Durante la despedida Lola no pudo llorar; ella no sabe cómo. Los dolores los lleva en el nombre y es expresión suficiente; de cualquier manera Lolita ya no tiene corazón, lo supo en el carro de su novio hace dieciocho minutos exactamente, justo después de la pelea; en el amplio asiento trasero de aquel féretro errante le latía la necesidad de apoyar su cuerpo sobre su costado… pero a su lado no había nada, su corazón ya no estaba. Después de la ruptura era lo único que le quedaba y quiso retornar para ver si se le había caído en la avenida Orellana o en alguna calle aledaña, pero en la noche los carros pasan muy rápido; “días de Venus” pensó. Se sentía tan cansada, tan endeble, que de pronto podría terminar perdida también, el Guairo* no tiene compasión los días viernes, así que metió la cabeza y cerró la ventana con temor a ser arrastrada.

Más tranquila, clavó sus ojos en el cristal, las casitas se dibujaban como montañitas irregulares en el horizonte; de repente se difuminaban y La Lola veía más cosas… que desgracia… es que La Lola no quería ver nada. Luego prefirió dedicarse a recordar cosas; por ejemplo: Cuando era chica, solía jugar a que sus dedos eran personajes, que moraban sobre el colchón de cuero roído de la camioneta de papá durante cada largo viaje; las actuaciones de sus índices eran realmente magistrales, ella hubiera aplaudido si no hubiese tenido siempre las manos tan ocupadas; en su defecto su corazón se exaltaba y Dolores era feliz (cuando las Dolores son felices el corazón se les sale para compartir la alegría y pocas veces vuelven al pecho).


“Pum”.

Justo cuando Dolores se disponía a jugar como antes, el conductor-amante- imprudente, alcanzó a impactar con una patrulla de policías; Conductor-Amante-Imprudente se bajó a discutir; alaridos, insultos… sus brazos parecían signos de exclamación que se batían en el aire ( Dolores cree que cuando la gente se mueve así es porque durante el aleteo las personas pretenden volar para verse más grandes).
La nena solo se bajó en silencio y se fue caminando por la vereda dejando a Conductor-Imprudente-No-Más-Amante.

“¡Au!”

“¡Au!”

La soledad a veces ataca los pies.

“¡Au!”

“¡Au!”

Au- tó – ma- ta

Auto mata – susurró .

Pero el auto no la mató y se lamentaba, estaba tan triste que hubiera preferido morir en un accidente de tránsito.

Ya frente a la puertita de su domicilio, Dolores abrió su cartera para sacar las llaves, su mano buscaba en la oscuridad de su bolso mientras su mirada se extraviaba aún más, tanto que parecía atravesar la madera. “Bingo” ahora solo tiene que atinarle a la cerradura. Después de diez minutos lo logra, Dolores mira a su alrededor, nadie la ovaciona; plantas, columpios, toldo de tiendita esquinera… todos indiferentes (Corazón lo hubiera hecho). Prosigue callada.

Dentro, angostos y pálidos pasillos la protegen y la invitan a su cuarto, ella se esfuerza por cruzarlos casi sosteniéndose de las paredes (irónicamente las nenas sin corazón pesan más), llega hasta su cama y se deja caer; después de aburrirse de las bifurcaciones del techo Lolita prende la Tv.

Agonía para la familia de Dolores; en las noticias, un hombre celoso estrangula a su nena, “Crimen Pasional” es titulada la noticia por un periodista sin sentimientos. El criminal ha sido atrapado cerca de la casa de Lolita al impactar con un transporte policial; el individuo llevaba con él, el cadáver de su pareja en el asiento de atrás del vehículo. Los televidentes se indignan en sus sofás y hasta que cambian de canal, todo es confusión para ellos; no para Dolores, que solo ve su corazoncito destrozado, tendidito en aquella calle cercana ahogado en sangre.
La nena siente culpa y repudiando el tráfico de Guayaquil pone su mano en la pantalla, durante la despedida La Lola no puede llorar, ella no sabe cómo.


* Papá viento en lengua Quichua.