicto eterno entre los contrarios, y respectivamente, de la naturaleza elevada e inferior del hombre, del carácter solar y ctónico y del intelecto y del instinto”. A propósito de nuestro símbolo patrio, también se encuentra en grafismos encontrados en Nipur, Islandia, fechados 2400 años a.c. Con ello asumimos el carácter universal de nuestro escudo nacional y su referencia a esta dicotomía antitética. Ésta condición la vivimos diariamente en el conflicto electoral por la presidencia de la república. La mayoría de los medios de comunicación televisiva y radiofónica y sus comentaristas parecen coincidir e insistir, sospechosamente, en que el proceso ha terminado y que el candidato oficialista ha resultado ganador por encima del procedimiento legal, asumiendo que éste se reduce a contabilizar aritméticamente las diferencias de votos en las casillas que han sido autorizadas para su recuento y que arrojan diferencias no sustanciales, aparentando ignorar que es solo una muestra inferior al 9% de la votación general. Parece no importar el hecho de que existen una gran cantidad de paquetes electorales que han sido abiertos y se han encontrado faltantes en la documentación que deberían de contener, denotando una manipulación ilegal del expediente electoral, con ausencia de los sellos correspondientes, lo que debería ser materia de protesta de todos los partidos que intervinieron, ya que se advierte la connivencia del IFE, institución que debería ser responsable con todos los mexicanos, no sólo con quien se pretende triunfador “contundente” de la elección. Resulta insultante el llamado a través de spots en tv y radio, pagados por organismos empresariales, en donde aparece hasta una ¡joyería! , aparentemente preocupados por la unidad nacional, pretendiendo embozar sus intereses económico- partidistas y urgiendo a una aceptación de los resultados, intentando echar tierra sobre el proceso que se ha convertido en un nudo gordiano. Inevitablemente volteamos hacia la institución presidencial, que se ha involucrado en la promoción del candidato de su partido, dejando atrás su alta investidura, sacrificando con ello, la posibilidad de ser el factor necesario para establecer un principio de orden y respeto en la controversia. Parecería que se sufre de amnesia, cuando se reta a la sabiduría popular, la cual ha trascendido históricamente las barreras impuestas por el poder, sobre los medios de comunicación y sus paniaguados, poniendo en el juicio de la historia a cada quien en su medida. Recordemos que en 1968 solamente algunos medios independientes daban cuenta de las atrocidades cometidas por el gobierno sobre los estudiantes y maestros, quienes a través de volantes impresos en las escuelas, en mimeógrafos y en papel revolución, hacían la relatoría del abuso del poder. Hoy, en la era digital, será más fácil documentar la evolución de lo que se antoja la confirmación de la existencia de los dos Méxicos, que estrenan una nueva versión de su aparente eterna separación.