Qué raro, llevaba ya varias tardes asomándose al pozo situado entre los limoneros, el que esta al lado de la huerta, y volvio a comprobar que el barrizal empezaba a secarse.
¡Madre! –grito-. Se ha roto el espejo de los limoneros.
¿De qué espejo me hablas, Estrella?
¡Ay, madre! Del único que tenemos, para lavar nuestra cara a la la luz de la luna ¿Qué vamos hacer ahora sin luna y sin espejo, madre?
La madre apresuro su paso y algo nerviosa –le dijo- ¿No ves que el pozo no tiene agua, Estrella?
¿ Y donde se ha ido el agua, madre? ¿Qué vamos a hacer ahora , sin luna y sin espejo?
Y de sus ojos verdes como el limonero, comenzaron a brotarle un manantial de lágrimas, como un aguacero escurriendo por las paredes del pozo del limonero.
Olvidada de todos, el tiempo empezó a correr sin rumbo y sin pausa, como guardando silencio . Y las cuentas de cristal que brotaban de sus ojos fueron rebotando en el barro. Hasta que, al rumor de los sollozos, radiante y hermosa, fue apareciendo redonda y blanca la luna, acompañada en su espejo por el lucero del alba, que lento ya despertaba del corazon de su huerto.
¿Qué es ese alborozo, hija?
¡ Madre! ¡Madre!, que en el espejo del pozo del limonero hoy ha llegado un lucero acompañando a la luna.
Y envuelta en risas, -chillaba- ¡ Date prisa, madre, corre! Que el pozo ya tiene agua, y hojitas el limonero.
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