Sí, su nombre es poesía...
Tomé el taxi como pude. Traía mis guantes tipo Jason Jurado por lo que el paraguas de repente se me resbalaba. No podía esperar más, el sentido gatuno me decía que no sólo era lluvia lo que caía del cielo. "No junté la cuenta", empezó a confiarme el taxista "y...", bla, bla, bla. Me volví más egoísta que de costumbre: "solamente quiero llegar rápido, amigo, acelere", pensé.

Finalmente llegué al lugar de tantas veces. Ahí estaba. ¿Qué haces cuándo de antemano sabes que las cosas no andan bien?, sólo atiné a brindar un muy fuerte abrazo que se prolongó en una posibilidad infinita. ¿Qué haces cuando alguien que es tan importante en tu vida, se desmorona como castillo de arena al llegar las olas? Le ofrecí más que mi hombro, le ofrecí mis oídos y todo el tiempo, le quité las manecillas al reloj y las aventé lejos.

La lluvia de sus ojos era aún más copiosa, más cristalina, más apabullante; la tristeza tenía voz de truenos, ésta era la causa verdadera, no otra, favor de no confundir con el simple estado meteorológico, era la tristeza manifestándose fuerte, sin embargo, estos relámpagos al mismo tiempo eran hermosos. Suaves a un tiempo, gigantes gigantes cuando golpean, era la tristeza de C que terminaba en fuerte grito: hago lo que quiero.
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Atravesar el río de la noche

Pasó un poco la tormenta, pero sólo un poco. Entre el ondeante humo del cigarro, la lluvia amainaba y se convertía en cascada y una serena sonrisa aparecía en sus labios. "Duele dejar ir, duele saber que no tiene caso engañarse, duele saber que por hacer lo que quiero las personas se indignan al sentirse descubiertas". "Sí, puede ser, pero también creo que nada es para tanto -le dije- muchas veces queremos que sea el otro el que se dé cuenta de lo valiosas que somos, gran error. Si también aceptáramos nuestra valía desde siempre, nadie vendría aquí con la soberbia del que presume y a la vez carece, nada es para tanto, ni siquiera el amor, porque éste no da patadas en el trasero, todo lo contrario, es como una brisa que refresca el alma. Puedes quebrarte ahora, puedes llorar la lluvia, pero así como el huracán irrumpe y se estaciona algunos días, después de la vóragine viene el sol, ¿cómo es que a veces no lo vemos tan claro cual es?", le decía mientras caminábamos entre el agua que corría por la avenida. Al llegar a su casa, cruzamos el río, era la noche y el agua era una mezcla de hojas y otras sustancias. Empezamos a marchar entre esta agua, empezamos a jugar, y me confío cómo en otra ocasión también se había iniciado con la lluvia. "Estaba en la explanada de la escuela, y llovía así como ahora, y entonces me puse a bailar, y a bailar, y a bailar gritando ¡mi nombre es poesía!, ¡mi nombre es poesía!, y así, hoy al estar aquí también cruzando nuestro río, agradezco que existas Carolain".

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Sí, su nombre es poesía...y yo también le agradezco que exista.